No soy el Protagonista: Tomo I

CAPITULO 4

Mis ojos se hundieron en la oscuridad del miedo, revelando lo aterrorizado que estaba. "Moriría otra vez", pensé, sintiendo el frío sudor recorrer mi espalda. Mi garganta se cerró, incapaz de articular palabra alguna. Cada fibra de mi ser estaba paralizada, el pánico atenazando mi cuerpo. El terror antiguo, ese que había intentado olvidar, volvió a envolverme con fuerza.

Fue entonces cuando la Diosa, que hasta ese momento había estado distraída con su tableta, la dejó suavemente sobre la mesa de cristal frente a ella. Sus movimientos eran gráciles, casi hipnóticos. Volteó hacia mí, con una mirada llena de compasión, pero también de un poder antiguo que no podía comprender del todo.

"No tengas miedo", su voz era suave, como una caricia en el aire. "Creo que no me expliqué bien. No serás tú el que va a morir". Me regaló una sonrisa cálida, pero en su rostro había algo inquietante, como si supiera más de lo que dejaba entrever. Con su mano delicada y perfecta, dio unas palmadas en el cojín a su lado, señalando que quería que me sentara junto a ella.

Mi cuerpo reaccionó antes de que mi mente pudiera procesar lo que estaba pasando. Me moví instintivamente, como si una fuerza invisible me empujara. Mis pensamientos seguían desordenados, tratando de entender sus palabras. El miedo seguía enredado en mis entrañas, pero ya no podía detener mis pasos. Apenas me senté junto a ella, su fragancia me envolvió, una mezcla extraña de aromas que no podía describir. Era un olor etéreo, tan fuerte que casi podía saborearlo en el aire, pero a la vez, tan ligero que se desvanecía antes de que pudiera atraparlo por completo.

"Mira", dijo la Diosa mientras tomaba nuevamente su tableta y presionaba en el centro de la pantalla. "Ahí estás tú, pero no eres tú", añadió, su tono calmado pero lleno de un misterio que me hacía sentir pequeño.

Miré la pantalla y vi la imagen. Era yo… pero no lo era. Era el cuerpo en el que había renacido. Ahí estaba, temblando de frío, perdido en sueños, completamente vulnerable. Sentí un nudo en la garganta mientras observaba la escena en silencio, incapaz de apartar la mirada.

De repente, un hombre apareció en la pantalla. Llevaba un ropaje oscuro, peludo, casi animal, de un negro profundo que absorbía la luz. Se acercó al cuerpo con pasos calculados, cada movimiento medido. Sin una palabra, sacó un cuchillo afilado, brillante bajo la escasa luz de la escena. Con la misma delicadeza con la que un artista traza su pincel sobre un lienzo, el hombre insertó el cuchillo en el cuello del cuerpo. Todo ocurrió en un segundo, tan rápido que apenas tuve tiempo de reaccionar. Con la misma precisión con la que lo había clavado, lo retiró, y el cuerpo, que segundos antes respiraba, quedó inmóvil, perdiéndose en la muerte eterna.

"Y así es como una vida más se desvaneció", murmuró la Diosa, apagando la tableta con un suave toque. La pantalla se volvió negra, y mi reflejo me devolvió la mirada. El silencio en la habitación era pesado, y aunque su voz seguía siendo tranquila, había un aire de inevitabilidad en sus palabras.

"Pero…" Mis labios temblaron, mi mente intentaba juntar las palabras correctas después de presenciar ese asesinato tan crudo. "¿Qué… qué va a pasar conmigo?" Mi voz salió débil, insegura, mientras levantaba la mirada para enfrentar sus ojos. Mi pregunta colgaba en el aire, llena de incertidumbre y miedo.

"Renacerás, como debe ser", respondió ella, sin dudar ni un segundo. Su voz era suave, pero cada palabra parecía cargada de una fuerza inquebrantable. Luego, sin decir más, se levantó con gracia y se dirigió a una puerta que hasta ese momento no había notado. Con un movimiento fluido, la abrió. Una brisa fresca, con un ligero aroma a agua y naturaleza, inundó la habitación al instante. "Ven", me ordenó con firmeza mientras mantenía la puerta abierta, su silueta esperando pacientemente a que yo la siguiera.

Con mis pensamientos aún revueltos, me levanté tambaleante y caminé hacia la puerta. Mis pasos eran vacilantes, pero algo en su presencia me empujaba hacia adelante. Crucé el umbral y me detuve en seco cuando mis ojos vieron lo que había al otro lado. Era un paisaje abrumador, como algo sacado de un sueño imposible. Un vasto terreno se extendía ante mí, lleno de miles, no, millones de fuentes de agua. Cada una tenía un diseño único, diferente de las demás, y sobre ellas, en la parte superior, había un nombre grabado, dándoles una identidad propia.

Mis pies comenzaron a moverse por su cuenta, atraídos por una fuente en particular, como si algo en mí ya supiera adónde debía ir. Al acercarme, mis ojos se posaron en una fuente que llevaba el nombre "Tierra" grabado en su cima. Justo debajo, un subtítulo: "Cascada en decadencia". Mi pecho se apretó al leer esas palabras, y sin darme cuenta, me acerqué aún más. Al inclinarme para observar el agua, mi corazón dio un vuelco. Esperaba ver una visión de la Tierra, imágenes de su gente, los paisajes, tal vez los humanos con los que había convivido… pero no había nada de eso. Lo único que vi fue una cascada común, el agua cayendo sin ningún brillo especial.

"Pareces decepcionado", dijo la Diosa, acercándose a mí con su andar elegante, como si flotara sobre el suelo. Su voz era suave, pero tenía un matiz de comprensión. Era como si ya hubiera visto esa reacción mil veces antes.

"La verdad… sí", admití, incapaz de ocultar lo que sentía. Mis expectativas habían sido aplastadas al ver algo tan simple donde había esperado grandeza.

"La cuestión es que no cualquiera puede ver lo que la fuente muestra", explicó ella con calma. "Esta fuente en particular, como habrás adivinado, es la de tu mundo original. El mundo en el que naciste, viviste… y donde moriste por culpa de aquella chica". Sus palabras eran como cuchillos que cortaban el aire con precisión. "Pero esta fuente… ya no es lo que fue. Está en decadencia, al borde de perder toda su energía, y por lo tanto, su agua. Si te fijas bien, el agua ya está contaminada. Está sucia, con musgo cubriéndola y algunos bichos repugnantes flotando. Todo esto es el resultado de su gente, de los humanos que habitan allí. Ellos han estado contaminando esta gran historia que una vez escribió el Guionista", agregó, su tono teñido de una tristeza que parecía mezclada con un toque de ira. Sus ojos reflejaban un sentimiento profundo, como si viera más allá de lo evidente.




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