No soy la villana

Declaraciones

Bastián:

Había vuelto al palacio imperial bastante tarde, en el camino me había cruzado a mi hermano mayor, así que me había acercado luciendo tranquilo, miro a mi alrededor y cuando no veo a nadie, lo arrojo a una habitación.

- No pensé que te vería tan pronto, querido hermano ‒lo veo mirarme con sorpresa, tenía varios vendajes en la cabeza.

- ¿¡Qué mierda crees que haces!? Podría mandarte a ejecutar ‒se acerca de manera peligrosa, no retrocedo.

- No podrás hacerlo, me presento, soy Bastián Bertrand de la familia imperial Borbón-Maine, soy tu pequeño hermano menor ‒le dedica una fría sonrisa‒, además de eso, tendré lo que tú no tendrás jamás, a la bella duquesa Chevalier ‒se encoge de hombros, Bénézet lo sujeta de la solapa de su traje.

- Que mierda hablas, veo que deseas que te corte la cabeza ‒me sacude con furia, tomo sus muñecas y lo aparto de golpe.

- Soy aquel hijo ilegítimo que fue encerrado, alguien me libero y volví para reclamar lo que por derecho me corresponde, mírame bien Bénézet, tengo los ojos que sólo los descendientes de la familia tienen, ámbar con un halo gris humo –lo veo quedarse mudo de la impresión–. La emperatriz madre es tan buena que resarcirá el mal hecho a mi pobre persona, de hecho, ya debe estar sucediendo, el anunció de mi ingreso a la familia –le sonrío con suficiencia.

- No puede ser –ahora parecía ver a un fantasma.

- Nos estaremos viendo, hermano –escupe la palabra–, y por cierto, pediré la mano de la duquesa Chevalier por petición de su hermano, el futuro duque de Marbot –lo toma del cuello de su camisa–, y si intentas hacer lo que hiciste hoy más temprano, me encargare de que no haya dos príncipes herederos –lo arrojo con furia contra un mueble antes de salir de ahí.

Respiro unas cuantas veces antes de seguir caminando, un sirviente me llevaría a mi habitación y tras cambiarme, iría a ver a la emperatriz madre.

- ¿Necesita algo más, su alteza? –pregunta el ayudante de cama que designaron para ayudarme.

- Es todo, gracias –hace una reverencia antes de salir. Suspiro mirándome al espejo, nunca fue mi intención ser parte de, pero Ly me necesitaba, no podía dejarla sola.

Suspiro antes de salir de mi habitación hacia la sala de la emperatriz.

- Creo que no le ha quedado en claro, su majestad, ese niño sufrió lo suficiente, si intenta hacer algo, tenga por seguro que me tendrá en su camino –por una pequeña rendija podía ver a los emperadores retándose con la mirada–, que mi hijo lleve su apellido no le da la suficiente autoridad, recuerde que el apellido es mío y de mis ancestros, no lo olvide –veo al emperador salir fúrico.

- Lamento la intromisión, espero no molestar ni llegar en un mal momento ‒digo tras abrir la puerta, ella niega mientras se sienta.

- Perdona lo que escuchaste, pero no te preocupes ‒palmea el asiento a su lado, hago como pide.

- No se preocupe emperatriz madre, al contrario, quiero agradecerle por haberme recibido aquí y hacerme parte de esta familia, por todo lo que vendrá una vez se sepa quién soy, así que le estoy agradecido ‒hago una reverencia con la cabeza.

- Antes que soberana soy madre ‒acaricia mi mejilla con suavidad‒, y no puedo ni imaginar lo que tuviste que pasar, la desesperación de tu madre ‒no recordaba mucho de ella, salvo su voz al cantarme para dormir‒, lo que te hicieron fue horrible, de no ser por Ferdinand, hubieses muerto solo ‒puedo ver las lágrimas en sus ojos, me abraza con fuerza‒, un pequeño ser inocente pagando el error de un adulto, no puedo perdonar algo como eso, y aunque ahora no puedo quitarlo del poder, no será por mucho ‒me sonríe con afecto.

- Gracias emperatriz madre ‒ella asiente acomodándose de nuevo en su sitio‒. Su alteza, hay algo más que quisiera hablar con usted, no sé qué tanto puedo pedir que no me hubiese dado ya ‒debía ser cuidadoso con mis palabras, por petición de Lydie no diría lo que pasó hoy, pero no lo demás.

- Puedes pedir lo que quieras pequeño ‒me sonríe apretando suave mi mano.

- No tenía intención de venir aquí, si soy sincero ‒ella me mira con sorpresa‒, pero conocí al Duque de Chevalier y al barón Lefebvre, me presenté con el apellido de mi madre nada más y no les dije quién era ‒ella me mira atenta‒. Empezamos a platicar y creo que congeniamos bastante bien porque el duque tuvo a contarme algunas cosas que lo tenían preocupado, para ser más exactos, su hermana menor, la duquesa de Chevalier ‒la veo dar un respingo con sorpresa, sus ojos pasan a la preocupación.

- ¿Le pasa algo malo? ‒me mira angustiada.

- Sí, lamento lo que voy a decirle, pero al parecer, mi hermano ha estado molestando a la señorita de una manera que ella esta aterrada y no quiere estar cerca, de no ser por los barones  que no la dejan sola, no sé qué podría haber pasado ‒su mirada se ensombrece.

- Noté que mi hijo hace tiempo está enamorado de ella, pero él tiene una responsabilidad le guste o no, tiene deberes y protocolos que deben llevarse a cabo, por eso se selecciona a una candidata, de no ser por los protocolos, sin duda alguna hubiese elegido a Lydie, le tengo un gran cariño y siempre la he querido como parte de la familia imperial, aunque bueno, su corazón está en otro lado ‒asiento de acuerdo.




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