No soy la villana

Realidad

Dicen que la parte más dura de un buen sueño es despertar, volver a esa triste realidad, ¿pero lo que viví fue un sueño?

Porque puedo recordar la sensación del dolor, del frío y la desesperanza, del miedo, de la más profunda tristeza.

Había hecho todo lo contrario para evitar la muerte y sin embargo, había vuelto a morir a manos de Bénézet, quizás de una manera diferente, ¿acaso había servido de algo?

Escucho máquinas pitar y me remuevo sintiendo desesperación, escucho voces e intento que la mía sea escuchada.

- Et, Et ‒me removía intentando alejar a las personas que me sostenían, seguro eran personas al servicio de Bénézet, quería que él viniese y me salvara.

- Inyecta alprazolam, está teniendo un ataque de pánico ‒escucho a una mujer gritar esa orden, toco con desesperación mi vientre cuando recuerdo el disparo, pero no había nada, miro a mi alrededor y veo gente de blanco y verde que se movían intentando sujetarme, siento como me someten y un pinchazo, sólo así me dejan tranquila, comienzo a sentirme cansada, mi cabeza pesada al igual que mis parpados, me giro a las máquinas y entonces me doy cuenta de una horrible realidad, ya no era Lydie Chevalier, había vuelto a ser Darice Amery, lo había perdido todo de nuevo, con esa aterradora idea me dejé ir a la inconsciencia.

Cuando abrí los ojos vi a una enfermera revisando algo cerca de mí, aún me sentía adormilada pero era menos.

- ¿Dónde... estoy? ‒me era raro escuchar aquella voz, era más aguda que la de Lydie. No puedo evitar comenzar a llorar, en ese mundo estaba sola.

- Calma Darice, calma ‒dice la mujer suave, niego, no podía dejar de llorar debido al dolor que sentía por mi perdida, estaba sola de nuevo.

Mi respiración comienza a fallar, sentía que me ahogaba, de reojo vi a la enfermera manipulando algo y después calma.

Cuando desperté de nuevo estaba una mujer cerca de los cincuenta, era hermosa de una manera natural.

- Hola Darice, me presento, soy la psiquiatra Adeleine Dalmau, soy la dueña de este hospital, ¿te sienes apta para hablar? ‒la escucho y niego, sentía que no podría hablar sin llorar‒. Está bien pequeña, cuando estes lista ‒cepilla suave mi cabello, cierro los ojos con fuerza y la escucho salir. Comienzo a llorar: Rosie, Theo, Frank, Bastián, Cale, ellos ya no estaban, sólo quería volver y ser tan feliz como lo había sido al lado de él, de mi esposo, el amor de mi vida. Toco mi corazón, dolía mucho al pensar en el dolor que le causé, en el dolor que sentía.

- ¿Cómo te sientes? ‒escucho una voz de hombre, me giro a verlo, parecía estar tranquila la mayoría del tiempo, pero intuía que se debía a los medicamentos, los primeros días tras mi despertar me había pasado todo el tiempo llorando, no comía por lo que debían suministrarme comida vía sonda, como me habían alimentado hasta ahora.

- Adormilada, triste, sola ‒comienzo a llorar‒, no entiendo que pasó, ¿por qué volví?

- Soy el doctor Francis Bassols, estoy a cargo de ti desde hace dos años ‒revisaba mis signos, las máquinas y el suero.

- ¿Dos años? ‒mis ojos se abren grandes por la sorpresa‒, ¿cómo que dos años?

- Oh, lo lamento querida, creí que alguien ya te habría explicado ‒niego, suspira y se gira a verme‒. Hace dos años intentaste quitarte la vida saltando de un quinto piso, por alguna razón lograste sobrevivir con bastantes fracturas y daños internos, llegaste a un hospital público y la doctora Dalmau te trajo aquí, has recibido la mejor atención desde entonces ‒lo miro intentando procesar todo, aquí eran dos años mientras que en aquel lugar habían pasado trece años, ¿era eso posible? No le encontraba sentido‒. Debes saber que han pasado muchas cosas, por ejemplo, tus padres fueron encarcelados por varios delitos, entre ellos violencia doméstica, abuso infantil y negligencia, tienen cada uno cerca de cincuenta años, a tus abusadoras del colegio también les dieron unos cuantos años, cerca de treinta y tantos, debiste ver a las personas indignadas por tu caso, se les fueron a la yugular, a veces vienen a preguntar por ti y a dejarte flores ‒señala una mesa al fondo, no lo había visto.

- Vaya, pues supongo que está bien, en realidad, sólo pretendía una muerte dramática, no sobrevivir ‒sonrío de lado, pero si en este mundo hubiese muerto, ¿qué habría sido de mí en el otro?, ¿habría muerto de verdad?

- La doctora Dalmau quiere hablar contigo, ¿quieres hacerlo? Puedo decirle a Teo que la llame ‒doy un respingo ante la mención de ese apodo.

- ¿Teo? ‒mi corazón comienza a latir errático.

- Teobald, es enfermero y te ha cuidado desde hace dos meses ‒asiento, no podría sentirme así si no fuese real–. Has mencionado a un tal Étienne, ¿es algún familiar? ‒niego, siento las lágrimas picar mis ojos.

- Es mi esposo, o lo fue, no sé, él no es de este mundo ‒froto mi corazón, miro mi mano vacía, había tenido un precioso anillo con un zafiro en mi dedo anular, y ahora no había nada.

- ¿Otro mundo? ‒me mira curioso, asiento, no parecía juzgarme de loca así que comienzo a relatarle todo, asiente con tranquilidad.

- Y eso es todo ‒asiente, me sonríe antes de salir de la habitación, suspiro hundiéndome en la cama, ahora sabía que no me había creído, suspiro, seguro creerían que me había vuelto loca o similar.




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