Max tomó asiento a mi lado. Chris y María jugaban en el lago con Julie, Iris había encontrado algunos frutos y especies de plantas y con ello preparaba algo para comer.
Los demás nos habíamos sentado alrededor del tablón que contenía los mapas. Intentábamos trazar un plan. La información que Julie nos había otorgado era importante.
Al momento de su acercamiento, lo hicieron con premeditación. Estudiaron a la pequeña fingiendo ser un amigo. Así habían logrado traerla con ellos. La niña nos relató que sus padres pasaban mucho tiempo de viaje y ella se quedaba a cargo de sus empleados.
Su padre político y su madre fiscal, tenían el suficiente dinero para hacer que viviera rodeada de lujos, pero no así de su compañía, su entrega, su contacto.
El modo en que habían actuado no había sido nada violento. Podría decirse que tenían un especial interés en ella, había sido la única de su edad.
Julie era una muchachita lista, educada, amable y generosa. Su coeficiente intelectual no era el de cualquier niño de su edad, además había sido instruida por tutores privados, que sus padres pagaban debido a sus métodos estrictos y superiores que su hija merecía.
Absorta en mis pensamientos, olvidé las caricias de Max sobre el dorso de mi mano y pronto sentí la mirada punzante de alguien frente a mí. Luca clavaba sus ojos en nuestro contacto. No había emitido palabra alguna, no me había dirigido la más mínima conversación.
Retiré mi mano haciéndome la distraída. Sonaba estúpido, pero sentía que traicionaba mis sentimientos hacia aquel chico de ojos pardos que no apartaba la vista de ambos.
—Eso que dijiste del sol… ¿es cierto? —Intenté dejar pasar el momento—. Yo los vi llevarse a Max a rastras la mañana siguiente del desastre en el lago. —Tatiana frunció el ceño.
—¿Estás segura? ¿En pleno sol? ¿Al aire libre?
—No sé si en pleno sol, digamos que llovía a cántaros y estaba nublado.
—Max, ¿tú qué recuerdas? —Meri señaló al castaño con la barbilla, cruzándose de brazos.
Max rascó su cabeza. Luca se dejó caer en el respaldar de su asiento, mientras lo observó de reojo.
—No tengo idea. Me golpearon por detrás y ya todo fue negro para mí. Solo recuerdo dos bultos negros en frente, borrosos, antes de desmayarme.
Bultos negros. Todos vestían de negro. Tenían túnicas largas que los cubrían e incluso capuchas.
—¿Será la vestimenta? —Inquirí.
—Puede que haya diferentes tipos. Sabemos ahora que se agrupan por niveles. —Soltó el mayor de los Brunelli, pensativo.
—¿Qué es lo que quieren esas cosas aquí en la tierra? —Meri volteó hacia Alex.
—Los Lercanos son seres que viajan constantemente por el espacio interestelar. Fueron llamados por los mismos humanos por…
—¿Las placas de Pioneer? ¿Los discos de oro de las Voyager? —interrumpí, incrédula—. ¿Realmente esas sondas lo hicieron posible?
Alex asintió.
—Las placas metálicas fueron adheridas a las Sondas espaciales Pioneer en primera instancia. El programa era tan solo de exploración para los grandes planetas: Júpiter y Saturno. Sin embargo, podían llegar a pasar la heliopausa, por lo que los científicos de ese momento decidieron colocar un mensaje. Un modo de cartilla de presentación de parte de los seres quienes vivimos en la Tierra. Se decía que era casi imposible y que tardarían varios años para que alguna vida fuera de este planeta pudiera dar con la sonda. Pero, sorpresa —Escondió sus labios, encogiéndose de hombros—. Lercanos.
—¿Y ellos de que planeta vienen? —Iris llegaba con comida.
—Ese es el punto… —Luca acercó sus rodillas al pecho—. No pertenecen al sistema solar. Es una especie que viaja constantemente, grupo nómade. Viven más en sus naves que su “vaya a saber cuál planeta” fuera de lo que conocemos.
—¿Y por qué si el mensaje que fue enviado era de paz vinieron a secuestrar personas? —Quise que me respondiera, plantear algo con tal que me hablara. Pero solo apretó sus puños y agachó la cabeza.
—Porque les llamamos la atención, para mal. Hace varios años están entre nosotros, rondando. Han descubierto lo que somos para el planeta, para el universo… —respondió Alex.
—¿Qué somos? —dijo Iris, llevándose a la boca un puñado de semillas.
—Una amenaza. —intervino Tatiana —. Estamos en frente de la especie que rige el orden y el equilibrio en todo el espacio interestelar. Al ver que la estamos cagando, deben hacer algo al respecto.
—¿Dominarnos, dices? —Mérida tragó su bocado, preocupada.
—Dominarnos, controlarlos, modificarnos, matarnos. —Enumeró con los dedos—. Son muchas cosas las que se me ocurren que pueden hacer. Es una especie que lucha por la naturaleza, la verdad, el orden y la justicia. Y nosotros somos todo lo contrario, a nivel general, no pongo a todos en la misma bolsa… —Levantó sus manos.
—Bueno, ¿y ustedes?
—¿Nosotros qué? —Me miró con desdén.
—Por favor, ¿fuerza sobrehumana? —Señalé a Luca—. ¿Control de bajas temperaturas? —Dirigí mi vista a su hermano—. ¿Trajes y explosivos? —Concluí en ella y María.
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vecinos que se odian, amigos y amor de adolecentes, extraños habitantes
Editado: 31.01.2025