No te contengas

11.De espinas y rosas.

Sucedió lo que siempre pasa cuando tienes la ingenuidad de pensar que por fin el universo actúa a tu favor.

¡LA VIDA TE DA UNA BOFETADA DE ESAS BIEN BUENAS EN LA CARA PARA QUE DESPIERTES A TU REALIDAD POR PENDEJA!

Todo ocurrió muy rápido, pero lo ridículo de la situación fue tanta, que a mis ojos todo parecía suceder en cámara lenta. Cuando creí que nuestros labios se tocarían, Alex abrió la puerta.

Luca estaba apoyado en ella y en un intento de no caer se aferró a mí, quien, por supuesto, tenía sus piernas como gelatina y la espalda al aire debido a la apertura. Él dio un tropiezo hacia el living de su casa y yo caí. Sí, caí.

Pero no hacia el simple costado. Oh, no. El destino siempre se esmeraba conmigo.

Choqué mi cadera contra el borde del balcón, lo que hizo que pasará hacia el otro lado de la entrada. Manoteé el aire en un absurdo intento por encontrar algo a qué aferrarme. Ilusa. Solo logré dar mayor envión a lo que seguía.

Mi espalda golpeó contra el colchón de rosas. Afirmo, el que más espinas tenía en todo el vecindario. Alex bajó desesperado los escalones y corrió en mi ayuda. Por mi parte, continuaba despatarrada sobre el jardín.

—¡Pero, qué mierda! ¿Estás bien? Dame la mano, con cuidado. —Intentó estabilizarme.

—¡Auch! ¡Ay! ¡Ay! —Las espinas rasguñaron todo mi brazo izquierdo, incluso algunas estaban incrustadas en mi espalda. Mi pelo enredado entre las ramas cual telaraña tiraba al intentar moverme.

Luca, un poco más despabilado por todo, lo siguió por detrás. Me tomó de la espalda y aun cuando las espinas rozaban sus brazos, me alzó de una vez sacándome de allí.

—Alex ¡Mira lo que hiciste! —Luca giró molesto mientras me revisaba.

—¡Auch, Auch!

No podía tolerar el roce de sus manos.

—¡Oh, disculpa por salir de mi propia casa a revisar como lo haría cualquier persona normal al escuchar ruidos en su puerta! —dijo en tono sarcástico—. ¡Tarado! ¡Déjala! —Jaló de mi brazo hacia él— ¿No te das cuenta de que le duele? —Acomodó mis cabellos —. Liv, vamos adentro. Te sacaré las espinas.

Luca gruñó algo inaudible. Sus puños se cerraron al lado de su cuerpo, tenso. Escrudiñó a su hermano mientras yo intentaba no quebrarme en llanto.

Dolía demasiado. Todo mi cuerpo quemaba.

¿Cuándo dejarán de discutir?

—¡Tú no te haces cargo de nada! ¡Liv viene conmigo! —Me tomó del brazo contrario, firme.

—Sí, ¡sale contigo y así la cuidas! —Lo señaló— ¡Mírate! ¡Borracho a estas horas con las cosas que están pasando! Salí porque sentí ruidos. Estábamos preocupados. No nos contestabas el teléfono, Luca. ¡Te fuiste sin avisar! —Reclamó—. Salió en las noticias, otra joven ha desaparecido en un pueblo cercano. Están sucediendo cosas alarmantes y tú ebrio con Olivia en la calle.

Por el golpe, no había notado el aspecto de Alex. Estaba desaliñado, sus pelos revueltos, tenía una pequeña capa de sudoración, y sus ojos abiertos de par en par detonaban ojeras violáceas bajo las luces de la calle. Pero, mientras observaba a Alex, de reojo vi a Luca estallar. La intención era clara: lo iba a destrozar.

—¡Ah! ¡Maldito hipócrita! ¡Ya no te soporto! —Su voz ronca retumbó por todo el vecindario.

Me interpuse entre los dos. Sentí mi mano impactar contra el pecho acelerado de Luca. Estaba fuera de control.

—¡Estoy harta de ustedes dos! —Hubo un silencio sepulcral. Continúe, pese a mi voz entrecortada al borde del llanto. ¿Ya les he mencionado que me sucede cada vez que tengo que decir lo que siento? Maldición, lo odio—. ¿¡Hay cosas más importantes que agarrarse a golpes, no les parece!?

Mi pecho iba a salirse de lugar. Suspiré. Luca soltó aire por su nariz cual toro cegado por el rojo de su enemigo. Mérida tenía razón con sus chistes ridículos. Yo era un capote viejo y cansado.

—¡Mierda! ¿Es qué no pueden hablar tranquilos? Fue un accidente, está bien. ¡Ya pasó! —Caminé hacia la calle.

Soportaba un dolor inmenso en mi cuerpo y con el la decepción del momento que no había podido ser.

¡Era suficiente!

No iba a quedarme a escuchar sus absurdas peleas como siempre.

—¡Tú no puedes irte así! —gritó Luca, pero ya estaba unos metros adelante.

—¡Liv! Es peligroso que andes sola, vuelve. —Alex intentó hacerme entrar en razón.

—¡Prefiero caminar sola que tener que soportarlos!

Escuché un portazo. Alex aún permanecía mirándome desde la vereda. Alcancé a ver a Luca hecho una bola de ira entrar a su casa. Adolorida, seguí mi camino por Black. Estaba furiosa. Cada paso era un quejido de dolor, pero no iba a quedarme.

Agradecí que no hiciera tanto calor esa noche. El viento nocturno apaciguaba el ardor de mis piernas y brazos, y poco a poco me logré tranquilizar. Estaba a pocos metros del bar, pero en lo que cruzaba la calle, volvió a suceder.

Otra vez percibí algo escabullirse detrás de los arbustos. Corrí hasta Black sin detenerme a pensar. Rebusqué en mi bolsillo con las manos aun temblando la llave, lo encendí y aceleré.




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