Capítulo 11
«Alucinación»
Los Bardoux iban de regreso a casa; el murmullo de la música clásica que tanto les gustaba, llenaba el ambiente mientras la tarde caía iluminando todo con sus llamativos y vibrantes colores. Nico, encantado con ese regalo que le costó su paciencia y libertad, lo leía con total admiración.
«Finanzas para el futuro: Cómo evitar el colapso económico personal» ese era el título. André lo había perdido por subestimar la ambición de un niño de seis años. Seguramente se arrepentirá la mayor parte de su vida.
Marie sostenía el volante con una mano mientras observaba de reojo a Nico, quien devoraba con completa devoción su libro de finanzas. Sus pequeños dedos pasaban las páginas con un cuidado casi reverencial. Era consciente de que tenía una joya entre estas, era un milagro el tenerlo sin esperar que alguien más muriera.
—¿Te está gustando? —preguntó, más por romper el silencio que por necesidad de saber la respuesta. Su hijo estaba obsesionado con ese libro.
—Es interesante, aunque este autor usa demasiados ejemplos redundantes —respondió con naturalidad, como si fuera un crítico literario—. Pero, mami, enseña muchas maneras de ahorrar e invertir tu propio capital, como asegurar tu pensión.
—¿Tan chico y ya pensando en tu jubilación? —elevó una de sus cejas.
—Por supuesto, debo tener mi futuro planeado.
Marie soltó una risita suave. Era impresionante cómo su hijo parecía siempre ser un hombre viejo, incluso sobre temas que deberían ser un misterio para alguien de su edad. Pero su risa se cortó de golpe cuando algo llamó su atención en la acera.
Allí, trotando como si no hubiera un mañana, iba André. Lucía distraído, como si su mente estuviera en cualquier cosa y no en el camino que tenía por delante, haciendo que, al dar un mal paso, su equilibrio se esfumara por completo y terminara en el suelo.
Los ojos de Marie y su hijo, se entrecerraron por la sensación de dolor que los recorrió. Algo les decía que la presencia de André terminaría siendo como un pequeño remolino que crecería y arrastraría a todo lo que les rodeaba.
—¿Señor André? —Lo llamó la mujer bajando el vidrio de su ventana—. ¿Se encuentra bien?
Al contrario de lo que esperaba, el rostro de André se puso un poco más pálido, se sobó los ojos intentando aclarar su visión y, al ponerse de pie, se acercó a Marie como si quisiera asegurarse de que ella estaba ahí.
—¿Estoy viendo bien? —cuestionaba mientras se acercaba más y más—. ¿De verdad es usted o estoy alucinando otra vez?
El gesto de confusión de Marie, fue cambiado rápidamente a uno de sorpresa, pues André, en medio de su debate interno, terminó acariciando la mejilla de la mujer, para asegurarse de que era real; sin embargo, un carraspeo al interior del auto interrumpió cualquier exigencia que Marie pudiera hacer.
—Disculpe, señor André. Pero no creo que esa sea la manera adecuada de tratar a una dama, ni siquiera le dio autorización de acercarse —intervino Nicolás dejando el libro a un lado.
—¿Eh? ¿Entonces sí es real? —la volvió a ver y rápidamente retiró su mano del rostro—. Creo que estoy enloqueciendo —balbuceó.
—¿Necesita que lo llevemos al psiquiátrico? —indagó la mujer elevando una ceja, tratando de esconder el leve sonrojo en sus mejillas.
—No —respondió André con una sonrisa ligera, mientras dejaba que sus ojos se perdieran en la mirada de Marie—. Yo me llevo solito —sacudió su mano y salió corriendo en la dirección contraria.
—Qué hombre tan extraño —susurró la señora frunciendo el ceño.
—Pobre yo, mami, que me toca enseñarle a cocinar a un hombre que casi incendia su casa —suspiró Nico con un gesto de desesperanza—. Todo lo que uno hace por amor.
—¿Amor? —lo miró incrédula.
—Claro, mami. Cuando vi a esta belleza, supe que el amor a primera vista era real —señaló su libro y lo abrazó con un fingido dramatismo, uno que, solo Marie podría ver de parte de su pequeño.
Continuaron su viaje de regreso a casa, sin saber que el cambio más grande en sus vidas estaba a punto de llegar y no habría poder humano que lo pudiera retrasar un poco. La vida de esos dos individuos sería obligada a dar un gran giro, uno que volvería lo gris en un arcoíris; sin embargo, esto no garantizaba que fuera sin dolor.
Un nuevo golpe de la vida era lo que les esperaba.
Al llegar a casa, se sorprendieron al ver a alguien familiar justo en frente de su puerta. La bolsa que cayó de las manos de Marie era testigo de su asombro, pues, no esperaba verla, no cuando todo el tiempo creyó que había muerto.
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hombre de negocios, pequeños genios traviesos, amar otra vez
Editado: 03.02.2025