No Tenemos Final

12. La penúltima vida

Annette

—Mami—dije en un susurro.

La veía.

La veía a ella sentada disfrutando de la sombra de aquel inmenso árbol, frente a ella un picnic lleno de comida deliciosa y una torta de cumpleaños.

¿Era mi cumpleaños?

—Mira, se nos cumplió tu deseo—me dijo poniéndose de pie al verme.

Me acerque lentamente como si correr hacia ella fuera peligroso, como si se fuera a esfumar con un movimiento brusco. Estaba igual a como la recordaba, tan bella, sencilla y con esa calma que podría lograr callar el llanto de un bebé.

—¿Cómo estás? —pregunté en un susurro mientras mis ojos se llenaban de lágrimas.

—Mejor que nunca, te he estado esperando. Siéntate o todo esto se va a enfriar.

Me senté a su lado sintiendo el viento y el sol acariciar mi piel. Era un campo inmenso, lleno de flores y un pasto verde que parecía tan real. No estaba soñando, pero no era la realidad.

Sabía que estaba en ese punto intermedio de la existencia, en el limbo, en la cuerda floja, en la pausa de la vida.

—¿Me abrazas?

Dejó de servir la comida para mirarme y sonreír—Claro que sí.

Cuando pude sentir de verdad su cuerpo me derrumbé en sus brazos, llore, llore como si nunca lo hubiera hecho, como si descubriera mis lágrimas y el poder curativo que poseían al deslizarse por mis mejillas, un consuelo, un susurro, un “todo va a estar bien”.

—Perdóname mi niña, perdón por lo que has tenido que vivir.

—No es tu culpa.

—Si que lo es, tuve que tomar mejores decisiones.

Cerré mis ojos—Todo va a estar bien mami.

—Annette mírame—tomó mi rostro entre sus manos—se lo que van a hacer, pero necesitan respuestas del pasado.

—¿Por qué? ¿De quién?

—De Darianna, ella lo sabe todo. Ella les abrirá otros caminos, hablen con ella. Necesitan cortar lazos que, aunque crean que no lo sienten ahí están.

—Lo haré, te haremos caso.

De pronto el sol empezó a quemar mucho más, el calor fue sofocante y sentía el cuerpo arder. Mire a mi madre preocupada, pero ella solo sonreía.

—Te amo mucho, a ti y a tu hermano. Cuídense todos, no olvides las respuestas. Ahora ve, que yo los estaré acá esperando.

No me quería ir, estaba aferrada a sus brazos y lloraba—Mami, te amo. Mami, no me quiero ir.

—Te amo pequeña—sonrió mientras mis ojos se cerraban—Ve tranquila y en calma.

Mi cuerpo ardió, como si me sumergiera en un volcán y todo se hiciera nada en un último suspiro.

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—Annette tu necesitas un éxtasis inmenso, una excitación por la vida donde las mejillas te duelan y nunca más sientas dolor, nunca más tengas que empezar de nuevo así sea sin mí

¿Jedrek?

Amor...

Te quiero a ti.

Estaba sumida en una oscuridad, sentía mi cuerpo, pero no veía, no veía más allá de las tinieblas.

—Quiero ser feliz contigo—comenté y no escuchó.

¿Cómo hago para huir de la oscuridad?

He estado sumida en ella, he estado perdida en mi mente y me encontrado en cada una de mis vidas

¿Acaso las sombras son parte de mí?

¿Acaso el dolor no me va a dejar seguir?

¿Voy a perderme en el abismo para siempre?

—Están destinados a ser y a estar, deja de lado aquellos pensamientos.

Dari...

Estaba cerca, muy cerca pero no la veía.

No los veía.

¡¿POR QUÉ NO LOS PUEDO VER?!

Un eco en el abismo, una soledad.

Quise tener a mi mami aquí pensaba y entre mis súplicas la vi a lo lejos en una sombra o en una ilusión.

La vi en mis recuerdos, en mi pasado, en mi niñez.

—Necesito respuestas Darianna, por favor.

Mi súplica sonó a un auxilio, a un dolor.

Pero no me oyó.

Fueron pocos minutos, los suficientes para morir. Para ver lo negro transformarse en blanco y en sentir el cuerpo arder de nuevo. Esa luz, esa luz que sentí recorrerme se sintió poderosa, se sintió destructora, se sintió a paraíso, se sintió a muerte y a eternidad.

Eternidad que desapareció, eternidad que me devolvió.

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Disparos, fuegos artificiales o el cañón, no sabía que percibían mis oídos.

Mi cuerpo temblaba, mi estómago ardía, la mente me mataba y en mi cabeza una preocupación surgía.

Jedrek.

Otra detonación me trajo de vuelta y al abrir mis ojos sabía dónde estaba. Sentí mi cuerpo, sentí mi vida de nuevo, me sentí a mí misma en todas mis facetas. Y el grito del pasillo me regresó a mi realidad.

La luz perturbó, la angustia me mareo, pero la preocupación o el instinto que ya poseía me puso de pie inmediatamente.

Busqué en mis alrededores cualquier arma, era mi habitación, pero no había nada ni nadie.

Un instinto me hizo mirar la puerta y prepararme para el combate.

¿Dónde estaban todos?

Sabía lo que se venía, suspiré y cerré mis ojos.

Vamos Annette, llevas quince años en esto, fuiste creada para esto.

La puerta fue abierta sigilosamente como para no despertarme, pero ya estaba de vuelta. Ya nada me haría volver a dormir de nuevo.

Fueron cuatro los hombres que ingresaron, cuatro a los que derrumbe sin problemas.

Tome a uno quitándole su arma mientras me protegía con su cuerpo de los disparos de sus compañeros, fue fácil dispararles a tres.

Cuando los vi a los cuatro tendidos en el suelo pude respirar hasta que la puerta fue cerrada por otro individuo que me apuntaba con una arma.

—Baja el arma Annette, vamos a hablar.

No le quite la mirada y apuntándole me fui girando poco a poco para ser yo quien quedara más cerca de la puerta.

El logo de su uniforme me dio respuesta a todo esto.

—Contigo no tengo nada de qué hablar, no te conozco y tampoco quiero hacerlo.

Sonrió—Cuando supimos que volvieron fue cuestión de minutos para saber que teníamos que venir por ustedes, aunque bueno. Es especial por ti, no queremos que nos arruines los planes.




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