No te contengas

Nota de alguien especial VIII

Los Brunelli.

Luca.

Me había costado dejar a Olivia junto a los demás atrás. Los nervios de momento no eran por los Lercanos sino por ella.

Ya había perdido a una persona importante, dos... Dios, no lo permitiría. Durante tantos años la obsesión de recuperar a mi madre solo había logrado que todo a lo que acostumbraba llamar vida no lo fuese para nada.

Al contrario de Alex, se me hacía muy difícil controlar mis emociones, por lo que directamente intentaba omitirlas. Perder el control implicaba poner en riesgo a toda la organización.

Volver a Stenill ya me dio una mala sensación, pero cruzarla esa noche… mierda. Supe que estaba acabado.

Desde el primer momento en que la vi todos los sentimientos y emociones parecieron estallar dentro. Tenía los recuerdos de esa niña dulce y bondadosa a flor de piel. Y no había cambiado en nada. Seguía siendo la hermosa Liv que yo conocía. La cual, en muchos momentos tormentosos de mi vida, me había salvado con solo recordar su rostro.

Ella era lo opuesto a lo que me habían enseñado. Admito que intenté alejarla, pero solo logré quererla más cerca de mí. Me estaba volviendo loco, me aterraba la idea de...perderla.

¿Una rata sobre la cual probar cada miserable sustancia que se les ocurriera a aquellas mentes retorcidas podría amar?

¿Qué podría ofrecerle un Comminatio Reducers? Un fenómeno del gobierno creado para destruir amenazas.

No. Definitivamente, no podía inmiscuirla a mi mundo. Esa noche Alex y yo habíamos capturado a un Lercano. Alex debía llevarlo al laboratorio y yo debía regresar al estacionamiento y ver de no levantar sospechas. Pero tuvo que suceder. Liv siempre se las ingeniaba para meterse donde no debía. El lercano logró escapar y nuestros amigos por poco nos descubren.

Esa noche Alex y yo decidimos vigilarla de cerca. Conocía a Liv, si algo no llegaba a convencerla del todo, haría lo imposible hasta saberlo. Era vigilarla, demonios. Pero cada acercamiento solo hacía que mis células murieran por tocarla. Traté de negar mis sentimientos con todas mis fuerzas, hasta el día que estuve a dos metros de no volver a verla.

Recordar esa noche todavía me ponía los pelos de punta. Olivia frente a un Lercano, recuerdo haberme paralizado por unos segundos. Mi corazón se detuvo de golpe, parecía un deja vu.

Otra vez esas bestias iban a quitarme lo que más quería. Mi primer instinto fue protegerla, corrí tras ese hijo de puta y acabé con él. La sangre hervía dentro mí, esa noche me prometí que nadie lastimaría a Olivia…nadie.

Liv no podía verlo, pero ella dominaba cada uno de mis monstruos internos. Uno por uno, mi heroína pacífica acababa derrotando todos los miedos.

Su tacto adictivo, su calidez, los roces, La tensión entre nosotros. Su jodido y embriagador aroma, mierda. Todo era una prueba clara de que me había vencido porque ya no tenía fuerzas para alejarme.

Alex y yo decidimos que ellas se quedaran en ese punto, bajo el resguardo de nuestros hombres y en compañía de Chris y Max. Pronto vendrían más vehículos y equipo para su misión: ayudar a las víctimas por las que nosotros iríamos.

Guiarían a los mismos por el bosque hasta nuestro campamento donde vehículos del Pentágono esperarían para trasladarlos a nuestras bases. Sería difícil lograr el silencio de 145 civiles, pero no imposible sí tenías al presidente de tu parte.

Algunos agentes se encontraban listos en sus posiciones de ataque, próximos a la nave y ocultos en lugares estratégicos.

—Alto. Estamos cerca. —Pedí a todos que bajaran el ritmo de los pasos.

A pocos metros nuestro objetivo comenzaba a vislumbrarse.

Tal y como lo sospechábamos, dos guardias se encontraban en el acceso, protegidos por sus capas para resguardarse del sol. Tomé la radio que nos había sido entregada en el helicóptero y abrí comunicación con los agentes.

—Aquí Comminatio L002, ¿cuántos hombres puede ver desde su posición?

—Señor, desde aquí se observan dos individuos. Todos en el blanco y a la espera de órdenes, señor.

—Fuego autorizado.

Los dos Lercanos recibieron un diminuto y potente dardo a la altura de su nuca. El efecto fue inmediato y cayeron desplomados sobre el pasto. Corrí a hacia uno de ellos y me agaché para controlar su estado. Lo mismo hizo Alex con el restante.

—Área despejada, señor —Confirmaron por la radio.

En absoluto silencio nos dirigimos hacía la entrada.

—Bien, aquí nos separamos… —Tat se dirigió hacía el costado del pequeño acceso oculto bajo las ramas y hojas que cubrían el techo de la nave—. Recuerden usar los retro-refractivos —Sacó los lentes del cinturón colgado en su cadera y se los colocó.

—De acuerdo. Iré contigo. —Alex la siguió.

Entrarían por la salida improvisada que las chicas habían realizado al momento de nuestro rescate. Con María imitamos su acción y nos colocamos los lentes.

Empezamos a deslizarlos por el pequeño acceso en forma cilíndrica, algo oxidado y sucio, de forma cuidadosa para no caer por el tubo. Al llegar a su final, la luz del pasillo se hacía visible. Despacio, me asomé hacia ambos lados.




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