Alguien me perseguía. No logré distinguir su figura con exactitud. La noche en el bosque era un velo sombrío y oscuro como para lograrlo. Me escondí detrás un árbol, pero fue tarde. ¡Mierda me ha visto!
Exhalé profundo y continué adentrándome a su profundidad mientras mi respiración se desbocaba. Los arbustos iban formando un delgado pasillo, la salida se alejaba más y más, y sentía que mis pies no avanzaban por mucho esfuerzo que pusiera.
Mi corazón latió con fuerza. ¡Estoy acorralada! ¡Me atrapará!
Entonces una mano delgada y fría tomó mi espalda…
—¡Olivia! ¡Olivia!
Solté un quejido de horror y abrí los ojos, saltando de la cama. Mamá estaba sentada a mi lado. ¡Por Dios, solo ha sido un sueño! Mi cuerpo temblaba y sudé por completo.
—Tranquila… estás aquí. —Mamá acarició mi cabeza y depositó un beso en la coronilla—. Perdón por despertarte de golpe, ¡pero ya es tarde! Alístate, te preparé el desayuno. Ya me voy al hospital, pero nos vemos en la tarde. Papá cargó gasolina a Black —dijo, abandonando la habitación.
Asentí aun agitada y sin emitir palabra me dirigí al baño. Sentí el rostro tenso y mi cabeza iba a estallar. Manera de empezar el día. El pánico de la persecución continuaba esparciéndose por mi sistema nervioso.
—Solo fue una pesadilla… —murmuré, cerrando los ojos.
Las gotas de agua fría cayeron sobre mi rostro y el baño consiguió apartar los recuerdos. Al salir de la ducha miré el reloj el reojo.
—¡Puta madre, si es tarde!
Rebusqué en mis maletas y terminé por ponerme una pollera y zapatillas. Me puse la primera blusa que encontré, peiné mi pelo con los dedos, y acomodé las cosas en la mochila mientras bajaba las escaleras a toda prisa.
—¡Nos vemos, abue! —Cogí el sándwich que mamá me había dejado mientras descolgaba las llaves de Black: el viejo auto de la abuela.
—¡La puta que me parió! —gruñí aun con el sándwich en la boca, di un portazo con disgusto. El hijo de puta no arrancaba y la camioneta de Mérida ya no estaba—. Perfecto… —Ironicé con la boca llena. No quedaba más que caminar.
Los árboles enmarcaban la avenida. Las ramas formaban un puente natural con el tono verde vivaz de sus hojas entrelazadas en el cielo. Nada había cambiado en Stenill. El aura y belleza misteriosa continuaban tal y como recordaba de pequeña.
Tuve que detenerme a un par de cuadras por cansancio. El sol ardía con ferocidad y hacía un tiempo considerable que no realizaba ejercicio… digamos que estos últimos 17 años.
Busqué mi botellón en el bolso y bebí un gran trago de agua mientras limpiaba el sudor de mi frente. El garaje de la casa donde me detuve se abrió. Un volvo negro encendió sus luces y me hice a un lado. Noté que mis cordones se habían desajustado así que me agaché a anudarlos.
—¿Buscas otro accidente?
Esa voz…
Vi de reojo la casa y quise morirme. Aun de cuclillas alcé la vista, uno de mis ojos se entrecerró debido al sol. Luca lucía una sonrisa arrogante detrás de la ventanilla de conductor.
—No sabía que vivías tan cerca. —Si él no me recordaba, pues bien. También jugaría a ese juego—. Llego tarde, nos vemos… —Me puse de pie y continué mi camino sin voltear.
El enojo de la noche anterior pareció volver a tomar posesión de mi cuerpo. No solo no había dormido una mierda, sino que ahora el idiota tendría otra cosa con la cual jactarse de que yo lo buscaba. ¡Su actitud es insoportable! Mi mandíbula se tensó en un instante y comencé a caminar cruzada de brazos sin darme cuenta.
—Sube, te llevo. —Interrumpió mi caminata. Conducía despacio junto a mí.
—No, gracias. Me gusta hacer ejercicio. —Ahja, sí… claro.
—Oh, vamos pequeño hobbit. Estrella Foothills queda a unos cuantos kilómetros.
—Deja de seguirme. Los vecinos te ven raro… —Me quejé, señalando a las mujeres de en frente con mi barbilla.
—¿Me estás diciendo acosador?
—No, solo idiota.
Sonrió mordiendo su labio inferior y tuve que obligarme a seguir caminando.
¿Qué pasa, Liv? ¿Una sonrisita y ya? ¡No! ¡No!
—A menos que quieras una falta a todas las clases que quedan del día, te recomiendo subir ahora…
—En ese caso el problema sería mío, ¿no?
Estaba a punto de cruzar la esquina, pero giró y se frenó en la línea de peatones, obstaculizándome el paso.
—Liv… —Me echó una mirada retadora, pero yo solo pude pensar en que al fin había dicho mi nombre y lo distinto que sonaba en mis recuerdos con su voz aniñada.
—¿Qué? —Clavé mis ojos en los suyos. Él apoyó su antebrazo en la ventanilla.
—Por favor… —Fue un hilo de voz. ¿Qué no está acostumbrado a decir esas palabras? No, claro. ¡Es un idiota! —. Vamos, sube. No voy a dejarte aquí sola mientras yo me dirijo al mismo lugar. No seas rencorosa. No te conviene llegar tarde…
¿Rencorosa? No era rencor… bueno, sí.
Me había molestado el trato de la noche anterior, pero lo que más me estaba molestando, y no sabía cómo lidiar con ello, era que no me recordara. ¡Y ni siquiera sabía por qué! Porque ¡vamos! Éramos unos niños, no tenía por qué hacerlo, pero… pero yo… creo que me dolía un poco el hecho de que me había pasado todos estos años pensándolo y esperaba que él… Dios, ¡qué tonta!
Editado: 05.01.2025