No soy la villana

Plan de reserva

Lydie:

No entendía porque me habían llamado con tanta urgencia al palacio, la nota de la emperatriz no era específica, pero suponía que era casi de vida o muerte, ni siquiera iba a poder ver a mi hermano, pero bueno.

Una vez salgo de la mansión subo al carruaje, Frank arranca con rapidez, ahora que había tenido la oportunidad de conocer mejor a la emperatriz, me di cuenta que era una mujer muy humana y amorosa, en otro tiempo me habría gustado haber sido cercanas.

Entramos hasta la puerta del palacio, me abren la puerta y para mi sorpresa, un sirviente me está esperando, me pide que lo acompañe y así hago, veía al hombre caminar tranquilo, algo que calmaba mis preocupaciones de que algo malo le hubiese pasado.

- Espere aquí, si es tan amable señorita –asiento, entro y miro el pequeño saloncito, no recuerdo haber entrado en este lugar de niña. Me acerco para ver los libros, se veían bien cuidados, saco uno y comienzo a hojearlo para matar el tiempo, era raro que la emperatriz tardara tanto, pero quizás se había presentado algo más.

- Lamento la espera –me giro ante la voz, siento como mi cuerpo se paraliza y la garganta se me seca–. La única manera de que vengas es si alguien que no soy yo, te manda llamar, ¿verdad? –sonríe de lado, puedo ver tristeza y amargura en su voz–, pero en fin –lo veo girarse y cuando escucho la puerta ser cerrada entiendo que hace, me tenso poniéndome en alerta máxima.

- Lamento mi tardanza, un saludo al futuro del imperio –hago la reverencia más rígida de mi vida.

- Ahora no soy el príncipe ni tú la duquesa de Marbot, sólo somos viejos amigos –me fuerzo a sonreír al tiempo que asiento, debía ser inteligente. Lo veo moverse hacia mí, pego el libro contra mi pecho como si fuese un escudo.

- No puedo olvidarme de quién es usted alteza ‒digo dando algunos pasos hacia atrás, siento que choco contra algo, abrazo con más fuerza el libro.

- ¿No? Qué raro, porque fuiste capaz de mover los hilos para hacer a la señorita Monteil mi prometida ‒me mira con acusación.

- No es así, ella está ahí porque cumple con los requisitos para ser la futura emperatriz, así que yo ‒golpea el librero haciéndome dar un salto por el susto.

- ¿Cuánto más pretendes fingir que no sabes nada?, ¿crees que no noté lo que hiciste? Fue tan fácil atar los cabos, ¿cómo sabía la señorita la forma en que a mi madre le gustaba el té? Además, ¿crees que no vi que no pisaste a ese imbécil en el baile de solsticio mientras que a mi casi me dejas sin dedos? –trago saliva, olvide ese pequeño detalle, en realidad esperaba que él no lo hubiese notado–. Así que deja de negarlo, tú y mi prima tramaron todo esto, no soy tan estúpido –trago saliva.

- ¿Prima? –lo miro extrañada, no recuerdo haber conocido a nadie más de la familia imperial.

- Los Lefebvre son mis primos –mis ojos se abren grande con la sorpresa–. Es una historia para después, Lydie –toma mi rostro entre sus manos–, ¿alguna vez me amaste? ‒pregunta triste mientras me mira, trago saliva, ojalá en mi otra vida hubiese luchado así por Lydie.

- Sí, mucho, tanto que dolió de maneras que no puedo expresar ‒respondo con sinceridad, se sentía tan lejano‒, no podría decirte porque deje de amarte, seguro creerías que estoy loca, además, eso fue hace años, ¿tiene algún caso pensar en eso? ‒le sostengo la mirada.

- ¿Fue porque te enamoraste de él que dejaste de amarme a mí? ‒me coge de los brazos, niego.

- Él no tiene nada que ver en esto, crecí considerándolo un amigo, no fue hasta hace poco que descubrí que lo veía como algo más ‒chillo cuando aprieta, me remuevo intentando que me suelte.

- No puedo dejar que seas suya, no puedo ‒susurra con los dientes apretados, trago saliva, debía buscar una posibilidad de golpearlo con el libro‒, por eso estuve ideando un plan, al inicio quería conquistarte y mostrarte que puedo ser el hombre que necesitas en tu vida, pero ayer, cuando escuché como confesabas amarlo, supe que tendría que usar el plan b ‒me suelta de los brazos, intento moverme pero en vano, me sujeta de la cintura y casi me lleva a rastras al escritorio, intento frenarme con los pies pero sólo consigo que tire de mí con más fuerza, incluso había soltado mi arma improvisada‒, ¿qué es lo que puedo hacer para que mi madre cancelé el compromiso? Fácil, sólo necesito comprometer tu honra –mis ojos se abren grandes por el horror, me sube al escritorio con algo de fuerza, intento alejarlo pero sujeta mis muñecas, las pasa por detrás de mi espalda, besa mi cuello, muerde, me remuevo llorando.

- No, no, no lo hagas Bénézet, por favor –me remuevo gritando–, ¡ayuda, alguien! –muevo mi cabeza negando.

- Nadie vendrá, los he mandado lejos –susurra en mi oído, me remuevo con violencia, mis piernas estaban aprisionadas por las suyas–, prometo que seré amable –susurra antes de soltar mis manos, tira del escote de mi vestido rompiéndolo, comienzo a empujarlo, pero no parece funcionar, tiro manotazos y puñetazos, pero eso parece reafirmar su determinación. Siento como comienza a deslizar sus manos debajo de mi vestido, los recuerdos desagradables venían a mí, todas esas veces que estuve en la misma situación. Grito lanzando puñetazos, debía buscar algo con que pegarle, giro la cabeza un poco y veo una lámpara, estiro la mano para tomarla, tanteo hasta que logro tomarla, apunto a su cabeza y lo golpeo con fuerza.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.