No soy la villana

¿Feliz cumpleaños?

Lydie:

- ¿De verdad? ‒pregunta Rosie mientras comemos en el jardín de su casa, habíamos tendido una manta y teníamos un picnic.

- Sí, también me sorprendió, pero no puedo decirle que no a la emperatriz ‒ella asiente de acuerdo‒, lo bueno es que me dejó invitarlos, aunque tu hermano me dijo que estaría fuera ese día junto a mi hermano, ¿crees que vayan a cazar? ‒se encoge de hombros y tengo que estar de acuerdo, de un tiempo para acá, se llevaban bastante bien.

- Quizás cosas de chicos que no debemos saber ‒asiento, era un buen momento para decirle.

- Quiero confiarte algo, lo he meditado mucho y me he dado cuenta que me he enamorado de tu hermano, nunca ha sido malo conmigo, frío y distante al inicio, pero es comprensible, pero conforme pasó el tiempo fue más amable y tan protector que no pude evitar enamorarme, sé que quizás no me ve más que como una extensión de ti, pero me conformo con eso, mientras pueda estar a su lado ‒tomo un panecillo, le doy una mordida.

- Me gustaría que fueras mi hermana política, te ayudaré ‒me guiña un ojo, me sonrojo riendo bajo.

- Pasaré por ti a las once, la cita con la emperatriz es media hora después ‒me pongo de pie y tras despedirme de ella salgo de la mansión Lefebvre, pasaría al pueblo a comprarme un regalo, había visto un libro muy interesante y como tenía dinero ahorrado de algunos negocios en los que Frank me había ayudado, podía permitirme eso y más, aunque lo estaba guardando para cuando cumpliera la mayoría de edad y pudiera dejar al fin el ducado, una cafetería sería un buen negocio.

Entro a la librería y voy directo con el vendedor, le había pedido que lo apartara ya que no traía dinero el día que lo vi.

- Me alegra volver a verla lady Chevalier ‒me sonríe sincero.

- Un gusto verte Bernard, te dije que iba a volver ‒asiente mientras saca el libro, lo envuelve y tras pagarle, le agradezco su paciencia antes de salir de la tienda.

Mañana sábado cumplía diecisiete años, si todo iba como hasta ahora, el siguiente año sería libre, podría buscar una pequeña casa y vivir de manera modesta, mentiría si dijera que no me hacía ilusión que Étienne se fijase en mí y así poder vivir en su casa, pero eso ya era avaricia de mi parte.

Subo al carruaje y miro el libro, era una novela romfan, o sea, de romance y fantasía, justo esta rencarnación parecía una de esas novelas, sólo que esta era muy real.

Entro a la mansión dejando mi pelliza y guantes en la entrada.

- Bienvenida señorita, tiene una visita en la salita de la duquesa ‒una de las criadas me detiene antes de poder subir a mi cuarto, estaba tentada a darle el libro pero preferí llevarlo después de ver a mi visita.

- Gracias, ¿mis padres están con la visita? ‒ella niega, asiento comprendiendo que seguro salieron.

- Permiso ‒asiento mientras camino hacia la salita, entro sin llamar, miro extrañada que no parece haber nadie, ¿se habría equivocado de salita? Entro y miro a todos lados, no parecía haber nadie, doy un salto cuando la puerta se cierra, me giro y me congelo de horror al verlo parado ahí.

- Hola Ly ‒trago saliva mientras retrocedo, maldigo por lo bajo, esta sala sólo tenía una salida‒, ¿por qué pareces asustada? Sólo he venido a darte un regalo de cumpleaños adelantado, estoy segura que mi madre acapara tu atención por completo ‒aprieto con fuerza el libro contra mi pecho, se acerca y me extiende una caja, me obligo a tomarla.

- Su alteza ‒hago una rígida reverencia‒, es sólo que me sorprendió verlo aquí, mi criada no me notificó que fuese usted ‒fuerzo una sonrisa, quería salir corriendo, pero él se interponía en mi camino.

- Extraño cuando me llamabas Béné ‒sonríe con tristeza, podía ver un atisbo del chico del pasado, pero ese chico la había traicionado.

- No puedo hacer eso su alteza, gracias por su presente ‒sonrío intentando parecer serena.

- Ábrelo por favor ‒asiento y hago como me pide, con cuidado quito el papel y abro la pequeña caja, me sorprendo al ver lo que hay en su interior‒. Lamento la tardanza, pero esa flor tarda mucho en florecer, para ser exactos, doce años ‒paso mis dedos por la fina capa de resina, la había preservado para mí, no puedo evitar sonreír, la había visto una vez que fui de viaje con los emperadores hace más de doce años, recuerdo haber comentado lo mucho que me había gustado y que era una lástima que viviese tan poco, sus colores me recordaban a la unión del atardecer y la noche, se mezclaban de una manera perfecta.

- Gracias Béné ‒eso había salido sincero, me había hecho recordar las cosas buenas de mi vida pasa, claro, antes de que Nadine entrara en escena, suspiro pensando en que habría pasado si lo hubiese elegido de nuevo pero creando lazos más fuertes. Niego, no tengo manera de saber eso, quizás Nadine habría seguido la misma línea y con suerte, ya estaría muerta.

- No ha sido nada, verte sonreír así, es todo lo que necesito ‒no me di cuenta cuando se acercó a mí hasta que su mano acaricio con suavidad mi mejilla, cuando hacía eso no me daba miedo, sólo reaccionaba así cuando era violento y cruel. Cierro los ojos, si tan sólo en el pasado me hubiese querido tanto como ahora, no habría sufrido tanto, pero ahora mi corazón no latía con fuerza ni mi estómago daba brincos por su cercanía, todo eso pasaba cuando era Étienne quién se acercaba, cuando por accidente nuestras manos se rozaban, cuando sonreía o las escasas veces que había estado entre sus brazos.




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