No te contengas

24.Muéstrame todo.

—Liv...

—Está comenzando a preocuparme. Jamás nadie había tardado tanto en despertar.

—¡No me digas eso! No ayuda, Iris.

—¡Liv!

Las voces retumbaron en mi cabeza, graves. Dos figuras borrosas me observaron desde arriba al abrir los ojos. Sus cabellos largos colgaban y me hacían cosquillas a centímetros del rostro. Volví a parpadear y divisé a Mérida. Me recibía con una gran sonrisa y el alivio inundaba su mirada.

—¿Meri? ¿Estás bien? —Intenté erguirme, pero una puntada en la cabeza me devolvió al suelo. Observé a mi alrededor. Mierda, ¿dónde estamos?

—¡Eso! Sabía que olor de esta planta funcionaría...

La otra figura cobró sus contornos. Una gran cabellera negro azabache, cuyos rizos caían como resortes. Su nariz era ancha y la piel marrón como el chocolate. Sus ojos almendrados y azules me observaron con intensidad.

—¡Estás bien, al fin! —La rubia me zamarreó antes de darme un cálido abrazo.

—¿Qué es este lugar? ¿Qué sucedió? ¿Luca y Alex? ¿Están bien?

Mi cuerpo dolía con el apretón, la cabeza me daba vueltas y ni siquiera tenía una idea de nuestro paradero. Pero no podía dejar de pensar en ellos. Meri se separó despacio y escondió sus labios.

—Voy por agua... —La otra muchacha nos dejó a solas.

Pasaron varios segundos hasta que al fin contestó.

—No lo sé —suspiró. Bien, un no lo sé era mejor de lo que me imaginaba con ese silencio—. Desperté luego de estar inconsciente por un día... —dijo, tomando mi mano. Su cara estaba cubierta de una fina capa de tierra mezclada con sudor.

—¿Un día entero? —Fruncí mi ceño—. ¿Entonces hace cuánto que estoy inconsciente?

—Hace dos días, cariño. —La morena regresó—. Con todo lo que me contó esta chica—Señaló a Mérida con su barbilla, sonriendo—, ya te he acogido como una del grupo. Ten... —Me extendió una chaqueta de jeans desgastada—, seguro te hará algo de frio. —Su amplia sonrisa dejó al descubierto unos perfectos y blanquecinos dientes.

Sonreí de lado, me apoyé sobre mis codos y observé el lugar al tiempo que me la colocaba sobre los hombros.

Era un amplio salón con paredes de metal. No había ventanas, tan solo una pequeña luz proveniente de un único tubo fluorescente colgando en el techo. La puerta tenía una pequeña ventanilla en su parte superior, al parecer, el único contacto con el exterior. Una tubería bajaba por una de las paredes hasta una bañera y vertía agua. En la habitación había únicamente mujeres. Todas con el mismo semblante de tristeza e incertidumbre.

Mi barbilla tembló.

—¿Cómo es que terminamos aquí? —pregunté e intenté incorporarme, pero tambaleé.

La chica nueva me tomó de los hombros.

—Esas cosas, ellos nos han arrastrado a todas aquí. Mi nombre es Iris... —Extendió su mano.

—Liv... —Sonreí sin muchos ánimos.

—Son monstruos, ¿qué clase de psicópata hace esto? —dijo Meri entre dientes.

—Son peor que eso... —suspiré—, son extraterrestres. Y sea lo que sea que hagan, no es bueno estar aquí a su disposición.

—¿Huir? —Iris ahogó una risa—. Sep, con respecto a eso... —dejó caer su peso en una cadera—. No se puede. No hay ningún lugar donde escapar, créeme... —Dejó escapar una bocanada de aire—, lo he intentado todo... —Se cruzó de brazos—. Salvo que seas elegida, entonces ahí sí sales de esta inmundicia, pero nunca más te vuelven a ver. Así que... no, gracias.

—¿Elegidas?

—Sí, vienen, observan, apuntan con el dedo y ¡bum! ¡Adiós! Jamás las volví a ver. —Removió su cabeza, atormentada.

—¿Hace cuánto estás aquí?

—No lo sé. Llegó un momento en que perdí la noción del tiempo. Quizás meses u años, no lo sé. Estaba jugando futbol con mi padre en la playa y unos hombres llegaron y nos atacaron. Luego desperté aquí. —Se encogió de hombros. Meri palmeó su espalda.

—Lo siento. —Fruncí los labios.

—Ey, también lo siento por ustedes y sus amigos. —Me dio un golpecito en el hombro —. Espero que estén bien. Nadie nunca lo ha visto, pero puede que haya una sala de hombres. Nunca pierdo la esperanza de volver a ver a mi padre.

Mi boca volvió a temblar y unas lagrimas brotaron de mis ojos. Intenté apaciguar el temblor mordiéndome el labio inferior.

—Sí, no hay que perder las esperanzas... —Mérida me observó de reojo.

Iris se puso de pie.

—En un rato traerán comida. —Posó sus manos en las caderas—. Debemos ir cerca de la puerta o nos quedaremos sin nada.

Antes de ir, me acerqué a la bañera con agua. Tomé un gran sorbo usando mis manos como pocillo y lavé como pude mi rostro y mis brazos.

Observé a mi alrededor. No podía creer lo que había visto hace unos días y menos ahora, no podía creer donde habíamos terminado por seguir a los Brunelli. La habíamos cagado, muy feo.

Un fuerte ruido llamó mi atención, numerosos gritos hicieron eco en la sala. La gente se aglomeró alrededor de la entrada, las chicas se veían desesperadas. Me escabullí entre ellas y logré encontrar a Iris y Meri en la primera fila.




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