No Tenemos Final

1. Desde Cero

Todo lo que me rodeaba pasaba de una manera lenta, como si de una película tratase. Aún no podía creer lo que había sucedido, mi cuerpo no respondía a las órdenes de mi cerebro simplemente me dejaba guiar por el militar que hace algunos minutos me había esposado como si mi cuerpo no fuera mío, tal cual marioneta de circo.

Pude observar la seguridad que poseía la cárcel, quería reír. No entendía por qué lo había hecho, pero aquí estaba esposada luego de haber asesinado a aquel hombre que no era un civil cualquiera.

¿Cómo lo iba a saber? Si me he dado cuenta que mi cuerpo reacciona a informaciones que no conoce desde hace años, y pocas personas me creían.

Una vez dentro me llevaron entre los pasillos de aquel edificio para luego dejarme esposada en una sala de interrogatorio.

He analizado durante mi vida, que dependiendo cómo se encuentra nuestro estado de ánimo podemos entender nuestro alrededor, el cómo actuamos, nuestras acciones o la per-sección de ciertas cosas varía de acuerdo a lo que sentimos.

Y ahora, mi alrededor y yo misma éramos un huracán de sentimientos. De esos que se mezclan y no te dan tiempo de analizar por lo menos uno de estos, sabiendo que en cualquier momento podrías explotar.

Aquel hombre al que ya conocía se sentó al otro lado de la mesa, no había escuchado la puerta abrirse o cerrarse, pero ahí estaba él, y a diferencia del resto sentía compasión por mí.

Su mirada me lo dice.

—Annette Fermonsel.

—Yo...

Las palabras no salían, le había mentido tanto a este hombre que no sabía cuál excusa inventarme ahora.

—¿Algo que decir? —indagó sabiendo la respuesta.

—Yo...No, nada señor—contesté resignada.

—¿Por qué lo asesinaste?

No encontraba mi voz, tampoco era como si se me permitiera decir la verdad.
Me temblaban las manos, y la amenaza se repetía en mi cabeza constantemente.

Nunca seré yo, nunca lo he sido. Mi mente nunca me ha pertenecido, mi vida misma ha valido para otros y lo sabía aún sin recordalo.

¿Cómo era posible?

—Él...se quiso aprovechar de mí, y yo... simplemente me defendí—tragué saliva asustada de que no me creyera—al querer alejarlo lo empujé y resbaló, su cabeza golpeó con el lavamanos del baño, juro que no quise matarlo.

—Me sorprendes—se relajó en el asiento y se cruzó de brazo—es asombroso como siempre has poseído el talento de mentir, dime la verdad. He obligado a apagar las cámaras para hablar contigo un poco más cómodo.

—No estoy mintiendo.

—Annette, tienes más cargos encima y lo sabes. Tu carpeta está sucia, voy a hacer pasar esto como defensa propia, pero créeme que tu tiempo en cárcel va a ser largo, ya no puedo ayudarte, ya no más.

Una palabra de todo lo que ha sucedido estos meses y sólo volverás a ver el corazón de cada uno de ellos.

¿Ellos o yo? Siempre fue la misma pregunta en tantos años, y del mismo modo siempre obtuve la misma respuesta.

—Lo sé, me toca asumir las consecuencias de mis errores.

El hombre suspiró suavemente—Annette...Annette, si te hubieras quedado en Francia tal vez tu vida sería diferente a la que te buscaste por acá.

Tenía razón, si hubiera tomado mis propias decisiones nada de esto hubiera pasado, pero ese era el problema, nunca tuve otras opciones, así que nunca pude elegir.

—No me sorprende que volvieras a parar acá, después de todo no tienes nada que te identifique como ciudadana francesa. Aún recuerdo el primer reporte que recibí de ti; robo en una farmacia, quinientos dólares y medicamentos. ¿No te da vergüenza?

Me obligaron.

—Lo hice porque lo necesitaba.

—Nunca me creí ese cuento, pero bueno, esa amiga tuya pagó por tu libertad y saliste fácilmente con una multa a tus espaldas.

—Yo no me acuerdo mucho lo que sucedió—me defendí.

—Lo sé, ni tus reportes médicos curan el daño que te causaste.

—¿Serán muchos años...?

—Depende del juzgado, y de todo corazón siempre quise que cambies ese comportamiento tuyo. Siempre me vi detrás de cada acto ilegal para tratar de aminorar los efectos, pero ya no puedo, esto se me sale de las manos. El hombre al que mataste no es cualquiera, y eso te va a hundir.

El cargo de conciencia me empezaba a pesar y ya no podía contener las lágrimas.

—Lo siento mucho...

—Tu historia pudo ser diferente, simplemente no la quisiste cambiar.

No pude, una muñeca más para ellos me vieron como un objeto al no tener poder ni voto.

En un silencio melancólico nos miramos tratando de decirnos todo, él sentía decepción y yo pedía auxilio.

Aprendí que las miradas guardaban todo lo que no se podía hablar, era el ejemplo perfecto donde cada noche me decía las cosas al espejo con la boca cosida.

—Espero que este largo tiempo en la cárcel te haga reflexionar.

Cuando salió de la habitación no pude contener las lágrimas. Ya no podía, no sabía hasta dónde había llegado, no sabía mi pasado, soy un nada y siempre lo seré.

La puerta volvió a abrirse y dos militares me toman para llevarme a una celda.

—Mañana llegará su abogado otorgado por el estado, mientras sea el día del juicio tendrá que quedarse aquí.

Me tiró al suelo y me encogí, en estos momentos solo quería morirme.

¿Para qué más sufrimiento?

¿Qué quería el mundo de mí?

—No tiene derecho a tocarla—mencionó el otro militar.

Ni siquiera me había dado cuenta de que uno tenía sus manos encima.

—Usted no se meta soldado—le entregó las llaves alejándose de mí y se marchó.

Observé al joven y pude analizar aquello que escondía al mirarme. Yo estaba paralizada, lo había visto, en algún momento de mi vida había visto a este sujeto solo que mi cabeza no lograba recordar aquel momento.

—Annette, suerte.

Salió de la celda, me encerró y escuche como se marchó.

***

—Estas son nuestras instalaciones, nuestro objetivo es generar un cambio que todos necesitamos para el futuro.




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