Fue un alivio salir de ese hospital. Los puntos que le había hecho a Luca estaban perfectamente. Aplausos mentales para mí.
Mamá nos dio una charla acerca de las relaciones y los noviazgos que sorprendente Luca tomó bien. Yo hubiera preferido que la tierra me tragase a que mi madre me haya hecho pasar ese vergonzoso momento. Agradecí que la preocupación por Alex fuese de mayor importancia y que no surgieran comentarios al respecto luego.
Había prometido volver a casa y quedarme con la abuela, pero mentí. Nos dirigíamos de nuevo al bosque. Alex no había vuelto a su casa, de Meri aún no sabía nada... era desesperante, necesitaba de una vez saber que estaba bien.
Aparcamos cerca de la entrada. Todavía se encontraban algunos agentes policiales, ya no había ambulancias ni bomberos, y mi coche seguía allí estacionado. El padrastro de los chicos se encontraba a lo lejos, conversando con algunos de los agentes.
—Olivia, necesito que esperes aquí.
—¿Qué? ¡No! Quiero ir.
Rodó los ojos.
—Estás jodidamente demandante, y mi paciencia no es la mejor hoy, Liv... —Tomó el puente de su nariz—. Escucha, quiero ir a tantear bien la situación. Si todo va bien, vengo por ti.
—Lo de demandante tú me lo recomendaste, ¿recuerdas? —Me crucé de brazos. Luca continuó serio—. De acuerdo... —bufé, no muy convencida.
Luca bajó del auto y se unió al círculo. Por el espejo retrovisor, vi un par de lujosos Mercedes Benz negros llegar. Uno de ellos derrapó e hizo chirrear las gomas al estacionar.
El señor alto y robusto bajó dando un fuerte golpe a la puerta. Vestía una gabardina gris y debajo de ella llevaba un sofisticado traje. A paso brusco y acelerado, se acercó a la ronda. Todos los presentes desarmaron el círculo y se dispusieron frente a él, en fila. Enarqué mi ceño.
¿Tatiana no se encontraba bien ya? ¿A qué volvía su padre aquí?
Estaban todos con la cabeza gacha, incluso Luca, recibiendo las palabras del alcalde, que no alcanzaba a escuchar, pero a mi parecer, nada agradables. El sonido de la puerta trasera del auto me hizo golpear la cabeza con el techo del susto.
—Liv... —Tatiana se sentó en el asiento trasero.
—¡¿Qué te pasa?! —Me froté la cabeza—. Me asustaste.
—No es una novedad viniendo de ti...
Estaba a punto de responderle, pero continuó.
—No entiendo cómo aún el cuento de hadas no se te desplomó... —Soltó una risa sin ganas.
Sus penetrantes ojos celestes se clavaban en los míos con desprecio a través del espejo.
—No sé de qué estás hablando... —Zanjé. Intenté seguir con la atención en el exterior.
—¿En serio crees que alguien cómo él querría algo contigo?
—Yo no... —Mordí mi labio.
—Liv, los chicos cómo Luca necesitan más...intensidad, adrenalina. Él solo se divierte contigo porque estás como perro con dos colas por detrás... —Esas palabras me impregnaron cual veneno—. En serio, no pierdas tu tiempo. Es bueno soñar, pero tarde o temprano todo caerá por su peso. No te engañes más.
—No sé de qué hablas... —Miré en dirección al bosque, tratando de contener las lágrimas de coraje—. Yo tengo clara la situación. Al parecer, estás desubicada en todo esto. —Me atreví a voltear. Tatiana se dejó caer en el asiento con una sonrisa de suficiencia—. Te orientaré, Luca y yo somos amigos. Sé que no soy su tipo y, al igual que tú... —enarqué una ceja—, me gusta el lugar de amiga que él me da.
No más Tatiana Hollman, no más.
—Bien, es bueno que tengas todo claro... —Se relamió los dientes, y bajó dando un portazo.
Caminó hacia donde todos estaban reunidos.
Ahora sí, ¿qué mierda está pasando?
Lo único que sabía de la familia Hollman es que habían engendrado un demonio narcisista y egoísta terrible.
Ok. No. Era que Tatiana era la hija única adorada del matrimonio. Tenían mucho dinero, su padre era el alcalde del pueblo y ocupaba un puesto importante para la nación, pero nunca supe bien a qué se dedicaba su madre. Vivían en una de las zonas residenciales más importantes, pero de allí nada más.
—Liv, deberías volver a casa. Debes descansar, yo me quedaré por noticias. Te acompaño a tu auto... —No noté el momento en que Luca estaba de vuelta.
Pero ahí estaba otra vez. Distante e indescifrable, sosteniendo la puerta.
—¿Qué hace Tatiana y su padre aquí? Es raro, ¿no lo crees?
—No lo sé, no tengo idea... —Desvió la vista.
Miente bien, no lo olvides...
—Pero te estaba hablando... a tu padrastro y a ti, ¿qué les decía? —insistí.
—Nos ofrecía ayuda con Alex. Es...—Remojó sus labios—, un amigo de la familia.
—Entonces... ¿cómo? —pensé en voz alta—. ¿No se supone que conociste a Tatiana el mismo día en que estábamos en la cafetería? —Soltó una risa y rascó su cabeza con vehemencia.
—¿A qué viene todo esto, Liv? ¿Estás celosa de Tatiana? ¿Todo es por eso?
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vecinos que se odian, amigos y amor de adolecentes, extraños habitantes
Editado: 31.01.2025