No seas otro error (en edición)

Capítulo 2

Eileen Calwell

—Siendo sincera, lo único que me gusta de ir a la escuela el martes es literatura y no precisamente por la clase —enuncia, Aiala con una sonrisa pícara en sus labios. Yo niego con una sonrisa en los labios y continuo comiendo las galletas que anteriormente había comprado.

Efectivamente, la clase de literatura era una de las favoritas de nosotras las chicas y todo era por el profesor que la dictaba. Era atractivo físicamente, pero lo que más atraía de él era su intelecto, hablaba con mucha diplomacia y te hacía cuestionarte hasta tu propia existencia. Él sabía que alborotaba hormonas por toda el aula y todo gracias a que Aiala en una de sus clases intervino con el magnífico comentario de “la única duda que tengo, maestro Russel es si me permite a mí y a mis compañeras lamerle el cerebro”. Sí, así de directa era mi mejor amiga.

Desde aquella vez los comentarios habían reducido considerablemente, dejando a Aiala totalmente sola en la cancha del “coqueteo con el maestro” y aunque también le aclaré que no estaba bien acosarlo, esta me ignoró por completo. Por lo menos ahora era más prudente con lo que decía respecto a él.

—La clase de artes también te gusta bastante —destaco mientras camino junto a ella para acercarme a los chicos.

Ambos se encontraban jugando futbol en la cancha del parque y aunque estaban a una distancia considerable, reconocerlos no era difícil. Ambos eran bastante altos, además de ser los únicos que se encontraban jugando en la cancha.

—La clase de artes no la tengo los martes, así que no aplica. —La castaña se encoge de hombros y asiento dándole la razón.

Continuamos caminando hasta estar a unos metros de los chicos. La ventaja de que fuera martes es que el parque estaba casi vacío, así que nos daba más libertad de hacer lo que quisiéramos. Normalmente nos reuníamos de vez en cuando en el mismo lugar para charlar o lo que sea; el parque quedaba bastante cerca de la escuela y era un punto central para llegar a nuestras casas.

—Sentémonos aquí. Ya estoy cansada de caminar —alude, Aiala y señala una banca que está cerca.

— ¡Eileen, piensa rápido! —exclama uno de los chicos y me giro para ver a qué se refiere. Mala idea.

No me dio tiempo de reaccionar y lo siguiente que sentí fue un balón impactar fuertemente contra mi rostro, logrando desestabilizarme un poco.

—Auch —musité a la vez que sentía un líquido viscoso salir por mi nariz. El dolor se hizo presente inmediatamente y solo pude reaccionar unos segundos después.

Aiala me miró con una pizca de preocupación y diversión en sus ojos, luego sacó de su mochila un pañuelo blanco y me lo tendió. Lo tomé sintiéndome un poco  desorientada y molesta a la vez; como acto reflejo, incliné mi cabeza hacia abajo e hice presión en mi nariz con el pañuelo, de esa manera la sangre dejaría de fluir.

A lo lejos pude divisar cómo los culpables de que esto pasara, se acercan a paso apresurado.

— ¿Estás bien? —cuestiona, Alessandro con un tono burlesco en su voz.

Levanté mi cabeza y le di una mirada fulminante. “Sí, idiota. Estoy bien… Bien golpeada”. Pensé.

—Púdrete —respondí en su lugar. Por la expresión que él y Emmanuel mantenían, sabía que estaban conteniendo la risa y no pude evitar sonreír cínicamente, guardando todo mí enojo dentro de mí.

— ¿Quién lo hizo? —pregunté entre dientes, mientras aun sostenía el pañuelo en mi nariz. Dolía como los mil demonios, solo esperaba que no estuviera rota o no sería la única que tendría que ir al hospital por un tabique roto.

Todo se mantuvo en silencio unos segundos y nadie hizo nada hasta que Emmanuel señaló a Alessandro, este lo miró ofendido por su traición y luego me miró con una sonrisa inocente.

—En mi defensa, no sabía que estabas tan distraída —acota burlón y Aiala ríe por su comentario. Sabía que estaba muerto.

— ¡Ah, claro y yo tengo un letrero en la frente que dice “golpéame con un balón si estoy distraída”, idiota! —bramé molesta y retiré el pañuelo de mi nariz, el cual ya estaba como la bandera de Japón.

Emmanuel verificó que mi nariz no estuviera rota —dado que su mamá era doctora, así que él sabía  de primeros auxilios—  y luego miré a Alessandro con ganas de matarlo.

— ¿Ves? No está rota, ya puedes dejar el drama…

Y aquí íbamos de nuevo, Alessandro y yo discutiendo mientras Emmanuel y Aiala observan como si fuera la mejor película del mundo.

—Repito, púdrete. Me voy a casa —hablo exasperada, interrumpiendo a moreno en su discurso.

—Creí que no querías ir por la cena con Jasmine —interviene, Aiala y le dedico una mirada de “cállate”. Hoy definitivamente era día de traiciones.

Obviamente no podía simplemente no aparecer en casa, porque eso implicaba un castigo seguro. Tenía que pensar una excusa muy buena para escapar de esa cena, quizás decir que la abuela me necesitaba, no vive muy lejos de casa y me alimenta bien, no es mala idea. El punto es que en este momento no quería estar cerca de Alessandro o esta vez sí tendríamos a alguien con el tabique roto.

—Podemos ir a mi casa, tus papás no dirán nada si estás conmigo —propone, Emmanuel. Era cierto que si iba con él, mis papás lo aceptarían, así que asentí cansada y me despedí de Aiala, ignorando por completo a Alessandro.

Emmanuel negó con la cabeza y juntos emprendimos camino hacia su casa.

[…]

—Ya que estamos solos, piensas decirme qué estabas investigando en la biblioteca —Interviene, Emmanuel cortando el silencio que se había formado camino a su casa.

Era obvio que no se quedaría con la duda y más porque sabía que le había mentido cuando me preguntó qué hacía. Según él, era muy transparente con mis gestos, pero la verdad es que me conocía bastante bien y podía deducir cuando mentía.

—No pienso decirte, solo era una investigación por curiosidad —Y en este caso no mentía, así que Emmanuel se limitó a asentir para luego abrir la puerta de su casa.




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