La lluvia era inclemente y empeoraba mi situación cada vez más. Dificultaba mi visión y hacía del piso una especie de masa melosa y pegajosa que se fundía con las hojas y ramas caídas debido a la tormenta. Me había dado unos buenos tropezones y resbalones, y ahora toda mi ropa estaba sucia y mojada.
El viento era fuerte y cambiante. La lluvia parecía dividirse en varias cortinas, superponiéndose entre sí mientras la vegetación se movía al compás de ella. Pero nada de eso importó. Nada de eso podría detenerme para ir a buscarla.
Crucé por el sendero principal y me dirigí hacia el lado oeste dónde había dicho encontrarse. Sus mensajes habían sido enviados hacía más de ocho horas... no quería pensar en el estado que podría encontrarla. No, no quería ni imaginarme... ella estaría bien.
Ella estará bien. Me repetí.
Corría desesperada, las ramas pegaban contra mí pequeño cuerpo y las gotas me azotaban. Cuando estuve cerca de la salida, observé un bulto negro a unos metros entre los arbustos.
Con el terror recorriendo mi sistema, detuve el paso y me escondí detrás de un árbol. Mi respiración era brusca y los mechones de mi cabello se me pegaron al rostro.
Dios, otra vez, no...
Me asomé apenas, para comprobar que estaba segura de lo que había visto. Entonces la poca calma que recorría mi pecho se esfumó.
Comencé a temblar por el viento y la lluvia, claro, pero más por lo que tenía ante mis ojos. Max estaba siendo arrastrado por el suelo, su ropa estaba desecha. Todo sucio, cubierto de hojas y barro.
Inconsciente, dos sujetos lo llevaban arrastrando de los brazos. Vestían de negro y usaban capas con capuchas. Por su contextura, parecía tratarse de una mujer y un hombre. No logré distinguir sus caras, me daban la espalda. Intenté hacer el menor ruido posible, pero el miedo dificultaba la tarea.
Ellos...
Mi corazón se aceleró.
¿Ellos son los que culpables de todo esto?
Con una mano en la boca, intenté aplacar el gemido de pánico que se me escapó. Mi cabeza era una máquina de pensamientos sin fin. La figura más alta se quitó su capucha y se dio vuelta en mi dirección, frenando el paso. Era un hombre.
Me escondí, aferrándome al tronco húmedo.
Debatí unos segundos en mi mente sí ver una vez más. Llegué a la conclusión de que no podría continuar ahí como una estúpida en el caso que me hubiesen visto y vinieran por mí. Así que volví a asomar mi cabeza un par de centímetros. Para mi suerte, continuaban su camino.
Salí corriendo hacia el lado contrario con la adrenalina a flor de piel. El miedo e incertidumbre eran incontrolables, pero debía ir por Meri. ¿¡Qué acababa de ver por Dios!? Me detuve a medio camino. No lo había procesado momentos antes...
Había estado frente a él en el bosque donde... ¡Luca llegó y me salvó! ¡Entonces tenía razón! ¡No era un producto de mi imaginación! ¡Lo había visto! ¿Pero... por qué Luca me había mentido? ¿Por qué me sorprende? Es todo lo que hace conmigo, mentir.
Intenté concentrarme.
¿Qué estaba sucediendo en Stenill? ¿Y cómo se suponía que ayudaría a Max?
—Vamos a de a poco. —Meneé mi cabeza—. Verja de rocas, sendero de piedras, casilla de electricidad.
Esas habían sido las indicaciones de Meri, y por suerte, había podido interpretar a qué lugar se refería. Comenzaba a divisar la pequeña casilla de electricidad, a su lado un pequeño cubículo de seguridad abandonado.
— ¿Me-Meri? —balbuceé, temblando.
— ¿Liv? ¿Eres tú?
La delgada puerta de la casilla de guardia se abrió, trayendo consigo el alivio que mi corazón necesitaba. Mérida estaba frente a mí, entera y en perfecto estado.
—¡Gracias a Dios! —Me la llevé por delante del abrazo que le di. No pude evitar llorar, la ansiedad estaba matándome. Verla bien era un soplo de paz.
— ¡Estás aquí! —Hundió su cabeza en mi pecho.
— ¿Qué- qué haces aquí? ¿Qué sucedió? ¿Por qué no regresaste? —Limpié mis lágrimas al tiempo que acariciaba su cabello.
—¡Estás aquí! —hundió su cabeza en mi pecho.
—¡Lo siento!, lo siento por demorar tanto... Meri esto que pasó ha sido una mierda.
—Lo sé amiga, lo sé...
—Pero ya está todo bien. —Sonreí, tomándola por los hombros—. Vamos, tu madre está preocupada por ti y...
Meri se separó y me observó atormentada.
—No, Liv. No puedo regresar a casa.
—¿Segura de que este es buen lugar? —consulté, observando con asco y miedo al tipo con cara de matón que tomaba cerveza a nuestro lado. Ambas tomamos asiento en la barra.
—Si, nadie de Stenill viene a este bar. Solo es para conductores de camiones.
Asentí, volviendo a observar la taberna oscura y rústica de reojo. Mi trasero vibró, saqué mi celular. Era un mensaje de Luca:
"¿Dónde estás? Necesitamos hablar..."
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vecinos que se odian, amigos y amor de adolecentes, extraños habitantes
Editado: 31.01.2025