—Siempre metiéndose en donde no deben —dijo Tatiana ingresando a la sala.
—¡Creo que es la primera vez en mi puta vida que me alegra verte! —gritó Meri, acercándose.
La morena dejó caer su peso en una de sus caderas y se cruzó de brazos. Su dentadura perfecta relucía tras una sonrisa arrogante.
—¿¡María!? —exclamamos, asombradas.
Luego de casi un mes de incansable búsqueda, María Mendoza aparecía frente a nosotras. ¡Estaba viva! ¡Sana y salva! Incluso juraba verla más fuerte y con un semblante seguro.
María nos saludó como si nada hubiese pasado. Las dos lucían trajes enterizos mangas largas, bien ceñidos al cuerpo, dejando sus curvas a la vista. Casi parecían pintados. Tatiana tenía uno en color borravino y María uno azul oscuro.
—¡Tenemos que salir de aquí pronto! Así que muevan el trasero... —exclamó la reina de las porristas. La que siempre se había encargado de recordarme mi lugar ahora me estaba salvando la vida.
—¿Qué estamos esperando? ¡Vámonos de aquí entonces! —gritó Meri a las demás.
—¡No! —María frenó a todo mundo—. Solo ustedes. Sería un suicidio que todas salieran ahora —explicó, y subiendo el tono de voz, se dirigió a las presentes—. Volveremos por ustedes. No se preocupen, confíen en nosotras, fuimos entrenadas para esto. Sí salen ahora sería muy peligroso.
Iris asintió y reunió a todas para explicarles con más calma. Al fin y al cabo, era ella la que dirigía todo allí dentro. Luego de una rápida charla estuvieron de acuerdo y nos dieron el voto de confianza. Giré en dirección de Julie y le tendí la mano. Ella tenía que venir con nosotras al igual que Iris.
—¿Qué haces? —protestó Tatiana, mirando a la niña por detrás de mi hombro.
—No la voy a dejar sola —dije firme. Blanqueó los ojos y asintió.
—Muy bien. ¡Rápido! —Al salir, Tatiana se posicionó por delante y María cubrió nuestras espaldas.
—Volveremos, es un hecho. —Volteó Iris por última vez en dirección a las muchachas que nos observaban angustiadas.
Ya fuera, escuchamos a través de altoparlantes la voz de una sensual mujer decir de manera repetida una misma oración.
—¿Qué carajo dice, Iris traductora? —soltó Meri mientras corríamos a toda prisa por la infinidad de corredores.
—¡Sea lo que sea apúrense! No tenemos mucho tiempo. —Tatiana giró a la izquierda y le seguimos el paso.
—Está diciendo: los parásitos abordaron la nave. Todos los guardias clase 6 deben dirigirse hasta la zona ETAM.
El diseño del exterior era muy diferente al de nuestra celda sucia y oxidada. Era moderno y tenía iluminación led. A cada paso, los cerámicos de suelo se encendían en tonos azulados y las paredes de acero moldeaban a los corredores en una forma hexagonal.
No me di cuenta cuando Julie desapareció de mi vista. Me detuve de golpe y volteé hacia atrás. Estaba de pie en una de las intersecciones del pasillo. Observaba uno de los pilares donde se ubicaba un tablero. Casi se me sale el corazón del pecho al ver a cuatro Lercanos metros atrás.
—¡Julie!
—¿Tienes algún arma o algo así? ¿O piensas seguir huyendo? —consultó a Tatiana sin mirarla, mientras esta se acercaba por ella.
—Tengo, pero debo protegerlas. ¡Vamos niña, estás loca! —La tomó de la mano y comenzó a correr.
—¿Tienes algo que explote? —consultó Julie, agitada.
—¿Qué? —Tatiana dirigió su mirada hacía mí— ¿Para esto la traes? —Volvió a Julie—. Tengo esto. —Le mostró una especie de granada—, pero no puedo usarlo aquí. Es un gas letal. Se esparce con rapidez, sería contraproducente para nosotras también.
—¡¿Por qué le explicas?! ¡Vamos! ¡Vamos! —dijo María.
—¡Perfecto! —Julie le arrebató la granada de las manos y volvió sobre sus pasos. La abrió y la tiró en dirección a los guardias que nos perseguían.
—¡Estás demente niña!
Pero lejos de darle importancia, Julie tocó unos botones del tablero y el pasillo comenzó a cerrarse por unas compuertas que se deslizaron del costado.
—¡Julie! ¡Vamos! —Tomé a la niña del brazo y corrí.
—¡Esooo! ¡Una criatura de 9 años los vence par de inútiles! ¿Quiénes son los parásitos ahora? —Meri daba un salto mientras levantaba su puño.
Dos de ellos lograron salir antes de que las compuertas se cerraran, los otros quedaron encerrados y desde afuera escuchamos la explosión y los gritos.
—¡Ay! ¡Mierda! ¡Corran! —Mérida pegó media vuelta, y Julie que corría junto a mí de la mano, no dejaba de reír por la cara de horror de la rubia.
—Estamos cerca. ¡Debe ser esa puerta! —afirmó María. En su mano cargaba un pequeño aparato ovalado que tenía una luz roja parpadeando.
—Ahí viene un guardia. ¡Hora de pelear, girls! —advirtió, Iris.
—Mierda, es mujer... —murmuró Tatiana, cubriéndonos.
—Lo sé. —María le tendió el aparato y comenzó a correr en su dirección—. ¡Pero será divertido! —gritó, volteándose con una gran sonrisa.
—¿De qué habla? Debe estar loca... —consultó Iris, atónita.
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vecinos que se odian, amigos y amor de adolecentes, extraños habitantes
Editado: 31.01.2025