No soy la villana

Aliados

Por la mañana una criada había entrado para ayudarme a vestirme, me había lavado las manos llenas de tinta, parecía muy seria, quizás era buena idea tener ayuda de alguien de aquí.

Tras estar lista, reviso que la hoja quede bien guardada, sonrío antes de salir de ahí. Bajo con cuidado, este maldito coso era horrible, sentía que tropezaría con tanto encaje, sin duda alguna tendría que imponer moda usando pantalones, ese sería mi primer acto de rebeldía.

- Lydie –saluda mi padre con la sequedad del mar muerto.

- Padre –respondo de la misma manera–, madre –ni siquiera la había mirado, me había sentado sin más–, hermano mayor –le sonrío, si jugaba bien mis cartas, el primer aliado en esta casa sería mi hermano, necesitaba su apoyo contra los deseos de nuestros padres.

- Estás muy animada hermanita, ¿acaso será por Bénézet, las vacaciones fueron largas –me mira desafiante.

- No es por eso, decidí que haré nuevos amigos, eso me emociona –me encojo de hombros sonriendo.

- ¿Y qué pasa con los jóvenes Durand, Fournier y tu prima, Adelaine? –pregunta mi madre contrariada.

- Ellos no son de confianza –me encojo de hombros restándole importancia–, de todos modos, ¿no es mi padre él que a cada rato se queja del duque y del marqués sobre no ser personas confiables? Pues lo mismo para sus hijos, y Adelaine también es como ellos, traicioneros y desleales –me encojo de hombros mientras como, la fruta estaba muy buena.

- ¡Lydie! –un golpe en la mesa me hace dar un respingo por el miedo, temblaba por inercia, tenía mucho, mucho miedo. Por reflejo cubro mi cabeza esperando el primer golpe, pero eso no pasa. Con algo de miedo me atrevo a mirar a través de mis brazos y veo a todos desconcertados por mi reacción, bajo lento las manos, inhalo profundo intentando calmarme.

- Padre no te pegaría –susurra mi hermano, por primera vez veo preocupación en sus ojos.

- Lo siento, tuve un mal sueño anoche y ese ruido me lo recordó –me excuso, miro la comida y el hambre se ha ido–. Estoy lista para la escuela –dejo la servilleta en su lugar, bajo y sin más salgo del comedor, tomo mi mochila y salgo, el cochero me ayuda a subir, esto era muy genial, ya saben, el carruaje, los caballos y el conductor, eso me había hecho olvidar el horrible momento en el comedor, suponía que tener todos mis recuerdos significaba que tendría episodios así, suspiro, estaba segura que eso me ayudaría a recordar lo que no permitiría.

- ¿Segura estás bien? –la voz de mi hermano me hace dar un salto, había olvidado que él también asistía a la academia.

- Sí, fue un mal sueño, casi lo sentí real, por eso reaccioné así –él asiente, no podía decirle la verdad, seguro creería que me estaba volviendo loca y no sabía si aquí había clínicas psiquiátricas pero no me iba a arriesgar a saberlo.

- Sí le respondes así a Bénézet, entonces creeré que vas a cambiar ‒asiento, no sería difícil, el recuerdo de él juzgándome y tratándome peor que a la peste, era suficiente para querer golpearlo.

- Ya verás ‒sonrío segura, miro por la ventana y me maravillo por el paisaje, sin duda alguna, era una bella época.

Tras unos largos minutos, que me imaginó ya que no tengo un reloj con el cual medir el tiempo; nos detenemos frente a una enorme edificación de color gris claro, brillaba mucho y no sabía si era un efecto del sol, las banderas de color dorado y azul o quizás es que tienen algún acabado que no puedo ver bien.

- Gracias ‒le susurro al cochero mientras le sonrío, debía ser amable, según recordaba, él había sido bueno con Lydie.

- Un placer señorita, que tenga un gran día ‒dice con una suave sonrisa, asiento caminando hacia la entrada, Theo venía cerca, quería reír por como muchas chicas se le quedaban viendo, suponía que había cosas que no cambiaban a pesar de las diferentes épocas.

A lo lejos veo a alguien agitar su mano, me toma unos segundos darme cuenta que era Adelaine, miro a otro lado como si me hubiesen hablado en un intento de ignorarla. Sonrío feliz al ver a Roselyn Lefebvre de la casa Foix-Grailly, seguía sintiendo raro al recordar todos esos nombres, pero era algo que no podía evitar.

- Buen día señorita Lefebvre ‒digo suave, debía seguir los protocolos más por obligación que por gusto.

- Duquesa Chevalier ‒hace una pequeña reverencia, niego suave.

- No es necesaria la reverencia –susurro algo cohibida–, ¿cómo estás? ¿O es cómo esta? –rasco mi cabeza dudosa, debía tener tanta confianza como para tutearla.

 - Esta bien si me habla de tú –sonríe divertida, tenía una muy bonita sonrisa.

- Entonces también háblame de tú, ¿sí? –la miro con ojitos de gato, si no saben a qué me refiero, es al gato con botas de la película de Sherk, extrañaría ver películas.

- Esta bien, como quieras señorita Chevalier –niego divertida.

- Sólo Lydie, y yo te diré Roselyn, no, mejor Rosie, suena bonito, ¿verdad? –la veo reír bajito y asentir, me sonrojo con ganas, ella era mi primera amiga, así que no sabía como actuar.

- Esta bien Lydie –muerdo mi labio negando, todos me llamaban así, debía buscar un apodo.

- Dime Ly, así seremos más cercanas –ella me mira con sorpresa pero asiente–. Perfecto –tomo suave sus manos y las aprieto con emoción–, ahora somos amigas para siempre –ella me mira con desconcierto antes de asentir, seguro creía que estaba loca, al menos yo lo haría si alguna chica viniera de la nada y me dijera algo como lo que yo dije.




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