No vayas a casa

Capítulo 13: Desrealización

 

Nadia era una mujer alta, de poco más de cuarenta según sus propias palabras, de figura fuerte por el atletismo, pero que tenía una constante apariencia de cansancio: se notaba en sus gestos desmañados, así como en sus ojeras y en la actitud corporal, siempre con los hombros un poco caídos. A Vicente le pareció que se había demorado muy poco en llegar desde la llamada de Iris, pero al estar sentado en el suelo con su esposa sosteniéndolo todo el tiempo mientras le hablaba en voz baja, quizás su percepción de la realidad estaba un poco trastocada. Para el momento en que llegó Nadia, vestida de impecable azul en un traje pantalón que pasaba por uniforme de clínica de la alta sociedad al mismo tiempo que por un atuendo para una cita formal, él ya hablaba con normalidad, aunque tuvo que quedarse en el suelo ante las exigencias constantes de Iris. Benjamín se quedó con Jacinta, quien apareció a los pocos minutos para hacerse cargo de él, aunque en la sala mientras los adultos se trasladaban al cuarto. Ponerse de pie y subir la escalera fue una prueba más difícil de lo que esperaba, pero la afrontó aceptando el apoyo de Iris y dando cada paso con calma.

—Recuéstate lento, vas a sentir pesadez y un poco de inseguridad, pero es normal; asegúrate de seguir mis movimientos y escuchar todo lo que te digo ¿De acuerdo?

—De acuerdo.

Nadia era agradable al trato, cercana y entretenida en la vida común, pero cuando se desempeñaba como profesional era otra historia: su voz era un poco más dura, marcando de forma sutil la autoridad, modulando de forma clara, y explicando con sencillez lo que ocurría. Resultaba imposible negar que era ella quien estaba a cargo, no importaba si estaba haciendo algo o no.

—¿Recuerdas lo que pasó al caer?

—Solo... —hizo una pausa, desplazando la mirada de Iris a Nadia. La profesional lo miraba con atención y dedicación, pero sin una pizca de piedad; en ella, atender a alguien enfermo era prioridad de trabajo, no de sentimentalismos— solo iba a subir la escalera y perdí el equilibrio, luego me estrellé contra la escalera, pero...

—Es probable que hayas sufrido un leve cambio de presión —explicó ella con calma—. Puede suceder si has estado mucho tiempo sentado en un sitio bajo o con la cabeza inclinada, ya que el ritmo al que funciona tu cuerpo varía.

Necesitaba decirlo; de algún modo se sentía más vulnerable al no verbalizarlo.

—Pero solo fue una caída, no entiendo por qué quedé tan...mal.

Nadia había dejado el maletín a los pies de la cama, y estaba sacando de él una serie de cosas. Iris estaba sentada en el taburete, mirando la escena en absoluto silencio.

—Vicente, ninguna caída con compromiso de conciencia es "solo" una caída; cuando sucede un accidente de este tipo, pueden pasar muchas cosas, desde un sangrado como el que te ocurrió, o algo que no se note a simple vista, como que una vena interna quede comprimida o directamente se rompa. Al parecer no has tenido pérdida total de conciencia, aunque es normal que te sientas un poco perdido porque las caídas son en su mayoría eventos inesperados, con el paso de las horas lo recordarás todo. Pero quiero estar segura de que no hay un compromiso mayor, así que tendrás que hacerte los exámenes que dejaré prescritos, mañana en la tarde. Seis horas de reposo: esto significa estar recostado en tu cama o tendido en ángulo de 45 grados durante todo ese tiempo y moverte sólo para lo necesario, evitar movimientos bruscos, música fuerte y bebidas alcohólicas.

Las instrucciones parecían apropiadas para alguien que hubiese tenido un gravísimo accidente; Vicente entendía que había estado sometido a debilidad y algo de extravío por el golpe, pero siempre estuvo consciente y sabiendo lo que pasaba en ese momento; no tuvo náuseas y, de hecho, el dolor había disminuido de forma gradual. Sin embargo, vio la postura rígida de Iris y decidió no seguir rebatiendo lo que dijera Nadia. Como si esta adivinara lo que ella estaba pensando, volteó hacia la mujer y habló con calma.

—Quiero que entiendan que la cantidad de sangre no tiene relación con la magnitud de un golpe, y las medidas que te he indicado son preventivas, nada más. Seguro que parece un poco impactante ver toda esa sangre, pero en realidad no es tanta, se trata de un elemento que se dispersa con facilidad, y cuando te golpeas la cabeza, por el escaso espacio que hay entre las venas y el hueso, la presión es más fuerte y hace que el líquido se dispare.

Esas palabras parecieron calmar parte del estrés en Iris, que, aunque no se relajó, habló con cierta tranquilidad.

—Parecía mucha sangre.

—Hiciste lo correcto al contener la herida con una toalla mojada —indicó mientras aplicaba un producto con sus manos enguantadas—, la herida no es grande, es un corte de a lo sumo dos centímetros de largo, y es en el frontal, que no es de las zonas más delicadas en el cráneo; despreocúpate por la cantidad de sangre, te aseguro que si pudieras recogerla no harías ni el fondo de un vaso.

—Eso me tranquiliza; Benjamín se asustó.

—Va a estar bien, solo tienen que tratar esto con honestidad, de forma directa; tan pronto como le expliquen la forma en que sucedió, lo comprenderá, no hay de qué preocuparse.

Terminó de guardar sus elementos en el maletín; Vicente tenía en la frente, hacia el lado izquierdo, un parche que se sentía muy ligero y suave, y una sensación superficial de alivio gracias a los calmantes tópicos.



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En el texto hay: misterio, paranormal, terror

Editado: 03.11.2020

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