Y ahí está, mi prometido, esperándome al final de la escalera para poder presentarnos en sociedad.
Rhys, nada mas llegar, me tiende su brazo con una sonrisa que de no conocerlo que derretiría. La diferencia es que yo lo conozco y solo el hecho de tener que tocarlo me pone los pelos de punta, al igual que ver esa sonrisa reluciente e impecable que me está dedicando solo por la cantidad de personas que nos observan.
Nada más llegar al final del salón de baile supe cuál iba a ser mi trabajo el resto de la noche, estar sentada al lado de mi prometido con una sonrisa impecable y escuchar a la gente hablar.
Por el contrario, en cuanto pude me excusé para ir al servicio.
Al entrar, el ruido aumentó, ¿Lo raro? Que en teoría no debería ser así, debería estar todo en silencio, pero mi mente no me dejaba disfrutar de este.
Cuando me vi al espejo, no me reconocí, si no que miré a la prometida de Rhys, hijo del rey de Faciem solis, una mujer de luz apagada, con una sonrisa que parecía ensayada por horas, una sonrisa perfecta, pero no la mía.
Solo hace falta ver un poco más haya de mi fachada perfecta para darse cuenta de que todo esto no es lo que yo quiero, que el hombre que me espera ahí fuera no es el que deseo; que me da miedo, que lo veo y no puedo evitar ver la imagen de como pegaba a una sirvienta solo por no hacer algo como el pidió.
Que cada noche tengo pesadillas con esa imagen, pero en vez de la sirvienta, lo que veo es mi cara con su puño enterrado mientras corre sangre que mancha el mesado y que después tendré que limpiar.
En cuanto conseguí tranquilizarme volví con mi prometido para pasar ahí, a su lado, el resto de la noche.
A lo largo de esta no tuve nada mejor que ver cada detalle del salón de baile, una gran habitación con ventanas enormes y grandes cortinas blancas, a juego con el color de las velas que cuelgan del techo, en este se podían ver cuadros tan realistas que parecían personas posando solo para nuestra gratitud, junto a un montón de personas de la nobleza que parecían felices, realmente felices, bailando juntos y cambiando de pareja de baile como si nada importara. Algo que claramente envidiaba, porque cuando me giraba y veía a mi prometido no sentía nada parecido a la felicidad, pero se supone que eso no es importante, ¿No?
Después de horas mis padres salieron a bailar y en cuanto los vi supe que quería eso, que quería que me quisieran y querer como ellos. Muchas veces me contaron la historia de su matrimonio concertado, como el mío, pero que con el paso del tiempo se acabaron enamorando. Pero solo con ver a mi futuro esposo sentía que eso nunca me pasaría.
Cuando Rhys me sacó a bailar me sostuvo sobre sus brazos de una forma tan elegante que me derritió y me plantee si realmente sería tan difícil amarlo.
En mitad del baile me miró a los ojos y me sonrió como si me amara de toda la vida, algo que me dio rabia.
-Hoy estas hermosa – me dijo con una sonrisa tan amplia que me lo creí
-Gracias.
-¿Cuando acabe el baile vamos a dar un paseo por el jardín?
-Claro – sé que es una respuesta muy corta para decirle a mi prometido en público, pero ya me cuesta demasiado fingir una sonrisa como para elaborar también una gran respuesta.
Con el terminar del baile fuimos a dar ese paseo, pero cuando vi que estábamos nosotros solos se me heló la sangre, una vez que estás a solas con tu prometido si te echas atrás con el casamiento ya ningún buen hombre querrá casarse contigo.
-El baile quedó hermoso. – ¿Acaba de ser amable conmigo en privado?
-Muchas gracias, Rhys.
-Sé que no congeniamos demasiado, pero también sé que podemos llegar a querernos. – mientras me hablaba se fue acercando, paso a paso, hasta quedar justo delante de mí.
-Yo también lo creo. – En realidad no lo acabo de creer, pero eso ahora no importa.
Y cuando levanté la cabeza vi que lo tenía muy muy pegado.
-Lara, sé que me viste el día que tuve una discusión con la criada, pero no tengas miedo, ese no era mi yo real. – mientras hablaba me acercó más a él agarrándome de la cintura.
-Nunca lo pensé, solo hizo mal su trabajo. – a medida que hablaba noté que se me iba todo el calor del cuerpo, me va a dar algo.
-Entonces perfecto. – tras decir eso se acercó más y me besó.
Mierda, ¿En serio me acaba de besar? Ahora sí que ya ningún hombre me querrá. Pero como me pase el resto de mi vida con el me acabará matando en uno de sus enfados.
Después del beso, el resto del camino fue en silencio, pero quedé maravillada con la hermosura de ese jardín, no se parecía en nada al de mi castillo. Este tiene muchísimos colores más y menos mal, porque si voy a vivir aquí quiero poder escapar a algún lugar y leer, simplemente leer, poder olvidarme del mundo, de mi prometido, de todo.
Cuando volvimos al baile todo el mundo, al vernos entrar, nos hicieron una reverencia al unísono, como si lo hubieran ensayado toda la vida, nosotros sonreímos y fuimos otra vez a nuestros sitios. Algunas parejas se acercaron a darnos su bendición con una amplia sonrisa, pero, cuando mi madre vino a dárnosla también, se me rompió el corazón al ver su sonrisa.
-Hola Rhys, - hizo una gran reverencia y se dirigió a mi- hola, hija. – esta vez la reverencia fue más sencilla pero no me molestó.
- Madre. – contesté en modo de saludo.
Rhys solo se molestó en mover la cabeza y eso si me molestó.
-Os doy mi más sincera bendición. – contestó con una amabilidad muy propia de mi madre.
-Muchas gracias. – contesté yo, ya que Rhys no habló.
Mi madre me miró como si me quisiera dar un beso, pero por el protocolo no puede, aunque yo lo entendí perfectamente.
Y después se fue, haciendo que sintiera su falta al momento.