No soy la villana

El internado

Lydie:

- ¿Qué? ‒miro a mi padre con sorpresa, no podía creer lo que había dicho‒. ¿Es un castigo por negarme a casarme con el príncipe? Si tanto quieres una boda, cásate tú ‒lo veo alzar su mano, mi hermano se pone frente a él.

- Te prohíbo ponerle una mano encima a mi hermana ‒dice serio, a sus quince años era más alto que mi padre por unos centímetros, sin embargo, mientras nuestro padre se hacía viejo, mi hermano se volvía más fuerte.

- ¿Has oído como me ha hablado? ‒le veo ponerse rojo del coraje.

- Ella tiene razón, no podéis obligarla a casarse si no quiere ‒se cruza de brazos, quería abrazarlo y decirle lo mucho que lo amaba.

- Entonces se irá al internado, veamos si no cambias de idea ‒se gira, suspiro, sin importar que dijera o hiciera, no tenía escapatoria.

- Lamento no poder hacer nada al respecto ‒se gira a verme, lo abrazo negando.

- Mucho hiciste no permitiendo que me pegara, me dio miedo, siento que es algo que no se irá jamás ‒cepilla mi cabello lento.

- Ni él ni nadie se atreverá a ponerte una mano encima, si llegasen a tocarte un solo cabello, te juró que soy capaz de cortarles las manos ‒sonrío, era tan tierno cuando se ponía en modo sádico.

- Gracias, antes de empacar iré a visitar a Rosie, voy a decirle que me voy ‒hago una mueca de desagrado.

- Ve con cuidado, yo te cubro ‒me guiña un ojo, sonrío alejándome de él, salgo sin que nadie me vea, saludo a Frank antes subirme sin ayuda, algo a lo que él ya está acostumbrado, así como la ubicación.

Nada más llegar bajo dando un brinco, me acerco a la puerta y tras arreglar mi vestido, llamo a la puerta.

- Bienvenida señorita Chevalier, adelante ‒saluda Susan, la sirvienta y nana de los gemelos, asiento sonriendo antes de entrar, era tan común que me escapara y viniera, que no les era raro verme llegar de repente.

Voy a la pequeña sala, ahí esperaría a Rosie.

- Señora Lefebvre, buenas tardes ‒hago una reverencia, la mujer era amable y por demás inteligente, yo solía decirle a los gemelos que su madre brillaba mucho, ellos sólo se reían por mi extraña definición.

- Ly, que gusto verte por aquí, ahora baja Rosie ‒acaricia mi cabello, asiento.

- Es un gusto verla señora ‒sonrío con sinceridad, iba a extrañar esto, la señora Lefebvre era una madre con todo aquel que lo necesitara, por eso pasaba mucho tiempo aquí, me gustaba creer que era parte de esa preciosa y amorosa familia, si no fuera por Theo creo que habría enloquecido.

- Ly, ¿ha pasado algo? ‒sonrío de lado, ella me conocía muy bien, seguro había visto algo en mi expresión que la alerto, asiento.

- Las dejo, cualquier cosa, no duden en pedirlo ‒besa la cabeza de Rosie antes de salir de la salita.

- Sí, mi padre me enviará a un internado en Inglaterra en vista de que me negué de nuevo a casarme con Bénézet ‒suspiro con fastidio­‒, quería verte antes de irme, voy a escribirte siempre que pueda, lo prometo ‒aprieto suave sus manos, nos abrazamos mientras lloramos, ella era como una hermana‒. No sé cuánto tiempo este ahí, pero si son más de tres años, por favor, por favor, no te vuelvas amiga de Nadine, sé que es egoísta de mi parte pedírtelo, pero si te pierdo a ti, no tendría un soporte ‒veo su cara de sorpresa.

- Después de lo que me contaste de ella, ¡jamás sería amiga de una persona tan cruel y ruin como ella! ‒su cara indignada me hace sonreír.

- Gracias Rosie ‒la abrazo con fuerza‒, eso me tranquiliza mucho.

- ¿Has pensado que harás en ese lugar? ‒pregunta mientras Elena deja té y galletas.

- Sí ‒espero a que Elena se vaya para seguir hablando‒, estoy muy segura que querrán enseñarme todo para ser una buena emperatriz, y como todo eso ya lo sé, lo haré tan mal de una manera que se sienta natural, que seguro terminan por descartar ‒la miro con orgullo por mi plan, ella ríe bajito de acuerdo.

- Seguro serás la peor. ‒Ambas comenzamos a reír, asiento.

Miro como la puerta se abre y entra él, el gemelo mayor, si bien no éramos los mejores amigos, al menos contaba con que no me fuese a traicionar, al menos no haría algo que entristeciera a su hermana.

- Hola monsieur Lefebvre, vengo a despedirme ‒si bien ya no me exigía llamarlo por su apellido, prefería hacerlo, por cualquier cosa.

- ¿Despedirte? ‒su cara de sorpresa me pillo con la guardia baja.

- Sí, mi padre ha decidido enviarme a un internado en Inglaterra con la esperanza de que me hagan cambiar de opinión y que acepte de buena gana casarme con el príncipe ‒ruedo los ojos‒, a mi padre no le gusta la idea de que me vuelva independiente, abra mi cafetería con pastelería y críe muchos gatos ‒me encojo de hombros, lo veo sonreír y negar.

- Debes ver el lado positivo, no tendrás que verlo por un buen rato ‒asiento, no había pensado en eso.

- Es verdad, quién sabe, capaz que se enamora de Nadine en ese tiempo ‒miro a Rosie con cara de espanto, ella parece darse cuenta de su desliz y se queda callada.




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