No soy el Protagonista: Reino Enano

CAPITULO 6

Año 331 - Monte de la Mujer Durmiente/Reino Motelado/Reino Enano a las afueras del Pueblo Nevaria/Reino de Forestia

"Esto es suficiente por hoy."

La voz áspera y ronca provenía de un hombre de apariencia delgada pero con brazos fuertes. Su rostro estaba enmarcado por una melena larga y roja que llegaba hasta cubrir su cuello, con trozos de nieve incrustados en ella. Su cabello, igual de largo y del mismo color, caía sobre sus hombros. Su piel, blanca como el hielo en el que estaban parados, reflejaba el frío implacable del lugar.

"Voy, padre."

La respuesta era más aguda, juvenil. El joven corrió hacia su padre, observando su figura desde la distancia. Cuando llegó junto a él, ambos permanecieron en silencio por un momento, mirando el cielo. El sol comenzaba a ocultarse, tiñendo el horizonte con tonos anaranjados y rosados que contrastaban con el frío azul del hielo.

"Vamos, ayúdame con la carretilla. Tenemos que llegar antes de que se ponga peor el clima, y no queremos enfurecer a Corin, ni tampoco llegar tarde a casa," dijo Vhy, arrojando su pico y guantes en la carretilla que estaba cargada de pequeñas piedras de color morado.

Deczi, su hijo, tomó la carretilla sin esfuerzo, a pesar del peso considerable. Caminaba junto a su padre, ambos cubiertos por gruesos abrigos de piel de oso negro, que los envolvían desde la cabeza hasta los pies, protegiéndolos del frío implacable. Sus botas, también forradas con la misma piel, crujían sobre el hielo mientras avanzaban con paso decidido por el Lago Cristalino, una vasta extensión helada que había permanecido congelada durante décadas. A lo lejos, se erguía el Monte de la Mujer Durmiente, una montaña cuya forma recordaba a una mujer acostada, sumida en un sueño eterno. Las leyendas sobre esa montaña eran innumerables, especialmente entre los enanos del Reino Montelado, cuyas fronteras colindaban con Forestia y el pueblo de Nevaria.

"Deczi, cuando lleguemos con Corin, necesito que esta vez no hables. No opines, aunque él te lo pida. Si es posible, ni respires cerca de él."

Vhy observó cómo Deczi, sin detenerse ni un instante, parecía ignorarlo. No le quedaba más que aceptar la obediencia silenciosa de su hijo. Continuaron su marcha, cruzando el lago mientras la sombra imponente del monte los vigilaba. El sol se hundía cada vez más en el horizonte, dejando el cielo de un azul profundo, apenas iluminando el camino.

Aceleraron el paso, y minutos después, agotados, llegaron ante Corin.

"¿Olvidaron que hoy el sol se oculta más temprano de lo normal?" La voz de Corin, aguda pero cargada de autoridad, resonó en el aire frío. Su figura apenas alcanzaba la mitad del cuerpo de Vhy, pero su presencia era intimidante. Tenía un rostro redondo, con una nariz larga y ancha, casi desproporcionada. Un grueso abrigo de lana de borrego verde oscuro lo envolvía, haciéndolo parecer aún más corpulento de lo que ya era.

"Lo siento mucho, Corin. Pero aquí estamos. Esto es lo que pudimos conseguir hoy," respondió Vhy con un tono que intentaba sonar convincente. "El frío se volvió más intenso cuando el sol pasó el punto medio del cielo, y eso obstaculizó nuestros movimientos."

Deczi miró a su padre de reojo, juzgándolo en silencio. Sabía que Vhy mentía. No habían recogido más piedras porque su padre había pasado gran parte del día durmiendo siestas, dejándolo a él hacer casi todo el trabajo. Esa mirada furtiva no pasó desapercibida para Corin, quien con su voz delgada pero firme, se dirigió a Deczi.

"¿Es cierto lo que dice tu padre, Deczi?"

Corin lo escrutaba con ojos agudos, buscando cualquier señal de duda o mentira. Vhy también observaba a su hijo, su mirada llena de advertencia, casi rogando en silencio que se callara.

"Sí, el aire se volvió más frío de lo habitual, y ni los guantes podían detener el temblor," respondió Deczi, su voz sonando convincente.

"Qué mentira tan grande... y convincente, Deczi," replicó Corin con una sonrisa fría.

"No te atrevas a llamar mentiroso a mi hijo, Corin," intervino Vhy, su voz endureciéndose. "Por mucho que seamos tus trabajadores, nos debes respeto."

Corin cambió su tono, volviéndose más grave mientras su mano descansaba sobre el mango de su pequeña hacha, listo para cualquier eventualidad. "Vhy, sucio y perezoso forestita, no me hables de respeto cuando tú mismo no respetas ni a tu propio hijo. Ni mucho menos a ti mismo."

Vhy intentó replicar, pero Corin, a pesar de ser más bajo, lo interrumpió con una autoridad que no podía ser ignorada. "Recuerda, y no lo olvides jamás, que este trabajo que tienes es solo porque, por alguna broma de los dioses o por pura y maldita suerte, lograste conquistar a una de nuestras mujeres y la dejaste embarazada. Si no fuera por eso, apenas tocarías esa mina donde tanto te gusta dormir y hacer trabajar a tu hijo. Y aunque no hagas nada, te pagamos unas monedas. Pero si sigues provocándome, con esta hacha te cortaría ambas manos y te enviaría sangrando de vuelta a tu miserable pueblo."

Las palabras de Corin, afiladas como cuchillas, se mezclaron con el viento gélido que comenzaba a azotar a los tres hombres, aumentando la tensión que ya colgaba en el aire.

"Y tú, Deczi, deja de mentir por un padre que solo te utiliza para su propio beneficio," dijo Corin, su voz afilada como un cuchillo al clavar la verdad en el joven. "¿Cuándo fue la última vez que estudiaste, muchacho? ¿Acaso quieres pasar toda tu vida sirviendo a un enano pendejo como yo? Te lo he dicho antes y te lo repito ahora: tienes sangre de enano en tus venas, y las puertas de nuestro reino están abiertas para ti. No te prometo que no sufrirás burlas por tu parte humana o por tu estatura, pero allí aprenderás mucho más de lo que podrías imaginar."




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