Capítulo 04
«Gran muralla china»
—¿Te encuentras bien, Nico? —cuestionó Marie en un susurro. Sus ojos estaban centrados en su pequeño, prestando atención a cualquier señal que le indicara que no se encontraba en el mejor de los estados.
Nico, por su parte, asintió con una pequeña sonrisa. Entre más pasaba el tiempo, la herida dejaba de doler un poco más; sin embargo, desearía que todo eso hubiera sido una muy mala pesadilla.
—¿Cómo estás tú, mami? —indagó de la misma manera que su progenitora. Una de sus diminutas manos se posaron sobre la de ella mientras detenía el auto.
—Estoy bien, cariño. Lo estoy porque tú lo estás.
Sus miradas se encontraron por un momento. Una pequeña y tranquilizadora sonrisa apareció en sus labios. Eran conscientes de que debían apoyarse, pues, a fin de cuentas, solamente se tenían el uno al otro.
Luego de su comida, en la que recordaron cada uno de los momentos que habían vivido junto a Nick, el padre de Nicolás, decidieron que era momento de ir a casa, justo cuando el sol decidía esconderse detrás de los edificios.
A diferencia de la sensación de tristeza y opresión de esa mañana, la noche traía consigo un poco de paz y serenidad. Como si todas las tristezas intentaran quedarse muy en el fondo de sus corazones, para salir en un nuevo aniversario. Condujeron de regreso a casa con el silencio reinando en medio de ellos.
Sentían que ya no había nada que decir, sus palabras parecían haberse agotado por ese día, y no significaba que fuera malo.
Al detener su vehículo, vieron una silueta que se movía en las gradas de la casa. Marie se acercó con cuidado, pensando que quizá era un hombre perdido; sin embargo, su sorpresa fue mayor al ver a André sentado con los brazos cruzados, intentando calentarse del frío.
—¿Qué hace aquí? —indagó Marie con un susurro.
Su gesto denotaba la preocupación que emanaba de su rostro. Con un movimiento de su mano, le indicó a su hijo que era seguro bajar del auto y que no había necesidad de llamar a la policía. Segundos después, Nico estaba de pie al costado de su madre, tomándola de la mano como un gato de posesividad.
Pues había algo en la actitud de André que no le gustaba ni un poquito.
—Señora Bardoux y joven Nicolás —saludó poniéndose de pie rápidamente—. Pensé que estarían muy cansados este día, así que les traje un poco de la comida de la celebración que iba a hacer. Terminé cancelándola porque tuve que regresar al trabajo.
—No es necesario, se lo agradecemos —Marie regresó la bolsa con comida que, André, casi había arrojado en sus manos.
No le gustaba recibir alimentos de los cuales no conocía su procedencia, además, no deseaba ser una molestia para su nuevo vecino, mucho menos que se sintiera con el derecho de intervenir en sus vidas o decirle cómo cuidar de su hijo.
Esa no sería la primera vez que pasaría por algo de ese calibre.
—Insisto. Me sobra demasiada comida y la he repartido con el resto de los vecinos; sin embargo, me sigue quedando mucho —su sonrisa era tan encantadora que disparaba a la estratosfera la desconfianza de Marie.
—No queremos ser una gran molestia. Ya que insiste, podríamos hacer una excepción esta noche. Le agradezco, señor André.
—No lo son, en absoluto —sacudió sus manos en negación justo después de entregarle la bolsa de comida a la señora.
—Mami, iré a dentro para organizar las maletas, para que puedas descansar un poco. Ha sido un día muy largo para nosotros —susurró mientras se adentraba a casa—. Hasta luego, señor André, estoy un poco cansado —afirmó mientras fingía un gran bostezo y se alejaba llevando a su costado los bolsos que emplearon en su viaje.
Necesitaba hacerle saber a André que ese no era horario de visita y que no estaba dispuesto a dejarlo a solas con su madre.
—Hasta luego, joven Nicolás. Ten un agradable descanso —replicó con una sonrisa bastante amplia, sin embargo, solo recibió como respuesta un asentimiento.
Sus ojos se encontraron por unos segundos. La sonrisa de Marie adornaba su rostro y eso fue lo suficiente para cautivar a André, pues, le causaba intriga de cómo esa sonrisa tan bonita y esa mirada tan encantadora habían unos ojos que escondían más dolor del que ella aparentaba tener.
Esa era una combinación que le resultaba atractiva, por no decir hipnotizante.
Esa familia tenía un lazo tan estrecho que la curiosidad de André se disparaba. Necesitaba acercarse, poder conocer más acerca de esa familia, de sus heridas, éxitos, metas y fracasos. Necesitaba acercarse a Marie y, para llegar con la madre, sin duda alguna, debía atravesar esa gran muralla china rodeada de dragones y cocodrilos, llamada: Nicolás Bardoux.
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hombre de negocios, pequeños genios traviesos, amar otra vez
Editado: 07.01.2025