No soy la villana

La propuesta

Étienne:

Si algo no pasaba en valde era el tiempo, y eso podía verlo en ella, cada año que pasaba se volvía más bonita, se movía con una elegancia natural, y a pesar de ese aire aristocrático que la acompañaba, siempre que veía a Rosie su aura cambiaba por completo, era una chiquilla cualquiera, algo que parecía molestar a los duques de Marbot.

- Mi padre me ha regañado por hablar con ustedes, él quiere que sólo hable con ustedes ya saben, como si eso fuera a pasar ‒Rosie asiente, yo no entendía nada la mayoría del tiempo, es como si ellas compartiesen un secreto y yo quedaba al margen.

- ¿Debes ir mañana al palacio? ‒la veo tensarse, al parecer lo había olvidado.

- Por desgracia ‒suspira con pesar‒, estoy segura que intentaran dejarme a solas con su alteza imperial ‒rueda los ojos, el disgusto era casi palpable‒, y él volverá a preguntar porque no quiero casarme con él y en fin, intentaré ignorarlo, como siempre ‒se encoge de hombros, a sus diez años sus rasgos se habían vuelto finos, parecía una preciosa muñequita, una que querían mover a su antojo.

- Ojalá algún día coincidamos en palacio, así no te dejare sola con él ‒Lydie sonríe y la abraza.

- Yo sería muy feliz de tenerlos ahí ‒no sabía si era buena por naturaleza o sólo omitía mis malos tratos por todo lo que habíamos pasado.

- Oh, traje esto ‒se gira y toma su mochila, saca unas bolsitas‒, ayer mi nana me enseñó a hacer galletas y quería que las probaran ‒nos extiende una bolsa a cada uno, se veían bien, a ver que tal sabían.

Abro la bolsa y muerdo un trozo de una, era mejor en caso de que no estuvieran buenas. La miro con sorpresa, estaban ricas.

- Vaya, te han quedado buenas ‒digo sincero, ella sonríe tras suspirar.

- Es verdad, son deliciosas ‒dice mi hermana animada, ella se sonroja ante los halagos.

- Gracias, le he pedido que me enseñe a hacer postres, como planeo no casarme con Bénézet, bien podría abrir una panadería ‒ríe bajito, ambos asentimos, si no hacía lo que sus padres querían, estaba seguro que la desheredarían, aunque era muy consciente que su hermano no la dejaría desamparada, era demasiado protector con ella, y a Lydie no parecía importarle, más bien parecía feliz, y otra vez parecían compartir algo que yo desconocía por completo.

 

Lydie:

A pesar de no querer, mi madre me había vestido con lo mejor que había encontrado y ahora viajaba junto a mis padres hacia el palacio imperial, íbamos por solicitud de Bénézet y claro que mis padres estaban encantados con ello, me perfilaba como la candidata a princesa heredera más fuerte, por mi linaje y por el interés del príncipe, uno que no quería.

- Los duques Chevalier de la casa Marbot están aquí ‒un hombre nos anuncia en cuanto llegamos, me ayudan a bajar del carruaje y caminamos al salón imperial.

- El sol de nuestro imperio ‒hago una reverencia hacia el emperador‒, y la luz maravillosa de este imperio ‒ahora la hago hacia la emperatriz‒, un saludo al futuro de este maravilloso imperio ‒sonrío con falsedad mirando a Bénézet, quería ir a casa, era una lástima que mi hermano no pudiera venir.

- Que señorita tan educada ‒dice la emperatriz con júbilo, si supiera que lo hago para evitar que me maten siendo tan joven, no diría lo mismo‒. He preparado el té en el jardín, estoy segura que nuestra señorita le gustara el té de rosas ‒asiento sin dejar de sonreír con falsedad, odiaba el té de rosas, solía tomarlo siempre que estaba aquí en mi vida pasada.

Caminamos hacia el jardín, me había quedado en completo silencio mientras los adultos hablaban, no dije más que monosílabos cuando Bénézet me hablaba de algo.

- Es un lugar precioso, ¿no lo crees cariño? ‒mi madre cepilla suave mi cabello, era buena fingiendo que me quería.

- Lo es ‒tomo una galleta y la mastico lento, eso me evitaba tener que hablar.

- Maravilloso, ¿por qué no le muestras las nuevas flores hijo mío? ‒trago con dificultad ante eso último, lo que menos quería pasaría.

- Claro madre ‒se pone de pie y me extiende la mano, le dedico una sonrisa de boca cerrada, coloco mi mano en la suya y comenzamos a alejarnos de los adultos.

Una vez que los pierdo de vista retiro mi mano, las entrelazo detrás de mi espalda, podía ver la confusión en su rostro.

- ¿Pasa algo? ‒se gira a verme, nos habíamos detenido junto a los lirios, eran muy bonitos.

- Nada, ¿por qué pregunta alteza? ‒me acerco a los jazmines, entre más lejos estuviera, mejor.

- ¿Por qué soltaste mi mano?, ¿he hecho algo para que no me quieras cerca? ‒me giro a verlo, mi corazón da un salto, se parecía mucho al chico del pasado, ese que me quería, o al menos eso parecía.

- Nada su alteza, es sólo que no deseo ser candidata a princesa heredera, y es mejor de esta manera, ya sabe, poniendo distancia entre nosotros ‒digo con toda la calma del mundo.

- Nos conocemos desde niños, creí que deseabas ser mi esposa ‒sonrío de lado, en otro tiempo sí, pero ahora sólo quería vivir.

- Sí, quería serlo, pero ahora ya no, ni su esposa, ni su amada ni futura emperatriz, no quiero ser nada de usted y la familia imperial ‒lo veo dar un respingo por la sorpresa.




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