No vayas a casa

Capítulo 04: ¿Dónde estás?

"Vicente"

De una manera que no podía explicar, las palabras seguían presentes en su mente. Era como si algo en su memoria lo llamara de forma persistente, insistiendo en que prestara atención.

El viaje en automóvil hasta el Centro de cuidado a personas con afecciones dependientes fue corto y sin sobresaltos; era una vieja casona muy bien mantenida, que se ubicaba en las afueras de la ciudad, camino de la zona costera; rodeada de campo, parecía casi una casa de veraneo, aunque la verdad era que la mayoría de los que iban a ese sitio, jamás salían. La jornada de viernes era iluminada, aunque no cálida; Vicente optó por ir con un traje negro con el detalle de una camisa azul ultramarino, un color que según recordaba y a menos que le fallara la memoria, a ella le gustaba.

—Muchas gracias por venir.

La ceremonia fúnebre se realizó en un pequeño cementerio a poca distancia de la casa; casi era como un campo muy bien cuidado, al que se llegaba después de seguir un camino secundario a la carretera. En cierto modo le sirvió estar poco tiempo en la casa y salir de nuevo en automóvil hacia el cementerio, ya que tuvo tiempo de pensar en lo que, durante todo el día, se había negado. ¿Qué hacía él ahí? Resultaba bastante difícil identificar sus sentimientos, cuando solo un día antes descubrió, a través de la muerte de Dana, que no se trataba de lo que él creía, que de una forma u otra estaba aferrado a la figura ya desvanecida de una muchacha que había dejado de ver tantos años atrás; las personas crecían, maduraban y por supuesto cambiaban, se trataba de procesos naturales en el ser humano, tanto de niños como su hijo, sobre el que estaba viendo cambios y avances de forma continua, como de las personas mayores, y él se perdió mucho tiempo de la vida de Dana. Al fin llegó a la conclusión de que no existía una forma “correcta” de despedirse de ella, y que lo mejor que podía hacer era saludar respetuosamente al recuerdo de la chica que conoció, al mismo tiempo que deseaba que la mujer fallecida pudiese descansar en paz. El sacerdote era un hombre joven, que incluso se veía más joven que él, pero que transmitía una seguridad y paz sorprendente, inclusive para alguien no tan apegado a la religión como él; lo saludó con un fuerte apretón de manos, mirándolo a los ojos con una mezcla difícil de explicar de tranquilidad y cariño, a pesar de no haberlo visto nunca antes. La ceremonia fue corta, y llena de un sentimiento de calma, guiado por las inteligentes palabras del hombre que explicaba que esto, la vida que conocemos, no es más que un paso en una ruta mucho más larga, que continúa después, aunque ahora mismo no podamos comprobarlo. Instó a todos a pensar en el futuro, decidir con sabiduría las acciones que se realizarían, y a rezar para que el alma de Dana encontrara la paz y el descanso en este largo camino; casi fue esperanzador, y entre sus propias conjeturas, el viento del campo y lo que escuchó, consiguió sentirse tranquilo al respecto. Con la perspectiva de conciliar el recuerdo de Dana con la mujer que había terminado siendo, resultaba correcto hacer ese cierre para una etapa de la vida que al mismo tiempo los había separado, y vuelto a unir.

Una vez que estuvo de nuevo en ruta, de regreso a la ciudad y tras unas breves despedidas en la casa, marcó en el móvil el número de Iris en el marcado rápido. No contestó.

—¿Qué sucede?

Bajó un poco la velocidad para mirar la pantalla del dispositivo, que reposaba sobre un adaptador en la consola del carro: no tenía señal. Le pareció extraño que sucediera, ya que en las ocasiones anteriores de visita sí tenía señal, pero, por otro lado, el viaje sería corto; al fin era viernes. El fin de semana tendría que ser tranquilo, aunque era muy probable que el sábado temprano tuviera que ir a la empresa a revisar algún asunto breve, cosa que ocurría casi todos los fines de semana. A fin de cuentas, él era el encargado de despacho, y aunque por contrato trabajaba de lunes a viernes, si se trataba de un asunto que no pudiera gestionar por teléfono, prefería ir en persona a dejar que alguien revolviera las existencias o firmara una guía de despacho incorrecta, que después le provocaría más trabajo al llegar el lunes.

 

 

2

 

 

Cuando abrió los ojos, se sentía muy descansado, aunque desde luego era de noche; tendido de espalda, mirando al techo, se preguntó durante una fracción de segundo qué hora sería, en medio de esa habitación en penumbras. No acostumbraba despertar en la noche sin un motivo concreto ¿Se debería quizás a un efecto posterior a la ceremonia fúnebre? En su llegada comentó el asunto con Iris, y se sorprendió al verse a sí mismo tan tranquilo, encontrando en su mente el lugar correcto para la situación que había ocurrido: Dana ahora descansaba en paz, su sufrimiento y enajenación habían terminado, y él había tenido una posibilidad que pocas veces tenía el ser humano, la de sanar algo del dolor de una persona que quiso, después de perder el contacto por tanto tiempo. No se sentía como un filántropo ni nada por el estilo, lo suyo iba por el lado de restaurar algo de lo perdido ¿Quién podría haber imaginado que el destino de Dana iba a ser ese? Incluso con el brutal cambio en su vida, no parecía posible, y sin embargo algo la había empujado hacia un sitio desde donde no pudo volver; por lo menos no pasó los últimos tiempos en la calle, abandonada y sola.

Un momento.

Seguía quieto, tendido de espaldas, sin moverse ni un solo centímetro, con la vista fija al frente. Esa no era su habitación.



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En el texto hay: misterio, paranormal, terror

Editado: 03.11.2020

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