¡ No te acerques a mi mami !

Capítulo 23 «Un empujón»

Capítulo 23
«Un empujón»

André estaba terminando su café cuando vio a Marie en el patio de su casa, recogiendo algunas macetas y moviéndolas de un lado a otro con una expresión concentrada. No tenía idea de por qué lo hizo, pero antes de pensarlo demasiado, caminó hasta el borde de su propio patio y apoyó los brazos en la cerca que los separaba.

—Buenos días, vecina —saludó con su tono usual, una mezcla de calma y diversión. Eso sí, trataba de esconder el tono afectuoso de su tono.

Marie levantó la vista y parpadeó un par de veces, como si su cerebro estuviera ajustándose a la imagen de André hablándole tan temprano y que su «ocupado vecino» no estuviera en el trabajo. Luego, esbozó una media sonrisa.

—Buenos días, vecino. ¿Siempre eres tan hablador por la mañana?

—Depende de la compañía. —Ella soltó una risa suave y siguió acomodando sus plantas—. ¿Nicolás ya se fue al colegio? —preguntó él, fingiendo que no estaba demasiado interesado en la respuesta.

—Sí. Me sorprende que no haya saltado la cerca para ir a desayunar contigo.

—Créeme, yo también. Es raro no escucharlo filosofando sobre la vida mientras me hace cocinar.

Marie se detuvo un segundo y lo miró con curiosidad.

—Ahora que lo mencionas… sí, ha estado actuando un poco extraño últimamente.

—¿Extraño cómo?

—No lo sé… como si estuviera pensando demasiado en algo. Pero es un extraño bueno. No está distante ni molesto, solo… diferente.

André asintió lentamente, sin sorprenderse demasiado. El niño definitivamente estaba tramando algo, eso lo tenía claro y tenía todo que ver con el hecho de que él creyera que a André le gustaba Marie. ¡Era ilógico! Solo se llevaban bien.

—No quiero ser entrometido, pero… —se apoyó mejor en la cerca, midiendo sus palabras—. Me gustaría ver a Nicolás con más niños de su edad.

La señora suspiró y se quedó en silencio por un momento, jugueteando con una hoja de sus plantas.

—Yo también —admitió con suavidad, haciendo que André frunciera el ceño.

—¿Entonces por qué no?

—Es complicado. No es que no quiera que tenga amigos, es solo que… él no se siente cómodo con todos. Dice que los niños son demasiado ruidosos. Parece un viejito.

—Eso es normal. Pero tarde o temprano, va a necesitar relacionarse con más personas.

—Lo sé —admitió ella con una sonrisa cansada—. Y lo intento, créeme. Solo que no quiero forzarlo.

—Tal vez solo necesita un pequeño empujón.

—¿Eso crees? —arqueó una ceja.

—Siempre hay una primera vez para todo. —sonrió de lado.

Repitió las mismas palabras de su pequeño amigo viejo. Marie, por su parte, lo miró con los ojos entrecerrados, sintiendo que había una broma interna que se le estaba escapando. Pero antes de poder preguntar, André ya estaba girando sobre sus talones, despidiéndose con un gesto despreocupado antes de volver a su casa.

Marie lo siguió con la mirada, sintiendo una extraña sensación en el pecho. No era incómoda… pero tampoco era completamente familiar. Se quedó mirando la cerca incluso después de que André desapareciera en su casa, pensando en su conversación. No podía negar que él tenía razón. Nicolás necesitaba interactuar con más niños, pero… ¿Cómo hacer que eso sucediera de manera natural?

Como si el universo quisiera darle la respuesta de inmediato, André reapareció por la puerta trasera de su casa, esta vez con una taza de café en la mano y una expresión de alguien que aún no había terminado de decir lo que tenía en mente.

—Tengo una idea —dijo con una sonrisa casual, apoyándose de nuevo en la cerca—. Y antes de que te niegues, solo escúchame.

Marie cruzó los brazos y lo miró con expectación. —Bien, te escucho.

—Llévalo a un parque de diversiones.

Ella parpadeó un par de veces. —¿Un parque de diversiones?

—Sí. Hay muchos niños, muchas actividades, y lo más importante: no se sentirá obligado a hablar con nadie, pero tendrá la oportunidad de hacerlo si quiere.

—No suena como una mala idea…

—Porque no lo es —dijo André con confianza, tomando un sorbo de su café—. Además, le gustan las negociaciones y la física. Es un lugar perfecto para él.

Marie suspiró y se pasó una mano por el cabello.

—Supongamos que acepto… ¿tú qué ganas con esto?

—¿Por qué asumes que quiero ganar algo? —levantó una ceja.

—Porque soy abogada, André. La gente como tú, no da puntada sin hilo.

Él fingió una expresión de falsa indignación antes de soltar una risa. —Vale, me atrapaste. Tal vez solo quiero ver tu cara de terror cuando te obliguemos a subirte a una montaña rusa.

—¿Me obliguen?

—Obviamente voy —respondió él con total naturalidad—. Alguien tiene que asegurarse de que no huyas a mitad del día.

—Eres increíblemente persistente, ¿lo sabías?




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