No vayas a casa

Capítulo 01: Remedio milagroso para un diente roto

Miércoles cinco de Mayo.

Año 2024. No es el futuro, es sólo un poco después de hoy.

 

—Vicente, cariño ¿no escuchaste cuando te grité que estás a punto de llegar tarde?

El hombre abrió los ojos y supo de inmediato que las cosas no estaban tomando el curso que se supone tomarían; Renata era linda, ágil en la cama y muy atractiva en general, pero tratarlo de “cariño” cuando llevaban acostándose apenas un par de semanas era ridículo y por lo demás, descortés.

—¿Qué habrá sido de las mujeres que sabían ser amantes discretas?

Estaba tendido de espalda sobre la cama, mirando el tapizado del techo, una suerte de combinación de trazos al azar en varios colores; las líneas muy delgadas en tonos pastel de las paredes ascendían sin gracia, y en el techo formaban una especie de mapa con tonos surgidos de la nada que daban el aspecto de una zona de guerra con los puntos donde la guarnición iba perdiendo terreno.

Se levantó y caminó en línea recta hacia la puerta; tenía la costumbre de caminar hacia la puerta de salida de su habitación, pero en ese cuarto que no era el suyo, la puerta de enfrente a la cama era del enorme armario, la salida estaba más a la derecha. Rascándose la espalda dio con la puerta correcta y entró al baño y en seguida a la ducha.

Iris había cambiado al sujeto con el que se acostaba.

—Renata —gritó con falsa calma desde la ducha—¿podrías poner un poco de café fuerte? Bajo en un instante.

Soltó el agua sin esperar respuesta. El trabajo de Iris siempre había requerido tiempo fuera de casa, y era justificado al cien porque era una de las vendedoras de propiedades más exitosas de la región; año a año otras empresas le ofrecían más dinero por cambiarse, pero ella declinaba con gentileza las invitaciones a abandonar “su barco” y les decía que, de seguro, cuando decidiera bajar en algún puerto, los llamaría para preguntar si tenían la oferta aún. Ella jamás se iría de Devo y Marcus Propiedades, en primer lugar porque ganaba más de lo que necesitaba para vivir, y en segundo porque en esa empresa tenía a sus alcahuetas que resguardaban sus espaldas mientras se revolcaba con un tipo.

En ocasiones, Vicente se preguntaba por qué no transparentaban ambos lo que sucedía en realidad en esa relación; Iris trabajaba moviéndose siempre, y por su parte, él tenía a su cargo la flota de despacho de insumos de la Tech—live, líder en la ciudad y de la cual se ocupaba tanto en la oficina como en el lugar de los hechos, cualquiera que fuera este. No estaban a menudo juntos en la casa, y siendo ambos personas saludables, enérgicas y estando en la treintena, era lógico que no bastara con un par de encuentros sexuales al mes, los que por cierto eran fogosos e intensos; nunca habían hecho el amor con desgano o por cumplir con algún tipo de obligación, pero eso no cambiaba el hecho de que tenían deseos que se quedaban inconclusos.

Aguantó el primer año por amor y respeto, el segundo porque tenían otras cosas en mente, y al tercero no se dio más excusas ni se siguió culpando; había pagado a una chica, hecho lo que quería y despachado a la monada de cabello largo y rubio a su casa en taxi, como todo un caballero. Después de eso, superado ya el escollo moral, decidió no invertir dinero en algo que podía conseguir gratis, y se aventuró a alargar algunos de sus viajes de trabajo, coartada de por medio, a  algún sitio alejado de la ciudad o incluso cerca del litoral o en las zonas campestres, donde un traje elegante y una cara desconocida seguían provocando interés y, en algunos afortunados casos, pasión. Con el tiempo los métodos habían mejorado, y un buen día, en uno de esos fines de semana que empezaban con desayuno en casa de sus padres y almuerzo en la casa de los padres de ella, supo que Iris tenía ya dado el primer paso. El sexo que tuvieron esa noche fue salvaje, y aunque no sucedió la clásica escena de nombres cambiados de las películas, algo en su comportamiento le dijo que ya era otra; tal vez lo que había hecho con ese sujeto la llevó a otros sitios de placer y desató nuevas intenciones con su marido, o quizás sólo se exacerbó algo que se obligaba a mantener controlado, pero sea como fuere, lo supo, y le gustó que así fuera. Cuatro años después, Vicente se figuraba un cambio de amante dependiendo de los cambios en la cama; sin embargo, su lado sensato, que en esos momentos no estaba en ese departamento, sabía que el matrimonio no resistiría aquella verdad, que la zona de confort en la que ambos estaban se mezclaría hasta fundirse en un campo de batalla, del que nadie saldría ganando. Y amaba a Iris lo suficiente como para no correr ese riesgo.

Salió de la ducha con las manos llevadas a la cabeza, secándose el cabello; lo llevaba con un corte muy tradicional, algo largo arriba y recortado al borde de las patillas, para poder tanto llevarlo casual como bien peinado hacia atrás. Tener el cabello color miel era algo raro en su familia de tez y pelo oscuros, pero a él le venía bien porque daba un cierto aire de distinción que, como líder dentro de una empresa, siempre era necesario; no era rubio como esos abogados deslavados de Tribunales, tenía piel bronceada y sin manchas, saludable y siempre con un muy buen tono, incluso si estaba cansado o con horas menos de sueño.

Entre el movimiento de la toalla sobre su cabeza, percibió que no estaba solo en el cuarto ¿acaso Renata iba a querer algo de cariño matutino? Se suponía que tenía que irse a trabajar, al igual que él.

—Y bien, confío en tu buena mano para el café.



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En el texto hay: misterio, paranormal, terror

Editado: 03.11.2020

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