No vayas a casa

Capítulo 15: Lo que tú quieras

 

—¿Quieres que te cuente otro cuento? A veces pienso que los cuentos te aburren un poco; tal vez deberíamos intentar algo más; en este lugar hay también otras cosas para leer, pero no sé… ¿Sabes algo? Creo que podemos leer algo más, será divertido. Voy a buscar algunas cosas, seguro que habrá algo entretenido, o quizás no tiene por qué ser entretenido, también puede ser instructivo. Te leeré algo muy original, no más cuentos por un tiempo. Vamos a aprender muchas cosas.

 

1

 

—¡Nadia!

Se puso de rodillas junto a la mujer, pero antes de tocarla, reaccionó y tomó el reloj, guardándolo de inmediato en el bolsillo.

“Lo hiciste”.

—Basta, basta. Basta.

“Lo hiciste”.

—Nadia, contéstame por favor.

No se atrevía a tocarla ¿En realidad lo había hecho? ¿qué había hecho?

Estaba tan quieta, pálida ¿Estaría fría?

—Nadia, contéstame.

Eso no era un sueño; no se trataba de una alucinación ¿Qué diablos estaba pasando? No tenía ningún motivo para hablar con ella, sólo quería salir un rato a despejarse, porque esa voz estaba acosándolo, y necesitaba estar más tranquilo y dejar de ser presionado por algo que no podía explicar. No existía motivo para ir a ver a Nadia a su casa.

—Oh no…

Nadia era una profesional de la salud. El tipo de persona a quien recurriría alguien que necesitara ayuda, estando en problemas; por un momento se olvidó de en dónde estaba y cerca de quién, y se preguntó si, de verdad, sería posible que hubiese hecho lo que, a todas luces, hizo.

“Lo hiciste”.

—¿Por qué?

“Porque hay algo en ti, que te niegas a aceptar”.

Tuvo deseos de ponerse de pie y gritar ¿Qué es lo que tengo que aceptar? Pero se contuvo a tiempo; seguía arrodillado cerca de ella, pero sin moverse, respirando muy lento, de forma pausada.

Podía estar muerta.

No había nada dentro de él, ninguna sensación ni acción que tratara de salir ¿O sí?

“Hay algo en ti”.

—¿Qué cosa?

“Hay algo violento, algo que te hace agredir. Lo niegas, y tratas de ocultarlo, por eso hiciste esto”.

—Eso no…eso no es cierto, nunca he sido un hombre agresivo.

Eso era del todo verdad. Fuera de algún evento demasiado aislado como para contar, no era agresivo, no sentía un afán de ese tipo, ni tampoco frustraciones de ningún tipo.

“Pero lo hiciste”.

—No sé lo que pasa, no sé…no sé lo que hice.

Su reloj estaba ahí ¿Cómo negar aquella evidencia tan fuerte, tan incontrarrestable? No había motivo para ello, y sin embargo ahí estaba, junto al cuerpo de una mujer, de una amiga a quien conocía desde hace años, tendido inmóvil en el suelo.

Podía estar muerta.

Pero también podía no estarlo. Necesitaba acercarse a ella. Pero ¿y si con eso causara algo peor? Tuvo el instinto de ponerse de pie y salir de ahí a toda velocidad, pero recordó que había llegado en automóvil, lo que hacía muy improbable que pasara desapercibido.

Tenía que hacer algo. Tenía que tomar una decisión.

—Dios…

Si estaba muerta, nada en el mundo lo salvaría del peligro al que eso lo exponía; pero independiente del resultado, ya estaba ahí; el reloj en el bolsillo del pantalón parecía quemar como una prueba de algo que no estaba en su mente, que no aparecía con la claridad que era necesaria, ya que su mente era un torbellino oscuro en donde algunas cosas quedaban vedadas a la vista, al menos en ese momento.

—Nadia…

Tenía que tomar una decisión; durante un momento se cuestionó seriamente quedar o salir de ahí, pero entendió que las opciones habían quedado anuladas desde el preciso momento en que llegó hasta la puerta de su amiga, con intenciones que resultaban difíciles de entender. Finalmente se animó, tragó saliva, y acercó dos dedos al cuello de la mujer que permanecía tendida de espaldas, inmóvil en el suelo.

“Lo hiciste, lo hiciste, lo hiciste, lo hiciste”.

Estaba viva. El pulso era regular, y aunque estaba helada, algo comprensible por haber estado a la intemperie durante la noche, resultaba tranquilizador, al menos en un primer instante, que estuviera con vida.

“¿Qué vas a hacer?”.

Esa era una pregunta que aún no sabía cómo responder; no sabía con exactitud lo que pasó la noche anterior ¿Cómo podía saber lo que iba a hacer a partir de ese momento? Que Nadia estuviera viva no tenía mucha importancia al lado de lo que podía significar que lo estuviera. Él estuvo ahí con ella, el reloj era, en efecto, una prueba irrefutable de su presencia en ese lugar. La noche anterior había salido de casa, tomado el auto, ido hasta las cercanías de la casa de Nadia, y luego a hablar con ella y llegado hasta ese mismo sitio ¿Qué? Se acercó más, arrodillándose, y la tomó por la cintura con la izquierda y el cuello con la derecha, hasta dejarla sentada en el suelo; la mujer seguía inconsciente, pero al menos a simple vista no tenía ninguna herida ¿un golpe quizás? Haber llegado con ella hasta ese sitio, a pie, para luego golpearla, no tenía mucho sentido, pero en realidad nada de eso lo tenía. Por fuerza, tenía que hacer algo.



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En el texto hay: misterio, paranormal, terror

Editado: 03.11.2020

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