No te detengas

02.¿Quíen es Kirk?

Kirk.

Que extraño y complejo es el comportamiento de los humanos. Podría pasar siglos en el planeta y continuaría sin comprenderlos del todo. ¿Quién sería tan estúpido cómo para exhibir la majestuosidad del mundo donde habitan? ¿Qué pensaron cuando mandaron esos satélites al espacio? ¿Qué encontrarían aliados? ¿Admiradores? Por favor, solo lograron hundirse en su propia miseria.

Sin embargo, jamás creí posible las formas en que mis superiores lidiaron con la situación. Mi padre había tenido razón después de todo, la familia Emperatriz buscaba algo más que simplemente devolver el equilibrio y el orden al planeta Tierra. Querían conquistarla.

— ¡Wow! Ese golpe ha sido duro. La joven de traje de rojo sí que es fuerte, ¿no lo crees? —lanzó un jadeante ladrido coincidiendo conmigo.

Hacía tiempo que me había asentado en la región. Muchos de los míos la detestaban, por lo que era conveniente.

Solía disfrutar de cada tarde en la colina, y en esas tantas puestas de sol, los vi por primera vez. Un grupo de jóvenes protegidos de todo tras esas grandes estructuras.

Tardé unos días en darme cuenta que, accidentalmente, había encontrado la ubicación de los humanos más peligrosos y buscados por todos los guardias del Lerkha. El enorme edificio que solo parecía un montón de ruinas desde su exterior, era el nido más grande de rebeldes que se estaba formando en el planeta.

Durante un tiempo considerable los observé. Al parecer, todos tenían capacidades diferentes y cargos también. ¿Todos los de su especie tendrían esos poderes? Durante mis viajes por las diferentes ciudades no había visto alguno semejante.

Sus entrenamientos me eran muy entretenidos. No podía decir que eran superiores a los de las escuadras clase 1, pero a un escuadrón clase 6, seguro los aplastaban.

Esperen, eso sucedió justamente hace seis meses. Fue una vergüenza a nivel universal. ¿Entienden la magnitud de eso? Los Lercanos, la raza de la justicia y el poder, destrozados. Su nave caída, todo por esos inútiles e indefensos seres humanos.

Algunos días parecían probarse entre ellos, como hoy. Por eso estábamos allí, contemplando un intenso enfrentamiento entre dos de los suyos. Una debía ser comandante o algo a cargo, su porte y su arrogancia me lo confirmaban. Personas y poder, mala combinación.

Mi Khoremist ladró.

—¡Lo sé! Es injusto, la muchacha ya le había ganado. Además, tomarla por la espalda ha sido deshonesto. —Lo acaricié intentando callarlo.

Me había preguntado una y mil veces que hacer con semejante información. Siempre llegaba a la misma conclusión: yo no iba a delatarlos, claro. Mi situación no me lo permitía.

Tan solo debía hacer lo único que sabía en mi vida. Ser una sombra, una brisa ligera y pasajera que se escabullía por cualquier recóndito lugar del espacio. Antes de poder acusarlos con cualquier superior, los guardias me apresarían durante toda mi pequeña existencia. Era ridículo perder mi vida por esas simples Khandejahs (*), que ni siquiera conocía, y, además, actuaban muy extraño.

¿Acaso habían cubierto con una bolsa la cabeza de una de ellas?

Desde mis 500 estrellas de edad, que en humanos es equivalente a 9 años, fui sentenciado al cautiverio. La historia era larga, ocupaba a más generaciones de las debidas. Al menos, en la tierra el pedido de mi captura no era un hecho. Eso me daba esperanzas de poder vivir tranquilo algún día. Pero antes, tenía un objetivo que cumplir. Limpiar el nombre de mi padre.

Un fuerte disparo se escuchó proveniente de los jóvenes... ¿Me habrían visto? Rápidamente me dirigí de nuevo a mi refugio.

—Vamos, debemos irnos. —El animal caminó paciente a mi lado.

El sol se había ocultado al llegar a la camioneta.

Vivir en el planeta Tierra era simplemente magnífico. No terminabas de disfrutar el hermoso paisaje que te brindaba el día y llegaba la noche a inundarlo todo con su inmensa oscuridad. Ese cielo encandilado de estrellas me robaba un suspiro a diario.

—Toma, come un poco. —Ofrecí un enlatado de los que me quedaban.

A diferencia de lo que creíamos al llegar, los humanos no se encontraban solos en el mundo. A su alrededor, singulares especies compartían el mismo aire y suelo. Sin embargo, sus libertades eran limitadas. Veía a mi juguetón acompañante y no podía entender como hacían para abandonarlos o maltratarlos. ¿Acaso no se frenaban por un segundo a mirarlos?

Era inaudito. Mascotas, le llamaban. Yo lo nombré Khoremist, que en Lercano significa: eterno aliado.

Estaba muy bajo energías, así que me pareció una buena idea descansar un poco. Durante varios días, estuve demasiado atento a que los guardias no ubicaran mi posición. Habiendo encontrado un lugar sumamente seguro, decidí cerrar mis ojos por unos momentos.

Los ladridos de Khoremist volvieron a ponerme en alerta. Algo, o lo que era peor, alguien, estaba cerca. Me levanté del asiento y abrí la puerta con precaución.

—Oye, ¿qué tienes? ¿Qué has visto? —La criatura me observó exaltada, hizo unas cuantas vueltas por el lugar, había algo que moría por mostrarme—. Bien, vamos. —Tomé mi arma y lo seguí.




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