No soy la villana

De las cosas desagradables

Darice:

La verdad es que Rosie se había vuelto alguien muy importante para mí casi de inmediato, era sencilla, amable por naturaleza, inteligente, divertida y cálida, me recordaba mucho a la otra Rosie, casi sentía que era ella, salvo que era al revés las edades, ahora ella era unos años mayor que yo.

- Te dejo a Mike, tiene un poco de miedo ‒me sonríe mientras deja a un chico de no más de once o doce años.

- No te preocupes Rosie, yo me encargo ‒ella sonríe y se gira para marcharse, hago una mueca al ver que se choca con alguien.

- Lo siento ‒la veo ponerse roja de la vergüenza, el tipo que creo es doctor; se dedica a mirarla mal.

- Fíjate por donde demonios vas, estos internos ‒escupe casi con asco, eso hace mis entrañas retorcerse.

- Espera un poco Mike ‒me pongo de pie y me acerco a ellos‒. Ha sido un accidente, ni siquiera lo ha visto venir, además, pude notar que usted tampoco iba viendo el camino, así que también es su culpa ‒sentencio seria, el tipo tenía la expresión más desagradable que hubiese visto jamás, junto con cara de quererme matar.

- Tú no eres interna ni enfermera, debes ser la pobre huérfana protegida de mi madre, su acto de caridad más reciente tras esos estúpidos mellizos ‒no supe que fue, pero algo se activó dentro de mí y sin ser consciente de nada, lo abofetee, el sonido hizo a todos quedarse quietos en su lugar, el silencio podía cortarse con un cuchillo, su rostro se quedó congelado por la sorpresa, después pasó a la ira.

- Podrás ser hijo de la dueña, pero eso no te da derecho a tratar a otros como basura, a final de cuentas, no eres más que otro empleado de este lugar, y me encantaría ser huérfana y no tener un lazo sanguíneo con dos seres que distan de la palabra seres humanos, así que si pretendes ofenderme con mis orígenes, estás muy equivocado, pero a mí y a Bastién no nos vas a llamar actos de caridad, y no voy a permitir que le faltes al respeto sólo porque eres un poco mayor y tienes un estatus diferente en este lugar, y puedes llorar todo lo que quieras con tu madre, a final de cuentas, yo no trabajo aquí, ¿qué es lo peor que podría pasar?, ¿qué no me dejen entrar? ‒me encojo de hombros, como Lydie había tenido que tratar nobles con una actitud similar a la de este estúpido, así que no iba a intimidarme, puede que ya no tuviese un título que me respaldara, pero tenía algo igual de valioso, el orgullo de un noble, lo que me obligaba a defender a otros.

- Tú ‒me apunta con su dedo, lo miro desafiante, era consciente que me sacaba unos cuantos centímetros, pero no permitiría que me amedrentaran, no de nuevo, esta vez tenía la fuerza para defenderme y no bajar la vista, y eso era gracias a Lydie.

- Doctor Bazyli, venga conmigo ‒miro con sorpresa a la doctora Dalmau‒, usted también señorita Darice ‒asiento, paso a un lado de él siguiendo a la doctora, bueno, hasta aquí había llegado mi aprendizaje en este hospital.

Caminamos en silencio hasta su oficina, entro y tomo asiento cuando me lo indica.

- Mamá, esta mujer ‒su madre alza la mano silenciado lo que sea que vaya a decir, me quedo muy quieta.

- Te he dicho muchas veces que debes tratar a otros con respeto, lo que dijiste de Darice y tus hermanos fue por demás, intolerable, quizás sería bueno para ti ayudar en la clínica comunitaria que dirige el doctor Bassols, si quieres tu empleo aquí y que algún día te deje este hospital, sabrás que hacer ‒dice con fría calma, el tipo se pone de pie y sale farfullando.

- Siento mucho mi actuar doctora Dalmau, en realidad no lo abofetee por mí sino por Bastién y su hermano, pero sé que me pasé, una disculpa ‒me inclino un poco.

- Quisiera decirte que estuvo mal, pero conozco a mi hijo y su actitud hacia los demás, es igual que su padre, esa fue una de las razones por las que me divorcié de él, sólo te voy a pedir que procures no hacer escenas frente a los pacientes, ¿de acuerdo? ‒me mira con ternura y diversión, asiento, me recordaba un poco a la emperatriz.

- Delo por hecho doctora, no volverá a pasar, al menos, no frente a los pacientes ‒ella me mira seria a pesar de querer reír, estaba segura que no quería a su hijo convertido en un grandísimo imbécil‒. Me retiro, con permiso ‒ella asiente y salgo sonriendo, y entonces el recuerdo de mis enfrentamientos con Bénézet vienen a mí y hago una mueca, quizás eso era lo único que no me gustaba recordar.

Cuando llego a mi sitio de trabajo, noto que Teo esta ahí junto a Mike.

- ¿Todo bien? ‒susurra suave cuando paso a su lado, asiento sentándome.

- Sí ‒le sonrío, él asiente‒. Lamento haberme ido Mike, ¿me dices que tienes? ‒el pequeño asiente y me muestra la curación en su antebrazo, la quito con cuidado tras ponerme los guantes y veo que necesita sutura‒, ¿te han explicado que haré? ‒él asiente, tomo un algodón y limpio antes de inyectar anestesia local‒. Esperemos a que la anestesia surta efecto y comenzaré, vas a quedar tan bien que no te quedara cicatriz ‒le guiño un ojo, tras algunos minutos comienzo a suturar, había logrado que hablara para distraerlo, era encantador.

- Gracias Dar ‒me abraza antes de que una enfermera se lo lleve donde sus padres, suspiro, esta parte me gustaba mucho.

 

Teobald:




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.