Después de una pequeña discusión entre quedarnos o no, acordamos ver el menú para comprobar si se nos apetecía. Tenía leves recuerdos de que la comida de hospital no era de lo mejor que digamos.
Meri bromeaba con respecto al trasero de uno de los paramédicos que caminaba apresurado por el pasillo cuando nos adentramos a la cafetería. La calidez de las luces hacía el ambiente agradable, mucho más que el resto del edificio, por supuesto.
En el momento en que pusimos un pie en la entrada, todas las risas se disolvieron. Alex estaba sentado en una de las mesas próximas a las ventanas. Apenas nos vio, se puso de pie. De espaldas a nosotras, me era imposible no reconocer quien era su acompañante.
Mérida puso una cara de horror y jaló de mi brazo para huir, pero la detuve y me paré frente a ella dándole la espalda a los Brunelli.
—¿Qué demonios haces? ¿Quieres que nos maten? —Meri habló entre dientes.
—¿Ves su cara de sorpresa? No saben nada aún, ¿te parece que si supieran estarían cenando como si nada en una cafetería? Y ya nos han visto, si nos vamos les damos un motivo para salir por esa puerta y acabar con nosotras en menos de dos segundos.
Meri asintió, atemorizada.
—¿Y cómo carajos obviamos el hecho de que Alex está en el hospital por mi culpa?
Escondí mis labios. Meri abrió grandes sus ojos, hubo un brillo de determinación nuevo.
—Finjamos demencia como ellos. Sigamos su juego... —susurró, y me arrastró hasta las mesadas que ofrecían la comida caliente de la sala.
Caminamos una junto a la otra observando la amplia y extensa mesada con el menú. Alcé la vista por un momento hacia los hermanos Brunelli, el menor se había girado a observarnos.
—Huir no podemos, pero si tantear la situación... —continué—. Aún no tengo un plan elaborado de cómo salir bien de esto, pero si no vamos allá van a sospechar.
Éramos nada más y nada menos que dos niñatas de 17 años. Nuestros últimos "planes" casi nos costaban la vida y claramente nuestros cerebros no llegaban a vislumbrar las consecuencias y riesgos de nuestros actos... Pero, por eso nos llaman adolescentes, ¿no?
—Bien. Sígueme, tengo una idea... —Mérida recorrió el espacio entre las pequeñas mesas y la seguí. Cada paso más cerca sentía que el corazón se me iba a salir de lugar.
—¡Alex! —Mérida lo abrazó como si nada hubiera ocurrido—. ¿Qué- qué te pasó en la pierna? —Se alejó y señaló su pierna vendada, Alex nos miró a ambas con el ceño fruncido.
Meri se giró hacia Luca y apoyó una mano sobre su hombro.
—Hola, caradeculo. Me alegro también de verte con vida. ¡Todos vivos! ¡Yupi! —Lanzó una risita infantil y exagerada, muy a lo Meri.
—¿Cómo que qué me paso, Mérida?
—¿Debería saberlo? —Cruzó sus manos detrás de la espalda, y esperó por la respuesta con una sonrisa angelada.
¿Qué planea? ¡Oh! ¡Oh! ¡Entiendo!
—A Meri la encontraron inconsciente en el bosque. —Ambas cruzamos miradas. Parpadeé y pasé saliva—. La trajeron enseguida al hospital, tuvo un golpe fuerte en la cabeza. No recuerda nada, por suerte, ¿no? Ha sido una noche para el olvido... —Arrugué mis labios.
Alex observó a Meri en silencio. Estuvo a punto de decir algo, pero al parecer se arrepintió porque volvió a cerrar la boca y rascó su cabeza.
Compartió una mirada fugaz con su hermano. Luca le regaló una sonrisa a Meri a boca cerrada mientras asentía. Tenía bastantes ojeras y se notaba algo cansado. Me había quedado sin decir palabra alguna.
Era muy tonta para fingir, me ponía demasiado nerviosa y comenzaba a pensar que mi accionar se volvía muy evidente.
—¿Y tú? ¿No piensas regalarme uno de tus abrazos sanadores? —Alex me sacó de mi inmovilidad.
—¡Claro que sí! ¡Ven aquí! —Lo abracé con firmeza.
Ellos son buenos mentirosos, debo estar a la altura. Me repetí minuto a minuto.
Luego de soltarme, sentí la mirada intensa de alguien reclamando mi atención. Mientras volví a mi posición, él seguía mis movimientos. Solo lo veía de reojo, aún no tenía la fuerza de cruzar miradas. No podía hacerlo, tenía miedo de caer en su juego.
—Bueno, ¡qué maleducados! ¿Nos acompañan? —El rubio nos señaló con un gesto grácil las sillas libres.
—No. —Solté sin pensarlo.
Mierda.
Mérida volteó a verme, pero enseguida volvió la vista a los chicos.
—Quiere decir no, jeje... —Su risa nerviosa apareció—, es que pasamos por aquí a chismosear la comida y no se nos apetece nada al final. Además, debo descansar... —Sonrió, frotándose la cabeza con su supuesto golpe.
—Así es, por suerte ya le dieron el alta así que... —Alex me observó atento—. Teníamos hambre y decidimos investigar qué tal, pero ya nos vamos.
¿Investigar? ¿¡Es en serio!? ¡¿No pudo venirme otra palabra a la mente?!
—Bueno, vayamos los cuatro entonces. Estos macarrones parecen del siglo pasado. —Luca se limpió la boca con una servilleta y se puso de pie.
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vecinos que se odian, amigos y amor de adolecentes, extraños habitantes
Editado: 31.01.2025