No sé cómo explicarlo

032| Cada día lo quiero un poco más

Lo quiero. Cada día lo quiero un poco más. Y aunque lo quiero, sé que seguramente las cosas entre los dos no funcionen, lo más probable es que yo lo termine.

Y me dolerá porque mi aprecio es indescriptible, pero no tenemos mucho en común más allá de la lectura. Va a ocurrir lo mismo que con Irina. Él necesita a un alma libre y viajera; yo soy todo menos esto.

Ninguno quería irse de Mazunte, pero llego el momento de regresar a la vida normal, entonces viajamos a un puerto donde está el aeropuerto, donde tras unas horas llegamos a la ciudad. Esta anocheciendo, y ambos nos sentimos cansados.

Dejo caer mi bolso al suelo y suspiro hondo tomando las manos de Aleksis y sonriéndole.

—Estoy muy cansada —sonrío—. Te veo mañana, amor.

Él asiente sonriendo. Tomo su cuello obligándolo a bajar su rostro hacia el mío mientras lo beso. Me separo de Aleksis sonriendo.

—Hasta mañana, Rakkaani.

Entro al apartamento, camino hasta mi habitación y me dejo caer sobre mi cama; quiero dormir, pero me resulta un poco difícil debido a que mi mente piensa en Alma, entonces le envió un mensaje preguntando como esta, responde tras unos minutos, dice que está bien.

.

Por la mañana, tras darme cuenta de que me he quedado dormida leo los mensajes de Alma: me pregunta que tal lo pase, y yo respondo que todo ha sido perfecto, pero no hablo más sobre el tema porque no quiero agobiarla.

Tras levantarme, ordenar un poco el apartamento, toda mi ropa y después yo, voy a la oficina, donde al llegar César e Ixchel me miran sonriendo. César se acerca a mi abrazándome, después toca mis manos buscando algo.

—¿Qué busca? —Le pregunto a Ixchel.

—El anillo —interrumpe César—. Esperaba encontrarte comprometida.

Rio al tiempo que niego. De haber pasado, no habría sabido que responder… si, no, déjame pensarlo, no sé… No. No estoy segura de que alguno de los dos sirvamos para el compromiso o el matrimonio en general.

—¿Por qué?

—Mi mente pensó que pasaría —sonríe—. No debí suponer.

Tras la vergüenza del momento, cada uno vuelve a su trabajo. Es un aburrido día y solo quiero estar frente al mar: leyendo o besando a Aleksis.

Comemos en nuestro tiempo junto y horas más tarde, al salir de la compañía una vez que nos despedimos, regreso al edificio donde vivo, estoy por subir por el elevador cuando el portero me detiene entregándome una caja. Sonrío con emoción. Son mis libros. Los ejemplares justificados. Mi decimocuarto libro. Agradezco con emoción y subo por el elevador.

Mis manos tiemblan al tener la caja frente a mí, la cual abro una vez que entro. Saco el primer ejemplar: es hermoso.

Sonrío con emoción una vez más. Todos los que los compraron en preventa deben estar abriendo su paquete en este momento o ya deben haberlo abierto y no puedo estar más que emocionada y nerviosa. Grabo un par de historias de Instagram y comparto aquellas donde me etiquetan con su ejemplar.

¡Qué emoción!

No puedo estar más feliz.

Salgo de casa tomando un par de libros y entro al apartamento de Aleksis, aún no ha llegado, por lo cual, lo espero en el sofá mientras hojeo un libro. Es precioso, no puedo estar más feliz.

Aleksis llega tras unos minutos, me sonríe al verme, me besa y entonces le muestro el libro mientras sonrío. Me abraza con fuerza levantándome ligeramente del suelo mientras yo sujeto su cuello.

—¡Felicidades, Mara!

Me sonríe mientras vuelve a besarme, me libero de él, conforme camina a su mochila sacando algo: mi libro. Él también lo ha comprado.

—Llegó antes de que saliera de casa —dice quitándole el plástico que los cubre—. Lo estaré leyendo estos días.

Sonrío.

Paso buena parte de la noche hablando con Aleksis al tiempo que cenamos comida vietnamita que pedimos hace un momento. Mientras como, lo observo, no puedo dejar de pensar en que se puede enamorar de alguien más, y entonces un nudo se forma en mi garganta… yo no podría prohibirle nada, pues a veces, y de lo más ridículo: son los sentimientos los que ganan, puesto que la fidelidad no es más que un artificio moral, a veces egoísta. Que necesaria es la responsabilidad afectiva.

—¿Alguna vez has estado en una relación abierta? —Le pregunto.

Voltea a verme frunciendo su cejo y después ríe mientras asiente. Tal vez yo sea la única persona en el mundo que no lo he hecho y por eso la idea ronda por mi cabeza.

—Varias veces —confiesa—. Con Irina fue la última.

No sé cómo responder ahora. Me esperaba cualquier respuesta menos esta. Comienzo a reír por nervios.

—¿Qué tal fue?

—No me gustan —responde.

—¿Por qué aceptaste entonces?

—Quería experimentar, pero no fue lo mío. De hecho, he experimentado con muchas cosas —añade. Volteo a verlo con la mirada fija, cuando lo dice de ese modo me hace parecer el ser más inocente de la existencia—. ¿Tú no?




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