AMAN
Pasaron dos días desde la visita del Rey Alto a la casa de Aman y Deczi. La rutina diaria había regresado, pero para Aman, la tranquilidad seguía siendo un espejismo lejano. Algo profundo, como una sombra que se movía en los rincones de su mente y su cuerpo, no la dejaba en paz. No saber nada de Corin ni del Rey Alto desde aquel encuentro le robaba el sueño. Las noches eran largas y llenas de insomnio, su mente atrapada en una espiral de preguntas sin respuesta.
Durante el día, Aman y Deczi salían juntos. Surtían provisiones, paseaban por el reino nevado, y aunque la nieve cubría cada rincón de la capital, había algo reconfortante en la rutina. Los enanos trabajaban arduamente para despejar las puertas y ventanas de sus hogares, sus herramientas resonando en la calma del invierno. Aman notó con algo de alivio que los murmullos y las miradas de reproche hacia ella y su hijo habían cesado. Era como si un velo de aceptación comenzara a cubrirlos, aunque no sabía qué había cambiado en esos dos días.
Sin embargo, el alivio era fugaz. Aman podía sentir que Deczi compartía su inquietud. Los días transcurrían, pero la incertidumbre seguía ahí, como una presencia constante. Una noche, mientras yacía en su cama sin poder conciliar el sueño, el peso de su preocupación se volvió insoportable. Se vistió con sus prendas más abrigadoras, arropándose contra el frío invernal, y salió de casa en silencio, sin avisar a su hijo.
"¿Por qué Corin no ha venido desde esa visita? ¿Habría ocurrido algo malo?" El pensamiento resonaba en su mente, una y otra vez, mientras caminaba sobre la nieve que crujía bajo sus pies. Su mirada se fijaba en las huellas que dejaba atrás, como si esas pisadas pudieran llevarla a respuestas.
El aire era frío, cargado con un leve aroma a madera quemada y especias que venía de las chimeneas y cocinas cercanas. Las estrellas brillaban en un cielo despejado, pero no lograban iluminar las sombras de la incertidumbre que la rodeaban. Aman avanzaba con determinación, su respiración visible en el aire helado, mientras la silueta del castillo del Rey se perfilaba a lo lejos.
A su paso, la vida nocturna del reino mostraba un contraste curioso con los recuerdos de su juventud. Enanos jóvenes paseaban tomados de la mano, sus risas resonaban como campanas alegres en la noche. El paisaje nevado parecía más vivo que nunca, como si las generaciones actuales hubieran aprendido a disfrutar de la seguridad que el reino ofrecía. Los soldados permanecían en cada esquina, vigilantes como siempre, herencia del Rey Alto anterior, quien había instaurado medidas estrictas para garantizar la protección de su pueblo.
Aman los observaba de reojo, su mente dividida entre la admiración por la tranquilidad que brindaban y la desazón de no saber qué podía estar sucediendo tras los muros del castillo. En su interior, se debatía entre la esperanza y el temor. ¿Y si no volvía a ver a Corin? ¿Y si algo había salido mal?
Mientras caminaba, el viento le rozaba el rostro, gélido pero vigorizante. Le recordaba por qué había salido: necesitaba respuestas. No importaba lo que encontrara en el castillo; lo que no podía soportar era seguir en la incertidumbre.
El camino hacia el castillo del Rey Alto no era precisamente corto, y la fría brisa nocturna comenzaba a calar en el rostro de Aman. El aire, helado y nítido, parecía casi tangible mientras le acariciaba las mejillas, haciéndolas arder con un leve enrojecimiento. A medida que avanzaba, aceleró el paso, deseando llegar pronto, pero con cada pisada en la nieve blanda, las memorias del pasado parecían despertar en su mente, tan frescas como el aire que la rodeaba.
Recordó cómo, de niña, solía caminar por esos mismos senderos de la mano de su padre. En esos días, el mundo le parecía mucho más grande y lleno de magia. Las antorchas de las calles iluminaban el camino empedrado, proyectando sombras largas y danzantes en la fría piedra. La luz de las lunas gemelas brillaba intensamente, bañando la majestuosa montaña que rodeaba la capital. Su padre le había contado una vez que, bajo esa luz plateada, la montaña parecía una mujer dormida. La niña que había sido Aman se maravillaba con esa idea, imaginando que la montaña misma respiraba mientras descansaba bajo el cielo estrellado. Ese recuerdo trajo un cálido cosquilleo a su pecho, una sensación reconfortante que le arrancó una leve sonrisa, incluso mientras la preocupación seguía acechando en los rincones de su mente.
El crujir de la nieve bajo sus botas y el eco lejano de voces animadas la devolvieron al presente. Al pasar frente a una taberna iluminada, las risas profundas y las voces roncas de los enanos borrachos llenaron el aire. Desde el interior se escuchaban canciones de camaradería, acompañadas por el golpeteo de jarras de cerveza chocando entre sí. Aman se detuvo un momento frente al lugar, y una nueva memoria se deslizó en su mente. Recordó una noche de su juventud en la que su madre y ella habían tenido que ir a buscar a Corin y a su padre. Habían salido a beber juntos, como era su costumbre, y su madre los había sacado casi arrastrándolos por las barbas. Su madre, normalmente tranquila, estaba furiosa esa vez, y Aman la recordaba regañándolos con tal vehemencia que parecía que el mismísimo aire temblaba a su alrededor. Corin, sin embargo, no había hecho más que reírse. Su carcajada resonaba aún en su memoria, burlándose descaradamente de su padre, quien parecía más preocupado por las consecuencias que por el regaño en sí.
Aman sonrió con nostalgia, pero el momento fue efímero. Mientras continuaba caminando, sus pensamientos comenzaron a nublarse nuevamente. Notó algo que no había hecho en mucho tiempo: salir sola y caminar por las calles sin rumbo fijo. Había sido algo tan común en su vida antes de casarse con Vhy, pero desde que se había mudado con él, esas pequeñas libertades se habían desvanecido. El peso de ese pensamiento cayó sobre ella de repente, como un copo de nieve que, aunque ligero, se siente frío y denso al tocar la piel. Se mordió el labio con fuerza, tratando de contener la oleada de emociones que la invadía, pero las dudas se colaron en su mente.
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fantasia, fantasia oscura, isekai o reencarnación en otro mundo
Editado: 12.12.2024