No solo te odio

Más sorpresas

Lo odiaba. Lo odiaba con cada fibra de mi ser.

Desde el primer día en la universidad, ese individuo había cautivado el corazón de Andrea. Creía que era algo pasajero, pero pronto me di cuenta de que, en realidad, los sentimientos entre los dos habían crecido más. No tuve más remedio que aceptarlo con cierta hipocresía porque Dereck nunca me pareció un buen chico, pero todo estaba perdido, ambos habían comenzado una relación.

—¡Paula!

La voz de Andrea me sacó inmediatamente de mis pensamientos. Cuando volteé, la vi con una sonrisa espléndida, como si tuviera algo que contarme, y, por supuesto, a su lado estaba el ser más insignificante de la galaxia: Dereck.

No pude evitarlo y la expresión de mi rostro cambió de alegría a fastidio.

—¿No es muy temprano para hacer cara de amargada? —bromeó Andrea, dándome un leve codazo.

—Es mi cara normal —respondí, mirando a Dereck con cara de asco.

Él sonrió, como si mi desprecio le pareciera gracioso.

—Siempre es bueno verte, Paula —dijo con ironía mientras dirigía una mirada retadora hacia mí.

—Ojalá pudiera decir lo mismo, qué lástima.

Andrea nos miraba completamente acostumbrada al tipo de odio entre Dereck y yo.

—No empiecen otra vez. Dereck, ve con tus amigos, ¿sí? Nos vemos más tarde.

Dereck le dio un beso rápido en la mejilla antes de irse.

—En cuanto a ti, señorita, quería contarte algo muy importante —me dijo Andrea mientras sonreía como si estuviera a punto de revelar el mejor secreto del mundo—. El martes iré a pasar el día con la familia de Dereck.

Fruncí el ceño.

—¿Qué? Te recuerdo que el martes es nuestro viaje a la casa de verano.

—Sí, lo sé, pero no te preocupes. Lo de su familia es por la mañana, y nuestro viaje es en la noche, así que no se arruina nada.

Solté una risa incrédula.

—¿Y si pasa algo y no llegas a tiempo?

—No va a pasar nada. Dereck también va a venir con nosotras, así que obvio me llevará al terminal a tiempo.

Mi rostro se descompuso.

—¿Cómo que "también va a venir con nosotras"?

—Sí, lo invité al viaje.

—Andrea, ese viaje es nuestro. Hemos ido juntas desde siempre.

—Y sigue siendo nuestro, pero con él también. Además, así podrán conocerse mejor.

Me eché a reír sarcásticamente.

—¿Conocernos mejor? ¿Me estás escuchando?

—Sí, y lo que escucho es que no le das ni una sola oportunidad.

—Porque no la merece.

Andrea bufó.

—No entiendo por qué lo odias tanto.

Solté un suspiro de fastidio.

—¿De verdad me lo preguntas? Andrea, sabes que lo conozco desde antes que tú, cuando éramos pequeños. Nuestras madres son muy amigas y casi siempre nos obligaban a convivir.

Andrea me miraba confundida.

—¿Eso qué tiene que ver?

—Que siempre fue igual. Siempre tan arrogante, tan engreído. No sé cómo lo ves tú, pero yo lo vi crecer. Vi cómo miraba a los demás desde arriba, como si el mundo le perteneciera. Y lo peor de todo es que, cuando nos alejamos por mucho tiempo y volvimos a hablar, creí que había cambiado, pero me di cuenta de que no, solo aprendió a fingir ser un buen chico para conseguir lo que quería.

Andrea negó con la cabeza.

—No, no es así. Solo tú te aferraste a esa idea de él. No le has dado una oportunidad real.

—No la necesito. Ya sé exactamente cómo es Dereck.

Nos quedamos en silencio. Yo respiraba agitadamente, mientras Andrea me miraba con una mezcla de enojo y decepción.

—No puedo creer lo que acabo de escuchar, pensé que por lo menos habías intentado cambiar esa idea de él, pero me doy cuenta de que no es así. Me decepcionas, Paula.

En ese instante, sentí cómo algo se rompió entre las dos.

No podía quedarme ahí ni un segundo más.

Después de la pelea con Andrea, sentí que algo dentro de mí se rompía en mil pedazos. Mi mejor amiga me había mirado con decepción, como si yo fuera la mala en toda esta historia.

El aire dentro de la universidad se volvió sofocante. Mis pasos me llevaron automáticamente a la salida, sin detenerme a pensar en las clases, los profesores o las consecuencias. Solo quería irme.

Caminé al parque que estaba cerca de mi casa y me dejé caer con un suspiro, soltando la mochila a un lado. Sentía los ojos arderme, pero no iba a llorar. No por eso.

—¿Y tú qué haces aquí?

Levanté la cabeza de golpe. Frente a mí estaba Alexander, mi mejor amigo, que me miraba con cierta incertidumbre.

—¿No tenías clases? —su tono sonaba como mi mamá regañándome.

Suspiré. No tenía ganas de hablar, pero tampoco quería estar sola.

—No entré.

—No me digas —se burló, sentándose a mi lado sin que lo invitara—. Me di cuenta cuando el profe pasó lista y tú no estabas. Tuve que decir que estaba enfermo para buscarte y aquí estás. No eres muy astuta para huir, siempre vienes a esta banca como si solucionara tus problemas.

Rodé los ojos.

Alexander me miró con atención. Luego, su tono cambió a uno más serio.

—¿Qué pasó, Paula?

Me quedé en silencio unos segundos. Con él nunca tenía que fingir.

—Peleé con Andrea.

—Otra vez.

—Esta vez fue peor y todo por Dereck.

Alexander no dijo nada, solo esperó. Así era él. Nunca me presionaba, pero siempre sabía cuándo necesitaba hablar.

—Le dije lo que pensaba sobre Dereck. Sobre cómo siempre fue un arrogante y cómo me fastidia que ahora sea la única persona en su vida. No lo tomó bien.

Alexander soltó una risa sin humor.

—¿Y qué esperabas? Le dijiste que su novio es un imbécil.

—Porque lo es.

—Sí, pero a ella no le parece.

Suspiré, recostándome contra la banca.

— No sé que hacer.

Alexander negó con la cabeza.

— Pues yo psicológo no soy pero sí muy buen cocinero.

Lo miré con una ceja levantada.

—¿Desde cuándo te gusta cocinar?

—Desde nunca. Pero seguro que me sale mejor que a ti.

A pesar de todo, solté una risa.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.