Capítulo 12
«¿Mentira?»
Un trago grueso bajó por la garganta de Marie. Sus manos cayeron a sus costados. Nico, que estaba centrado en su libro, se sorprendió al ver la reacción de su madre. Su ceño se frunció y siguió la mirada de esta.
Frente a ellos estaba una mujer que jamás conoció en su vida, cara a cara, pero su semblante era tan similar a alguien de quien sus padres hablaban constantemente. Ella era la princesa de los cuentos que le hacía escuchar cuando estaba chiquito.
—¿Estás bien, mami? —cuestionó tomando su mano y le dio un leve tirón.
—Ajá… —murmuró Marie de manera distraída, mantenía la mirada fija en la figura que esperaba frente a su puerta.
Era realmente absurdo e improbable. Todas las estadísticas del mundo se verían enloquecidas con este nuevo hecho. Eleonor Bardoux, estaba de pie frente a su puerta.
El aire pareció espesarse a su alrededor. La mujer que supuestamente había muerto años atrás estaba de pie en la entrada de su casa, con una expresión impasible. Su figura era la misma que Marie recordaba: alta, de facciones elegantes y cabello oscuro que caía con suavidad sobre sus hombros. Pero sus ojos…
Sus ojos no eran los de antes.
Marie sintió cómo su respiración se agitaba de forma sutil. Sus dedos se removieron un poco mientras clavaba las uñas en su propia mano, como si necesitara recordarse que estaba en la realidad y no en una de las alucinaciones que André mencionó antes de salir huyendo.
—Mami… —Nico frunció el ceño al notar la tensión en su madre—. ¿Quién es esa señora?
Marie parpadeó varias veces. Se estaba moviendo demasiado lento, como si su cuerpo no supiera si debía salir corriendo o acercarse. Su mirada seguía fija en la mujer que tenía frente a ella.
Eleonor la observaba con una calma extraña. Justo como en las películas representaban a los fantasmas, pero Marie no creía en eso, era improbable, podría ser alguna ilusión o broma de su mente.
—¿Eres tú…? —preguntó Marie en un susurro, como si temiera que su cuñada desapareciera en el aire.
El rostro de Eleonor se suavizó un poco al verla, como si por fin viera a un ser querido luego de haber vivido un naufragio caótico durante años, y eso, no estaba tan lejos de la realidad como podría pensar.
No había duda, era ella, era su cuñada, su amiga cercana. Esa que creyó que no volvería a ver. Sintió un nudo en la garganta.
La última vez que la vio fue en una de las reuniones familiares de los Bardoux, cuando aún era esposa de Nick. Se habían llevado bien, lo suficiente como para compartir tardes enteras hablando de todo y de nada al mismo tiempo, compartían pasatiempos. Y luego, un día, Eleonor desapareció sin dejar rastro. Un accidente, dijeron.
Pero ahora estaba allí. Marie se armó de valor para dar un par de pasos más, y cuando estuvo lo suficientemente cerca, Eleonor extendió una mano y le acarició el rostro con una suavidad temblorosa.
—Sigues igual…
Marie, aún confundida, sintió un ardor en los ojos. No, no era igual. La vida la había golpeado, había aprendido a caminar con el peso del duelo, había criado sola a su hijo… pero ahora no era el momento de pensar en eso.
La voz de Nico, con toda la suavidad de un niño de seis años que sabía distinguir en cuándo intervenir y cuando quedarse en silencio, rompió el silencio con calma, como si necesitaba respuestas, pero, más que nada, que las lágrimas se alejaran del rostro de su madre.
—Mami, ¿quién es ella?
—Te pareces mucho a tu madre —Eleonor lo observó con detenimiento. Algo en su expresión pareció romperse, y su voz sonó más suave cuando respondió.
Nicolás entrecerró los ojos, con una gran señal de desconfianza. No le gustaban las respuestas ambiguas, eso y que rompieran sus promesas.
—¿Eso significa que la conozco? —preguntó una vez más, buscaba una respuesta clara, una que le diera la seguridad de que esa era la persona de la que sus padres tanto hablaban, aunque, sus recuerdos de ella fueran lejanos, casi inexistentes.
—Nico… ella es Eleonor, la hermana de tu papá. Es tu tía.
La confesión de Marie tomó a Nico por sorpresa. Su corazón se detuvo un momento mientras miraba a su tío de arriba a abajo. Era imposible, pues, su padre fue muy claro con sus palabras. Su papá nunca mentía, ¿no era así?
—Pero mi papá dijo que su hermana había muerto. ¿Me dijo mentiras todo este tiempo? —susurró con un poco de dolor y miedo, temía que la impresión que tenía de su difunto padre, en realidad, hubiera sido una mentira demasiado cruel.
Si había mentido en eso, ¿de cuántas cosas podría haber sido capaz?
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hombre de negocios, pequeños genios traviesos, amar otra vez
Editado: 10.02.2025