No soy el Protagonista: Tomo I

CAPITULO 18: SERG DOH

"Vaya, jamás pensé que lo lograría, pero lo hizo," comenzó Achi, con una mezcla de sorpresa y orgullo contenida en su tono, mientras tamborileaba los dedos contra la madera del carruaje. La vibración de las ruedas sobre el terreno irregular acompañaba sus palabras, un recordatorio constante del terreno que recorrían. "Nos costó que algunos hombres fueran ofrecidos como comida, pero el trato se cerró. Hubiera sacrificado a más si eso significara que tuviéramos más de esa fuerza bruta. Pero lo logró. Diez hombres bestia... Diez, mi Lord. Es algo que yo ni en mis mejores días habría podido negociar. Tengo que admitir que fue una sorpresa grata."

Lord Doh, sentado con la espalda recta y los dedos jugueteando con una copa de metal llena de vino, escuchaba en silencio. Sus ojos, oscuros y calculadores, reflejaban el ligero movimiento de la luz que entraba a través de las pequeñas rendijas del carruaje. Aunque no dijo nada de inmediato, su semblante dejaba claro que compartía la satisfacción de Achi.

Habían pasado seis días desde que Deaduerte había regresado solo, acompañado de diez hombres bestia. Una misión suicida en cualquier otro contexto, pero no para alguien como Deaduerte. Lord Doh sabía que la negociación había sido un éxito rotundo, y no le importaba en absoluto que algunos hombres hubieran servido como "ofrendas". Para él, eran herramientas prescindibles, simples piezas en su intrincado juego de poder. El beneficio de contar con diez bestias como esas bajo su mando lo superaba todo. Ahora estaban a tan solo un día de Nevaria, un lugar cargado de tensiones, secretos y, para Lord Doh, oportunidades.

Mientras avanzaban, Doh no pudo evitar notar cómo algunos arbustos y árboles parecían moverse de forma antinatural a medida que se acercaban. Sus ojos se entrecerraron. Enanos informantes, pensó con desdén. Los pequeños bastardos estaban vigilando, como siempre. Pero no hizo nada para atraparlos. Había algo casi placentero en la idea de dejarles reportar lo que habían visto: que entre los humanos había hombres bestia. Doh sabía que aquello causaría temor y confusión en Montelado, y la sola imagen le dibujó una ligera sonrisa en los labios.

"Sí," respondió finalmente Doh, su voz baja pero llena de autoridad, como un trueno lejano. "Deaduerte superó mis expectativas. Por eso lo hice tercero al mando. Aunque..." Sus ojos se desviaron hacia Achi, observándolo detenidamente. "Veo que esa decisión no te hizo particularmente feliz."

Achi giró la cabeza lentamente hacia la ventana del carruaje, su perfil iluminado por los débiles rayos de luz que atravesaban las cortinas. Una sonrisa apenas perceptible se formó en su rostro, pero no era una sonrisa de alegría; era la sonrisa de alguien que prefería guardar sus pensamientos para sí mismo.

"Veo que estás de buen humor," comentó Doh, tomando un sorbo de su copa y disfrutando del sabor ácido y terroso del vino.

"El frío es un hijo de puta, mi Lord," respondió Achi, dejando escapar una carcajada que resonó dentro del carruaje. "Pero solo imaginar destrozar algunos cráneos de enanos me pone de buen humor." Su risa se intensificó, como si realmente pudiera visualizar la escena con un placer casi infantil. "Además," continuó, frotándose las manos como si intentara calentarlas, "será la primera vez que vea en acción a estas bestias."

Doh arqueó una ceja, con una expresión que oscilaba entre la diversión y el desdén. "¿Jamás las has visto matar?" preguntó, su tono burlón, casi despectivo.

Achi negó con la cabeza, pero su sonrisa no desapareció. "No. Pero con solo mirarlas... tengo que admitir que hasta yo siento algo de miedo. Pobre desgraciado el que caiga en sus garras o termine entre sus fauces."

El carruaje avanzaba a paso firme, el crujir de las ruedas mezclándose con el sonido ocasional del viento que se filtraba por las rendijas. El aire estaba cargado de humedad y un olor terroso, como si la tierra misma anunciara la cercanía de algo ominoso. Por un momento, los dos hombres guardaron silencio, sumidos en sus propios pensamientos.

Achi observaba por la ventana, notando cómo los árboles se volvían más densos y las sombras más profundas. En su mente, el temor que había confesado sobre las bestias luchaba con su propia ambición. Sabía que su lugar como segundo al mando estaba asegurado, pero no podía evitar sentir una punzada de celos hacia Deaduerte. Él, el gran Achi, un guerrero con cicatrices y experiencia, no había sido quien trajo a los hombres bestia. Esa pequeña grieta en su orgullo era como una astilla que no podía sacar.

Lord Doh, por su parte, jugaba con la copa en sus manos, sus pensamientos mucho más oscuros. No le preocupaba la moralidad de sus acciones, ni el destino de los enanos, ni siquiera la estabilidad de su propio grupo. Todo era secundario frente a su deseo de poder absoluto. Los hombres bestia eran solo una pieza más en su tablero, pero una pieza crucial.

De repente, una voz fuerte resonó desde fuera del carruaje, cortando la introspección de ambos hombres. El ruido de las ruedas se detuvo bruscamente, y el carruaje se inclinó ligeramente hacia un lado al detenerse.

"¡Alto!" gritó alguien, su voz cargada de urgencia.

Doh y Achi intercambiaron una mirada rápida, ambos preparados para lo que fuera que estuviera ocurriendo afuera.

"¿Por qué nos detenemos?" rugió Achi, su voz cargada de molestia y un toque de agresividad que hacía eco en el interior del carruaje. La irritación en sus palabras se reflejaba en la fuerza con la que cerró su mano sobre el pomo de su daga, como si estuviera dispuesto a desquitar su frustración en cualquier cosa que se interpusiera en su camino.




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