No Te Ilusiones [trilogía D' Angelo #3]

Capítulo 2

Dave

La cara de ese idiota es de derrota y la de la nerd es de coraje. Como me cae mal, es la primera mujer que me mira con tanto desprecio. 

—Buenos días, jóvenes. —La profesora rompe la tensión. 

—Buenos días —saluda el resto. 

—Mi amor. —Miro a Norma, la número uno. 

No es la única «novia» que tengo, pero es con la que más convivo solo por ser compañeros de clase y porque no está tan lejos como las otras. 

—Ya llegó la ruca. Lo mejor es no hablar —le susurro al oído. 

—Tomen asiento, que la clase comenzará en breve.  

Todos se sientan, incluso la nerd, y el nieto de la directora se sienta al lado de ella, que solo me observa con dureza. 

«Tonta nerd». 

Me siento, y a mi lado está la número uno.  

La ruca comienza a dar clases mientras tonta nerd no pone atención por estar hablando con ese idiota que no me sé el nombre, pero lo voy a llamar Filomeno. 

Me llega un mensaje, y es Ricardo. Lo reviso. 

Ricardo: Cambia esa cara, todos ya saben que el nuevo no es de tu agrado, ja, ja, ja. 

Lo dejo en visto y presto atención. Ese chiste no fue de mi agrado.

No soy buen estudiante como lo eran Dimas y Darío, pero tampoco soy malo, sino regular. Sacarse más de lo necesario es avaricia y socialismo… No sé qué tiene que ver el socialismo en mi frase, pero suena bien. 

Suspiro. Puedo hacer en varias situaciones lo que se me venga en gana, pero hay ciertas cosas en la cuales no, como, por ejemplo, faltar a las clases. En fin, es un dolor de huevos estudiar. 


—¡Al fin! —Me pongo de pie.  

La número uno no duda en tomar mi mano. 

—No desayuné, amor, por lo que tengo mucha hambre. 

Como si a mí me interesara eso. 

—Vamos a la cafetería —comento. 

Sonríe y se me pega como chicle en el zapato. 

Miro al frente, y la nerd está de risueña con Filomeno. Es raro, ya que siempre anda seria. Es una boba. A mí nunca me sonrió. Por eso me cae mal desde que la conocí.  

Yo iba bien campante intentando localizar a Ricardo en el primer día de clase, cuando alguien chocó conmigo. Esa cuatro ojos me miró con odio y me dijo: 

—Ve por dónde caminas, idiota. 

Así me dijo, cuando la que no vio fue ella.  

Me cayó remal desde ese día gracias a eso. 

Odio que me acusen de algo que yo no he hecho. Por eso me he encargado de humillarla y hacerle la vida imposible. Sé que es estúpido, pero a mí me la hacen una vez y me la pagan siempre. 

Bufo. 

¿Para qué amargarme el día con esa chica tonta e insignificante? 


Rose

¡Huy, qué rabia! Lo quiero secuestrar y darle cachetadas sin parar. Lo odio, lo detesto, lo aborrezco… 

«¡Argh! Cómo te abomino, Dave D’Angelo». 

—¿Estás bien? —me pregunta Israel, el nieto de la directora. 

—No lo estoy… Odio al agrandado de Dave. Es un idiota, un patán, una alimaña de lo peor… —Me faltan más palabras para describirlo por completo. 

—Yo también. Es un presumido estresante. Hace énfasis de su apellido como su fuera la gran cosa. 

—Es la gran cosa. —Suspiro—. El simple hecho de tener el apellido D’Angelo lo hace intocable. —Muerdo mi hamburguesa. 

—Bueno, es verdad. Mi abuela me advirtió que no me metiera en problemas con él. Por eso me quedé callado, pero ganas no me faltaron de decirle lo que pienso de él. —Bebe su jugo. 

—No te rebajes ante ese niño de papi. —Lo miro. 

Ese idiota me regresa la mirada. Ambos nos miramos con odio y desprecio. 

—¿Qué te hizo? ¿Por qué esas miradas de odio? —inquiere Israel sin dejar de contemplarme. 

—Ese nailon fue puesto especialmente para mí. Antes de ti yo estaba en el piso, siendo la burla de los demás. Soy la típica chica que es acosada por el popular. En fin, no hablemos de ese idiota, cuéntame de ti. 

No quiero contarle mi desgraciada vida universitaria. 

—Bueno, como te dije antes, vine por intercambio. No vivo aquí… Vivía en Canadá. No obstante, por problemas familiares vine a parar aquí. 

—Algo parecido me pasó. Yo estaba en Le Rosey. Sin embargo, me tocó regresar cuando me gradué de la preparatoria. —Es a la primera persona que le cuento esa pequeña parte de mí. 

«Será porque no tienes amigos, Rose», declara mi subconsciente. 

—He escuchado mucho de ese instituto. Quién diría que estudiaste ahí. Tienes mucha suerte, solo unos cuanto pueden ingresar. —Y no se equivoca. 

—Lo sé. No hablemos más de mi vida… ¿Algo que contar? —No me siento lista para abrirme a alguien más. 

—Mmm, eres muy linda.  

Lo miro espantada. 

—Si quieres, te presto mis lentes para que veas bien. 




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