Capítulo 08
«Mi abogado»
La mirada de Nicolás estaba perdida completamente en ese libro. ¿Acaso eso era a lo que llamaban «el primer amor de un niño»? Estaba luchando con todas sus fuerzas para poder mantener la cordura que le quedaba.
André, por su parte, lo observaba con curiosidad, pues, esta era casi la primera vez que veía en el rostro de Nico, un gesto que fuera justo el de un niño pequeño. Por supuesto que se estaba esforzando para mantener la compostura, pero era difícil para alguien de su edad, ¿no?
—¿Algo llamó su atención, joven Nicolás? —indagó con una minúscula sonrisa.
Por un momento, parecía que los pies de Nicolás estaban finalmente puestos de regreso en la tierra. Aclaró su garganta y se limitó a negar con la cabeza sin emitir ningún tipo de sonido.
—Mamá le mandó algo de comer —soltó luego de unos segundos de completo silencio—. Asumió que no tendría nada de comer luego de casi incendiar su propia casa —afirmó para esconder la vergüenza que su propia actitud le causó hace unos segundos.
André no dudó ni un segundo en recibirlo, pues, tomaba ese gesto casi como una de esas solicitudes de amistad en las redes sociales; sin embargo, notó que la mirada de Nicolás seguía perdida en algún punto de su biblioteca.
—¿Hay un libro que le llame la atención? Podría prestárselo si gusta —comentó con un tono despreocupado, pero la curiosidad de saber cuál sería la reacción y la elección de Nicolás lo estaba casi que carcomiendo desde dentro.
Los labios del pequeño se apretaron tanto que formaron una pequeña línea. En ese preciso instante se estaba armando un gran debate entre su mente y su corazón. Por un lado, su cabeza le decía que debía mantener la compostura y esperar que alguno de los otros dos dueños de las otras copias falleciera para poder comprarlos en una subasta; y, su corazón, por otro lado, le reclamaba que debería aceptar la propuesta de André, pues, el más viejo de los otros hombres apenas estaba llegando a los sesenta años.
»¿Joven Nicolás? —susurró para llamar una vez más su atención.
Una pequeña y juguetona sonrisa aparecía en el rostro de André. Esa era una de las reacciones que tanto deseaba ver en el rostro del niño, solo que, le confundía qué clase de libro querría si estaba viendo la biblioteca de un hombre de negocios.
—No se preocupe, señor André. Solo me distraje, por favor, disfrute su comida —afirmó para darse la vuelta y caminar en dirección de la entrada.
—¿Te gustan las finanzas? Vaya, es un niño cargado de sorpresas. Podemos llegar a una negociación que nos beneficie a los dos. ¿Qué le parece?
Los pasos del pequeño se detuvieron por un instante, sin girarse a verlo. Pensó un poco en las posibles implicaciones que eso traería.
—Creo que deberíamos hablar con mi abogado antes de cerrar cualquier negociación, señor André.
—¿Abogado? —cuestionó incrédulo.
Pasaron cinco minutos y estaban frente a frente en casa del niño. André pasaba su mirada del niño en dirección a su abogado, el cual no dudó en dejar todas las cosas que tenía que hacer para resolver lo que fuera que esos dos se trajeran entre manos.
—Bien, señor André. Ahora sí, estoy en condiciones de escuchar la propuesta que usted trae a la mesa —el tono de voz de Nicolás era formal, mucho más de lo que André estaba acostumbrado.
—Creo que debí haber previsto esta situación —susurró al ver a Marie al costado de su hijo—. Me dio que hablara con su abogado.
—Tengo seis años, señor, era de esperarse que mi madre fuera mi abogado. Es más, es la mejor abogada del país.
—Pero hablaste de ella como si fuera un hombre.
—Era para añadirle peso a mi afirmación y saber qué reacción tendría —elevó los hombros con un poco de desinterés, a lo que Marie se limitó a reír.
—Bien, entonces. Señor André, ¿qué es lo que lo ha traído a la mesa con mi cliente?
—Verá, señora. El joven Nicolás ingresó a mi vivienda con lo que su madre me envió; sin embargo, se quedó viendo un punto fijo en mi biblioteca personal. No tengo idea de lo que pudo haberle llamado la atención, de forma que, como su cliente es un hombre de negocios, le traigo una propuesta.
—Adelante.
—Le daré cualquier libro de mi estantería, si se compromete a darme clases de cocina.
Los ojos de Nicolás se abrieron de par en par. ¿Cualquier libro? ¿Acaso André estaba consciente del valor del libro que él deseaba? Esas sin duda tendrían que ser cientos de clases de cocina, peor, incluso Nico sabía que sería un tonto si no aceptaba esa propuesta. Además, eso era mucho más rápido que esperar a que esos otros hombres se fueran en su viaje sin regreso.
—¿Qué dice, joven Bardoux? —indagó Marie observando con detenimiento a su cliente, sin dejar que se notara el asombro que esa propuesta poco usual le causaba.
—Acepto —dijo sin dudarlo—. Por favor, prepare el contrato, señora Bardoux.
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hombre de negocios, pequeños genios traviesos, amar otra vez
Editado: 07.01.2025