—¡Liv! ¡Liv! —Jalaron mi brazo.
—¿Uhm? —apenas pude abrir los ojos. La cabeza me daba vueltas—. Déjame dormir, es domingo. —Me quejé.
—¡Olivia Brown! ¡Es jueves! ¡Despierta ya! —Mérida me dio un par de almohadazos.
—¡Ya! ¡Ya! ¿Qué hora es? —Me senté en la cama de golpe. Una fuerte puntada en la cabeza me hizo estremecer. Observé a mi alrededor. Un momento... este no es el cuarto de Meri. ¿Por qué- por qué estamos en mi cuarto? —. Meri... —Me froté la cien. La rubia no dejaba de voltear hacia la puerta, nerviosa—. ¿Qué hacemos aquí? ¿Qué ocurrió anoche?
La rubia solo formó una línea con sus labios.
—Te espero en el coche. Aquí no es posible hablar... —dijo, y se puso de pie—. Date prisa... —advirtió antes de cerrar la puerta.
Tragué con dificultad. ¿Por qué tenía esa actitud? ¿Por qué no podíamos hablar? ¿Qué pasó que terminé durmiendo en mi cuarto?
El baño fue reparador, pero la cabeza seguía matándome. Subestimé esas cervezas. Cepillé mi cabello y di unos retoques con el corrector porque mis ojeras eran un espanto.
—¡Adiós mamá! —Bajé corriendo por las escaleras y salí disparada hacia afuera.
Mérida volteo hacia mí, ni bien mi trasero tocó el asiento de copiloto con cara de querer asesinarme.
—Liv, ¿qué carajos pasó anoche? —Vociferó mientras encendía el auto.
—¿Por qué? —Bostecé al tiempo que me estiraba.
—¡No volviste conmigo anoche! ¿¡Hello!? —Señaló la casa. Mi mente estaba al borde de un colapso. Medité por unos segundos. No había dormido en casa de Meri, eso era claro. Ahora... ¿tampoco llegué con ella? ¿Cómo había vuelto? —. Tu mamá me preguntó qué había pasado y tuve que mentir ¡No respondiste mis llamadas! —Puso la marcha de forma brusca—. No pegué un ojo en toda la noche rogando que estuvieras bien. — Su voz sonó angustiada—. La pregunta es, ¿qué pasó contigo anoche?
—No lo sé. —susurré, preocupada—. No recuerdo nada... —Admití. El dolor de cabeza iba en aumento. ¿Cómo no podía recordarlo?
—Amiga, en serio... Nunca más me dejes obligarte a beber.
—Tranquila, estoy bien.
—Pero con lo que voy a contarte estarás peor, créeme. Agradezco haberte encontrado esta mañana durmiendo como un angelito, aunque tenía unas ganas asesinas de matarte...
—¿Qué? ¿Qué ocurre?
Meri aparcó la camioneta a un lado de la carretera. Apagó el motor y se quedó un buen rato observando al frente.
—Mérida, habla de una vez. Comienzo a preocuparme.
—María Mendoza, ¿recuerdas?
—¿La amiga de Colman? La que estaba bailando con Luca y ella anoche.
—Esa misma.
—¿Qué ocurre con ella?
—Está desaparecida desde anoche... —Mérida volteó hacia mí con un gesto de pavor en su rostro.
—¿Cómo que desapareció?
—Luego de la fiesta no llego a su casa. Está en todas las radios. Sus padres llamaron a la policía.
Me quedé helada durante unos segundos...
—Pero... debe estar con alguien, en algún lugar —dije con voz entrecortada—. Con algún muchacho o en lo de una amiga, quizás...
Eso, eso debía ocurrir. No podía desaparecer, así como así. Stenill era un pueblo aburrido y tranquilo, ella misma me lo había dicho. No, me negaba a pensar que algo malo había ocurrido.
—¿Te das cuenta por qué no pude dormir? No respondías mis mensajes, me asusté.
Me quedé unos segundos en shock observando los autos pasar frente a nosotras. Agaché la vista al salir del trance y rebusqué en mi bolso el celular. Estaba apagado, lo encendí. Tenía incontables llamadas de Mérida y un número desconocido había hecho quince llamadas.
Todo debía ser una puta broma. ¿Cómo no iba a saber cómo demonios había llegado a mi hogar? ¿Por qué no recordaba ninguna imagen de la noche anterior? Comencé a rebuscar en mi memoria. La última imagen que tenía en mente era estar saliendo del cuarto de...
—Luca —Meri mencionó su nombre en voz alta.
—¿Qué?
—Él es el otro número que te llamaba. —Señaló el celular—. Cuando la policía llegó por el escándalo de la fiesta fui a buscarte. Pensé que seguías con Max, pero me dijo que estabas con Luca, así que lo busqué. Pero ya te habías ido —continuó —, y ahí me enteré que María tampoco estaba por ningún lado. Sus amigas la estaban buscando como locas, al igual que yo a ti. Estaba por marcharme antes que la policía nos detuviera cuando Luca me pidió tu número para ayudarme.
—¿Se preocupó por mí? —Pensé en voz alta.
—¡Idiota! —Me cacheteó la nuca.
—¡Auch! ¡Ey!
—¿Sipriiciipiipirmi? —Escupió, sarcástica. Volvimos a la carretera— ¡Yo! ¡Tu mejor amiga se preocupó por ti!
Fueron unos minutos en total silencio. Mi corazón latía con rapidez, no entendía nada en absoluto. Me preocupaba por la muchacha, pensaba lo mucho que Meri debió alterarse toda la noche, e incluso llegar a pensar lo peor.
#5 en Ciencia ficción
#316 en Novela romántica
vecinos que se odian, amigos y amor de adolecentes, extraños habitantes
Editado: 31.01.2025