No te contengas

07. En el pasado se queda...

—Liv. ¿Qué sucede? Vamos. Falta poco.

Me había quedado paralizada a medio camino.

—¿Qué le hiciste? —Luca llegó con sus cejas enarcadas, y encaró a Max prepotente.

—¿De qué hablas, amigo? Solo se sintió mal bailando.

—Vete, yo me encargo. —masculló, tomándome del brazo de forma suave, pero firme.

Mi cuerpo no parecía reaccionar. ¿Qué se suponía que estaba haciendo? ¿Con qué derecho corría a Max?

—No la toques, ¿quién demonios te crees? —Max deshizo el agarre y se puso en medio de ambos.

—Que ella te lo diga...

—¿Liv? —Max se dio vuelta hacia mí, confuso.

Luca soltó una risita a boca cerrada, se cruzó de brazos y giró a observarme esperando una respuesta. Idiota, parecía divertirle la situación.

No quería seguir incomodando a Max, que se había comportado tan bien conmigo. Pero no perdería la oportunidad de saber qué mierda se traía Luca entre manos con todo este circo.

—Max, no te preocupes. Estaré bien, es amigo. Ve a seguir divirtiéndote, regreso enseguida. —Le di una sonrisa para que se tranquilizara.

Asintió algo molesto, y golpeó a Luca con su hombro al marcharse. Me quedé observándolo mientras se perdía entre la gente.

—Vaya... hace menos de cinco minutos me observabas como si fueras a desnudarme con los ojos, pero ahora resulta que solo soy tu amigo. Bien, amigos entonces. —Su sonrisa ladina y arrogante invadió su rostro.

—¿Qué? —Llevé mis ojos hacia atrás—. ¿Podrías mostrarme el baño, por favor? Dijiste que te encargarías de ayudarme. Corres a Max y ahora solo sales con tus bromas absurdas, eres insufrible.

—Vamos. —Meneó su cabeza risueño señalando el camino.

Subimos al segundo piso. El ambiente estaba más tranquilo. La música apenas se escuchaba. Podía recordarlo, era su cuarto. Claro que ahora las paredes azules con autos habían desaparecido y solo quedaban tonos neutros y oscuros en su lugar.

—Pasa, ahí está el baño.

—¿Me traes a tu cuarto? —Pensé en voz alta.

—Sí. Pensé que era mejor venir aquí para que estés más cómoda, sin tanto ruido.

Asentí.

—Voy por agua en lo que vas. —Cerró la puerta.

Entré al baño y me eché suficiente agua en el rostro para estabilizarme. Estaba aturdida, y no exactamente por la fiesta. ¿Por qué se había comportado así allá abajo? ¿Por qué había decidido ayudarme?

—Genial. Ahora soy un mapache.

Mi maquillaje se había corrido por completo. Busqué en el botiquín, tal vez, habría algodón y alguna crema que sirviera para limpiarme. Encontré desodorante, unas pulseras de cuero y loción de afeitar. Como siempre, mi torpeza hizo de las suyas y mientras husmeaba hice que varias cajas cayeran. Entre ellas, unas para dolor de cabeza, antiinflamatorios, pero una llamó mi atención. Un escalofrío recorrió mi espalda cuando la tuve en mis manos. Xanax- Alprazolam.

Las imágenes en mi mente aparecieron vagas y borrosas. Una puntada en la cabeza hizo que mis piernas se aflojasen, pero volví a tomar aire y me recompuse. Dejé todo en su lugar con rapidez mientras mis manos temblaban aún. Froté mis ojos con papel húmedo y logré quedar decente. Salí del baño y me senté en la cama todavía alterada.

La puerta se abrió y volteé con rapidez.

—Bien, aquí tienes. ¿Te sientes mejor? —Extendió el vaso de agua en mi dirección.

—Sí... —Mi voz se entrecortó—. Gracias.

Un silencio entre los dos invadió el ambiente. Los ojos de Luca se posaron en los míos. Había tomado asiento en el sofá frente a la cama. Apoyaba sus brazos sobre las rodillas con esa aura misteriosa que lo caracterizaba. Mezclaba con lentitud el contenido de su vaso, buscando que el líquido se enfriase con mayor rapidez. Sus ojos pardos me escudriñaban de vez en cuando sin disimulo alguno, y aunque intentaba sostenerle la mirada, me era imposible.

Tomé un sorbo de agua en un intento de distracción. Estaba bastante nerviosa. Pero por fin lo tenía frente a mí. Quería preguntarle todo, sin embargo, las palabras no salían de la boca de ninguno. Respiré profundo. Con la mirada aun fija en el vaso, me atreví a dar el primer paso.

—¿Don-Dónde estuviste estos días?

Mi pregunta lo hizo sonreír. Se dejó caer en el sofá más relajado, y cruzando las piernas habló.

—¿Me extrañaste, hobbit?

—Idiota.

Soltó una carcajada.

—Un asunto personal. —Dio un trago a su bebida con su sonrisa sin inmutarse.

Es inútil.

—Bueno... Gracias por ayudarme, ya me siento mejor. —Me erguí—. Debo bajar. Mis amigos deben estar buscándome. —Extendí el vaso y asentí a modo de gratitud.

—¿Max? —Recibió el vaso mientras se puso de pie y lo dejó en la mesita de luz.

—¿Yo sí debo hablar sobre mí, pero tú no? —Me crucé de brazos.

Luca acortó la distancia entre ambos. Sin dudas, era mucho más alto que yo. Tenía que inclinar su cabeza hacia abajo para observarme a los ojos.




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