No soy la villana

Un nuevo inicio

Lydie:

- Estaremos pronto en el lugar, señorita ‒escucho a Frank decir desde afuera, con suavidad despierto al pequeño.

- Bastián, vamos pequeño, te daré un baño, seguro te gustaría ‒bosteza y me mira con sus grandes y tristes ojos, asiente.

Frank se detiene, todos bajan antes para ayudarme.

- No ‒chilla aferrándose a mí, no quería que mi hermano lo cargara.

- Tranquilo bebé, no podré bajar contigo en brazos, nos caeremos ‒le digo suave.

- Si me permite señorita ‒siento como Frank nos alza y pone en el suelo.

- Gracias Frank ‒río bajito‒, Rosie, me traes esa maletita ‒señalo la bolsa, ahí había puesto todo para el baño.

- Claro ‒la toma y camina conmigo al lago, era precioso, hacia sol y el agua ya no estaría tan fría.

- Tu men ‒había conseguido quitarle la ropa, mi idea era meterlo en la orilla y ahí bañarlo, pero no quería.

- Esta bien ‒me quito la parte de arriba del vestido, me quedaría en camisón, nos acerco al agua y tras comprobar que el agua estaba buena, nos meto al agua, nos siento en la orilla y comienzo a mojarnos, no había manera de no mojarme yo.

Tomo el jabón y comienzo a lavar su cabello suave, después su piel, seguro los moretones eran por caerse en aquella oscuridad.

- Monito ‒señala al cielo, sonrío, lo era.

- Sí, y lo verás siempre, jamás volverás a ese horrible lugar, a dónde te llevaremos te mantendrán a salvo siempre, vivirás feliz y pleno ‒beso su cabeza, termino de lavarlo y con cuidado salgo del lago, lo envuelto en una toalla y lo seco suave, se veía mucho mejor‒. Eres muy lindo, serás muy guapo al crecer ‒digo mientras comienzo a vestirlo, la ropa de mi hermano le quedaba grande a pesar de que era ropa de cuando tenía cuatro años, la misma edad.

- Monita ‒acaricia mi mejilla, quería abrazarlo y no soltarlo jamás, era la cosita más adorable del mundo, y no sufriría jamás.

- Si ya terminaron ‒la voz de Étienne me hace girarme, se queda quieto mientras me mira con sorpresa, ¿había hecho algo mal?

 

Étienne:

Me había acercado para apresurarlas, sin embargo, no esperaba encontrarla mojada, su camisón era casi traslucido por el agua, ella ni siquiera era consciente de eso cuando se giro a verme, me giro con rapidez sintiendo mis mejillas rojas, era algo tonto, éramos niños aún, pero bueno, seguía siendo algo indecoroso, ni siquiera a Rosie la había visto en camisón.

- Ly, moja ‒escucho la voz del pequeño.

- Es verdad, debes cambiarte ‒dice Rosie, de reojo veo como se acerca con una toalla. Tras unos minutos informa que esta lista.

- Debemos irnos, o la noche nos atrapara –digo sin girarme, camino hacia los demás, sin duda éramos un grupo dispar, tres niños de seis años, uno de once, un adolescente de quince y un hombre de treinta y algo, además del pequeño de cuatro años.

- Todo listo –la veo acercarse con el pequeño en brazos, se veía mejor ahora, al menos ya parecía un ser humano.

Subimos al carruaje y seguimos el viaje, durante el trayecto ella le cantaba y jugaba con él, además de asegurarse que comiera cada cierto tiempo y tomara agua, lo trataba con tanta delicadeza y ternura, que era imposible no verla interactuar con él, Bastián parecía muy cómodo entre sus brazos, es como si hubiese encontrado su hogar.

Llegamos a Conswhile cerca de las tres, habíamos dejado el carruaje en un callejón, Lydie iba liderando el camino, no entendía cómo alguien tan pequeña conocía tantas cosas.

- Aquí es –señala una vieja posada, entramos tras Cael, me sorprendo de su interior, era muy acogedor.

- Vaya, vaya, ¿están perdidos niños? –dice una mujer cerca de los cincuenta.

- No, estamos buscando al señor Fontaine, es importante –la mujer pone cara de sorpresa–, dígale que tiene que ver con la casa Borbón-Maine.

- Para ser tan pequeña, hablas como una adulta –ella se limita a asentir–, ya le llamo –la veo irse, ella parece suspirar con alivio.

- ¿Quieres que lo cargue ahora que se durmió? –pregunta Theodore, ella niega.

- Se podría asustar en caso de que se despierte –asiente, miramos en dirección a donde se fue la mujer, tras unos minutos veo entrar a un hombre cerca de los cuarenta y algo.

- Oí que me llamaron –dice con voz grave.

- Monsieur Fontaine, me presento, soy Lydie Chevalier de la casa del duque Marbot, y necesito su ayuda para cuidar y proteger al segundo príncipe, él –señala al pequeño en sus brazos, estaba sorprendido por todo, por lo que sabía, por como actuaba.

- Vaya, esto es una enorme sorpresa –hace una seña para que lo sigamos, ella asiente y hace como pide, los seguimos sin dudar–. Ahora sí, dime que pasa –ella asiente mientras empieza a relatarle lo que hicimos, quién es el niño y porque lo trajo aquí.

- Sé que fue expulsado del imperio por oponerse al emperador, por eso creo que usted es la persona indicada –la mira con fijeza durante un largo rato, suspira y asiente rascándose la cabeza.




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