No te contengas

03. Pequeño hobbit.

—Liv, ¡Liv! ¿Alguien te hizo daño? ¡Dime!

Mérida intentaba sacarme información, pero juro que apenas si podía respirar. Mi mano tembló cuando sujeté la botella de agua que Max me extendía. Él y el otro chico me observaban preocupados. Apenas si había logrado sentarme en el asiento del auto.

—Ya dejémosla respirar, tranquila Meri —Chris alejó a la rubia un poco y lo agradecí. Cerré los ojos e intenté respirar profundo. Mi corazón apenas se estaba normalizando.

—Na-nadie me hizo dañó —balbuceé—, pero... vi algo muy raro.

—Bien, Liv. Eso es. —Max me tomó la mano y dejó caricias en el dorso mientras me hablaba. Eso me tranquilizaba—. ¿Puedes decirnos qué viste?

—Yo... yo...

—Bueno, vamos. Hay que ver qué ocurre.

—¡No! —Volví a tensarme—. ¡Puede ser peligroso! Mejor llamamos a la policía...

Max se hincó de rodillas frente a mí.

—Tranquila, Liv. Conocemos el pueblo mejor que nadie. Te aseguro que nada malo ocurrirá. Si quieres vas con Mérida a casa y nosotros vamos a ver qué sucede. Apenas sepamos algo les avisamos.

—¿Qué? ¡No! —La rubia se quejó—. ¡Quiero ir también! —Se cruzó de brazos y volteó hacia mí. Luego de unos segundos, suspiró y rodó sus ojos—. Lo siento, Liv. Claro, vamos a casa.

—No... —mi propia respuesta me sorprendió—. Quiero ir también.

—Estás temblando. Lo mejor será que vayas a casa y trates de tranquilizarte.

—No me tranquilizaré sabiendo que ustedes están allá dentro y algo les ocurre. Vamos juntos.

Los tres se dedicaron miradas entre sí y asintieron.

—Bien. —Chris rebuscó algo en la parte trasera de su camioneta—. Andando.

Mis ojos casi se salen de la cuenca cuando vi la escopeta. Retrocedí un par de pasos, pero los brazos de Meri me detuvieron.

—Tranquila. Es de caza, hay muchos animales y es legal. ¿Verdad, Chris?

—Así es. Mi padre y yo venimos cada fin de semana. Si viste un animal, nos servirá de ayuda.

Asentí a duras penas y no emití palabras durante el resto del camino, solo las necesarias para indicar a dónde había estado. No era un animal, de eso estaba segura.

—¿Vamos bien? —Chris volteaba a cada rato para ver cómo estaba. Max me había prestado su chaqueta gigante y lo agradecí. Estaba temblando, pero no por el frio.

—Sí. Es ahí, en la colina. Vi a alguien en el lago.

—¿Qué viste, Liv? —Meri se volvió a mi lado.

—Había alguien, arrastraba algo que parecía ser una persona. El celular sonó y comenzó a perseguirme.

—¿Pudiste verlo?

—Tenía una gorra roja y una camioneta blanca y...

—¡Alex! —El grito de Chris allá adelante me asustó.

¿Si había alguien? ¿Ellos lo conocían?

—¡Es Alex chicos! —Chris corrió hasta nosotros y nos alumbró—. Tranquila, Liv. Viste a un demente que pesca de noche —Max y Chris echaron a reír. Meri negó sonriente y pronto los chicos corrieron colina abajo.

—¡¿Qué carajos, hermano?! ¡Nos diste un buen susto!

Seguí escuchando sus chistes y el alma pareció volverme al cuerpo. Comencé a replantearme todo colina abajo. En realidad, todo mundo estaba tranquilo. ¿Y si de verdad solo había sido mi imaginación? ¿Pescando? Ahora que hacía memoria, varias camionetas aparcadas en el estacionamiento tenían cañas y equipos de pesca en sus cajas.

¿Y si Stenill estaba volviéndome loca? Respiré profundo. Los chicos estaban reunidos con el muchacho. Ahí estaba. La camioneta blanca y su gorra roja sobresaliendo por su altura.

—Ven, Liv. —Meri frotaba mi hombro mientras casi llegábamos a la ronda—. Te volveré a presentar a...

—Alex...

El rubio me escrudiñó de arriba abajo y luego me dio una de esas sonrisas de lado que solía darme.

—Liv...

—¡Ey, si te acuerdas de él! —Bromeó Max.

Todos echamos a reír. Alex se llevó las manos a los bolsillos de su jean desgatado y siguió observándome con una sonrisa. Mordí mi labio inferior por la vergüenza. Entonces no era un psicópata era...

—Si. Solía estar todas las tardes en mi casa. Era la mejor amiga de mi hermano. —Concluyó.

Asentí.

—¡Menos mal! ¡Ya íbamos a llamar a la policía! —gritó Meri, aliviada.

—¿Y qué pescaste está vez? —Chris se inclinó hacia la cajuela para observar. La linterna iluminaba la sangre chorreando en el suelo. Por inercia me acerqué también—. ¡Vaya, te sacaste un pez gordo!

Una parte de mí esperó ver lo peor, pero la bolsa solo tenía un gigante y ahora sin vida animal del lago. Suspiré. Bien, eso es todo. No más pipi en el bosque de noche.

—Si. Es mi secreto, la noche es buena para atrapar presas —bromeó.

Max le quitó su gorra jugando.

—¿Estás más tranquila? —Meri me hizo a un lado. Asentí, aunque aún la adrenalina recorría mi sistema—. Ey, en serio. Aquí no es como en Argentina. En Stenill todos nos conocemos. Es un maldito aburrimiento. —Palmeó mi hombro mirándome con ternura—. Tranquila, Liv. Es tu primer día... —Soltó una pequeña risa y yo también.




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