¡ No te acerques a mi mami !

Capítulo 22 «¿Te gusta mi mamá?»

Capítulo 22
«¿Te gusta mi mamá?»

Nico se balanceaba suavemente en su «silla del pensamiento» en el patio trasero. No era tan literal que ahí se ponía a filosofar sobre la vida… bueno, a veces sí. Pero hoy, su mente estaba ocupada en algo muy específico. Marie y André.

Había pasado una semana desde aquella noche rara, y desde entonces, ambos habían estado actuando diferente. No sabía exactamente cómo explicarlo, pero lo notaba. Su mamá, por ejemplo, se ponía más nerviosa cuando André estaba cerca. Y André… bueno, él hacía cosas extrañas, como quedarse mirando a Marie más tiempo del necesario y luego actuar como si no la hubiera estado viendo en absoluto.

—Está claro que hay algo raro aquí —se dice a sí mismo en un susurro.

Pero como él no era de los que se quedaban con la duda, había ideado un plan. Bueno, «plan» era una palabra muy grande. En realidad, solo quería observar más de cerca a su vecino y, de paso, sacarle información. Y qué mejor manera de hacerlo que con una de sus clases de cocina.

Así que cuando vio a André en su jardín, fingiendo estar ocupado con quién sabe qué, caminó hasta la cerca y le habló con toda la naturalidad del mundo.

—Te ves aburrido.

André parpadeó, como si no esperara la interrupción y mucho menos, el tono informal de Nico, el cual, siempre se había referido a él como «señor», algo le decía que ya se estaba acercando más a ese anciano que habitaba en el cuerpo de un niño de su edad.

—No estoy aburrido.

—Pareces aburrido.

—¿Necesitabas algo?

—Sí. Voy a enseñarte a hacer galletas.

—¿Y por qué exactamente necesito aprender a hacer galletas? —Entrecerró los ojos, se suponía que le pondría a cocinar algo más elaborado, pero ahí se la pasaba, haciendo galletas y dulces para niños.

—Porque así es como funcionan los intercambios de conocimiento —respondió Nicolás con seriedad—. Yo ya aprendí sobre finanzas con tu libro, en cambio, te toca aprender algo de mí. Está en el contrato, por si lo olvidabas.

André lo miró en silencio durante un par de segundos y luego se encogió de hombros.

—Bien. Pero si intentas hacerme trabajar demasiado, me rendiré y contrataré un abogado para anular el contrato.

Nicolás sonrió satisfecho. —Eso ya lo veremos.

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Media hora después, André estaba en la cocina, con las mangas de su camisa remangadas y una expresión de concentración que Nicolás encontró bastante graciosa.

—Bien, ahora tienes que sacar la bandeja del horno —indicó Nicolás, cruzándose de brazos como un verdadero instructor.

André asintió y, sin mucha ceremonia, abrió la puerta del horno con un guante de cocina en la mano. Fue en ese preciso momento cuando Nicolás decidió lanzar su pregunta.

—¿Te gusta mi mamá?

El sonido de la bandeja golpeando la rejilla y el inmediato quejido del hombre llenaron la cocina en un instante.

—¡Maldición!

Nicolás observó cómo André sacudía la mano en el aire después de haber tocado el borde caliente de la bandeja, mientras él trataba de no soltar una carcajada.

»¿Por qué me preguntas eso? —dijo, con el ceño fruncido y la voz aún con un deje de dolor.

—Porque pareces actuar raro a su alrededor —respondió el pequeño con tranquilidad, como si estuvieran hablando del clima—. Y porque no respondiste de inmediato.

André lo miró con una mezcla de incredulidad y fastidio, pero sobre todo, como si no pudiera creer que un niño le estuviera haciendo esa pregunta.

—No estoy actuando raro.

—Sí lo estás.

El empresario que era dominado por un niño de seis años, suspiró y volvió a centrarse en la bandeja, esta vez asegurándose de no volver a tocar nada caliente. —No me gusta tu mamá.

—¿Entonces por qué te pusiste nervioso? —inquirió ladeando la cabeza con una expresión de control.

André apretó los labios, tomó una galleta, le dio un mordisco y miró a Nicolás con el claro objetivo de cambiar de tema. —Están bien, pero pudieron quedar mejor.

—Voy a tomar eso como un sí. —sonrió con picardía.

—Estás siendo incoherente —afirmó cuando frunció el ceño y dejó la galleta sobre la encimera con más fuerza de la necesaria. Al hacerlo, se cruzó de brazos—. Mejor céntrate en tus estudios en lugar de hacer preguntas sin sentido.

Nicolás se encogió de hombros con absoluta calma, como si nada de lo que André dijera pudiera realmente afectarlo.

—Mis estudios marchan perfectamente, gracias por preocuparte. Pero creo que deberías enfocarte en algo más importante… como no ser tan obvio con mi mamá.

Él parpadeó un par de veces, tratando de procesar lo que acababa de escuchar.

—¿Obvio? —repitió, como si la palabra le pareciera un insulto personal.

—Sí, obvio. Como en «se nota a kilómetros que te gusta» —contraatacó el niño con naturalidad, tomando una galleta y dándole un mordisco—. Pero no te emociones mucho. Ella no quiere tener una relación.




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