No te contengas

06. Primera fiesta.

Las primeras dos semanas en Stenill habían pasado rápido. Con las noches de autocine, tardes en el lago, y el ayudar a mi abuela con su club de lectura, estaba bastante ocupada. La idea de la lectura me emocionaba mucho más. No podía creer que sus vecinas se juntaran a charlar de libros, era mi sueño hecho realidad, así que no tardé mucho en unirme.

En el instituto, las cosas iban muy bien. Los encuentros en la cafetería con el grupo se habían vueltos casi sagrados. No era la única nueva. Alex también formaba parte de él, y estaba impresionada por lo mucho que había logrado habiendo llegado solo dos meses antes que nosotros al pueblo.

Sacaba calificaciones perfectas, no faltaba a ninguno de sus entrenamientos, le dio al equipo de futbol de nuestro instituto varios puntos en la tabla, y se ganaba la atención y amistad de muchos a medida que los días pasaban.

No me extrañaba. Alex tenía el poder de magnetizar a todos los que lo rodeaban, y por eso no solo había logrado entrar al equipo de las Bestias sino además ser su capitán.

Mérida y los chicos estaban muy cómodos con toda la atención que se recibía por ser "amigos" del nuevo popular, pero a mí me tenía algo... incómoda. Nuestra mesa, la misma de siempre junto a los sanitarios, ahora era... ¿cool?

A veces muchachos del equipo de fútbol compartían el almuerzo con nosotros ya que Alex, por su parte, no quería dejarnos solas. Decía que era el único momento que estábamos todos reunidos en el día y debíamos aprovecharlo. ¿Puedes creer esa ternura?

De todas maneras, debo confesar que se me complicaba un poco tratar de integrarme a las charlas con gente nueva.

Habíamos terminado de cursar las materias del día cuando el timbre sonó. Nos dirigíamos hacia a la salida, pero unos gritos nos alertaron llegando a la intersección del pasillo.

—¡Ey!

Alex se acercó con una sonrisa en el rostro. Max y Chris lo alcanzaban por detrás. Estaban sudados y algo sucios por el entrenamiento, pero la verdad que esos tres jamás dejaban de verse bien.

—Hoy a las ocho. Por favor no nos fallen, ¿sí? —Max abrió la puerta para nosotras, dándonos una reverencia.

—¡Ahí estaremos! —Meri le dio una palmada en su hombro.

—Esa es la actitud. Toda bestia necesita de su bella —Chris observó a Meri de reojo al pronunciar esas palabras.

Sonreí para mis adentros. Recordé lo mucho que a Chris le gustaba Meri en kínder. Meri nunca le había dado el sí definitivo a algo serio, pero estaba segura que le encantaba tener su atención.

Acababa de saludar a Max, cuando alguien rompió la ronda y empujó a Alex con brusquedad.

—¡Ey! —gritamos al unísono.

—Cálmate John, ¿qué demonios te pasa? —Max le dio un empujón al muchacho.

Alex logró estabilizarse.

John era uno de los chicos que integraban el equipo de las bestias. En realidad, nada más y nada menos que el capitán del equipo. Antes de la llegada de Alex, claro.

¿Huele a celos por aquí no?

—¿Quieres que me calme? ¡¿Cómo?! —El rubio de ojos verdes continuó a los empujones.

Alex lo tomó por los brazos e intentó contenerlo.

—Ya, las asustas...

¿Se refiere a nosotras? Pero si solo estamos observando con los ojos casi al borde de salirse de lugar.

—¿Sabías que por tu culpa este partido ni siquiera jugaré? ¿Lo sabes? ¡El entrenador no solo me corrió del puesto, sino que ahora me puso en la banca! —gruñó—. ¡En la banca, Alex! ¿Cómo quieres que me calme? —John tenía su cuello tenso. Su mandíbula crujía en cada grito.

Mérida mordía sus uñas. La rubia y yo nos echamos una mirada de preocupación.

—Ey, bro... calma, ¿sí? Es solo un juego. Tuviste bajas calificaciones, no es mi culpa. No puedes darme la responsabilidad de lo que te pasa...

—Alex tiene razón John, es solo un juego. Cuando mejores tus calificaciones seguro el entrenador te pone de nuevo. —La voz de Chris pareció calmarlo.

—No se trata de un juego... —su voz salió ronca—. Es la oportunidad que tengo de una beca en una buena universidad y... ¿qué crees? No estaré en el campo para que me vean, no la última temporada.

—Debiste haber estudiado entonces en vez de pasártela bebiendo y de fiesta en fiesta como un niño estpupido el fin de semana. Las reglas del equipo son claras: buenas notas, juegas. Malas notas, sales, hermano...

Por un segundo, se me antojó cierta malicia en los ojos de Alex al soltar esas palabras. Pero tenía razón, eran las reglas. John gruñó y alzó su puño fuera de sí.

—¡Fue suficiente! No lograrás nada golpeándolo. Solo empeoraría las cosas...—Max lo regañó—. En el fondo sabes que tiene razón.

El rubio bajó su cabeza y bufó. Dio un puñetazo a la pared, y se alejó murmurando puros insultos. Los tres nos quedamos en silencio. Alex se veía afectado. Repiqueteaba su pie, impaciente.

—Los veo en el campo de juego —dijo, aun observando a John marcharse y se dirigió a su camioneta junto con los chicos.




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