No soy la villana

Como mala, la peor

Lydie:

- Así no miss Lydie, de adentro hacia afuera ‒era la tercera vez que la maestra de etiqueta imperial me regañaba.

- Lo lamento, lo haré de nuevo ‒podía ver una vena saltarle de la frente, solía empezar de manera adecuada y después lo estropeaba.

- Miss Lydie, ese no es el tenedor de ensaladas ‒dice con los dientes apretados, evito reírme de su frustración.

- Lo lamento ‒digo con fingida pena‒, si me deja, puedo intentarlo de nuevo ‒ella niega intentando no gritarme.

- Continuamos después, ¿por qué no va con su maestro de baile? ‒asiento mientras me pongo de pie, a propósito golpeo la mesa, claro que parece un accidente de alguien torpe.

- Lo lamento, una disculpa ‒digo varias veces antes de salir, comienzo a reír cubriéndome la boca, camino a la siguiente clase de la tarde, baile, seguro el profesor me odiaba a estas alturas, lo había pisado tantas veces que podía ver el miedo en sus ojos cuando llegaba la hora.

- Miss Chevalier ‒dice con una sonrisa fingida‒, en esta ocasión le he traído a un compañero, así puedo guiarla mejor ‒señala a un chico, le calculaba unos dos años más que yo.

- Caballero ‒hago una reverencia, se acerca y colocamos las manos en posición‒, una disculpa si llego a pisarlo, no soy muy diestra ‒finjo sentir pena por él, al mismo tiempo, le hacía creer que estaba siendo modesta.

- Estoy segura que sólo está siendo modesta ‒le sonrío con dulzura.

- Vamos, un, deux, trois ‒dice antes de aplaudir, la música comienza a sonar y por consiguiente, comenzamos a movernos, tras unos cuantos segundos piso su pie, él hace un gesto de dolor pero no dice nada, de reojo observo al profesor suspirar de alivio ya que no es él.

Los siguientes minutos fueron más de lo mismo, cada que lo pisaba no dejaba de deshacerme en disculpas, el pobre chico sólo negaba y me decía que no pasaba nada.

- Lo siento Andrew ‒digo apenada, él me sonríe incómodo y gracias al cielo el profesor detiene esta masacre.

- Es todo por hoy, nos vemos mañana miss Chevalier ‒asiento, más tarde que pronto tanto Andrew como el profesor salen corriendo de la sala, río bajito, de verdad lo sentía mucho por el chico, no se merecía esta tortura.

Estaba segura que le enviarían una carta a mi padre diciéndole que no estaba progresando a pesar de haber pasado ya un año, como sabía de antemano cada cosa, podía hacerla mal sin levantar sospechas, los pobres profesores sólo veían a una chica torpe e incluso, podría jurar que creían que era una imbécil descerebrada, algo que me daba mucha gracia.

Camino hacia mi habitación, por suerte no tenía que compartirla con nadie más, los privilegios del dinero.

El fin de semana llegó correspondencia, era de Rosie y Theo.

            Querida Lydie:

Nuestro padre esta furioso porque no progresas, dice que tiras a la basura su dinero, si tan sólo supiera que lo haces a propósito, seguro te iría mal llegando a casa, por ahora sólo cree que eres estúpida y que Dios lo maldijo contigo, no sé cómo me aguanto las ganas de reírme en su cara.

Eres increíble, pero teniendo el conocimiento previo te resulta más fácil, ojalá estuviera allá para ver ese enorme desastre, pero por ahora me quedo con las imágenes mentales.

Sigue siendo tan torpe como hasta ahora, padre ha dicho que si no mejoras te traerá de regreso y hará que las encargadas del palacio te eduquen, todo será en vano porque aquí seguro sería peor, ¿te imaginas a esas estiradas mujeres contándole con lujo de detalle a la emperatriz? Estoy seguro que esta vez nuestro padre si se muere.

Te echo mucho de menos Ly, ojalá vuelvas pronto, un abrazo afectuoso, tu hermano favorito, Theo.

Sonrío, también lo extrañaba, a Rosie y Étienne, quería volver y que todo fuera como cuando me fui, pero para eso faltaba tiempo, a saber cuánto.

 

Étienne:

Rosie solía contarme acerca de las cartas de Lydie donde relataba sus aventuras, ella hacía todo mal a propósito, siempre terminaba regañada o en problemas con su padre, pero a ella no le importaba y relataba con orgullo aquello.

Así pasaron cerca de cuatro años, hacia más de uno había llegado una chica nueva, Nadine de Monteil de la casa del vizconde Adhémar, había perdido a sus padres en un terrible incendio y ahora estaba bajo la tutela de la marquesa Dreux.

- No sé porque siempre la ignoras ‒le susurro a mi hermana al ver su frío saludo.

- No me agrada, eso es todo ‒se encoge de hombros restándole importancia, estaba segura que tenía que ver con Lydie, la razón la desconocía pero algo me decía que era eso.

Fue casi al final del verano que me sorprendió una visita inesperada.

- Hola monsieur Lefebvre ‒dice una muy sonriente Lydie, lucía serena. No pude evitar mirarla por una gran cantidad de tiempo, la última vez que la había visto era una niña, y ahora era una señorita, era más alta, su cuerpo ya estaba definido, su cabello se había vuelto más largo, lo único que se mantenía eran sus ojos malva‒, me da gusto verte de nuevo, has crecido mucho, igual que Rosie, está hecha una belleza ‒la veo abrazar a mi hermana emocionada, ¿acaso no veía que ella también lo era?




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