No vayas a casa

Libro 2: En el fondo - Capítulo 16: No me escuchaste

 

Todo fue muy confuso al principio.

Todo era oscuridad y silencio, algo tan grande que resultaba aterrador en todas las formas.

En la única forma que conocía.

En determinado momento, entendió que no todo era así; que se trataba de una cárcel, una especie recinto enorme con paredes antes impenetrables y repleto de silencio, pero no absoluto y, por lo tanto, posible de derrotar.

Supo, a través de ciertos hechos, que estaba tras una especie de pared, detrás de la cual había un mundo, el mundo. Quería conocerlo, pero aún no sabía cómo salir; poco a poco su capacidad de escuchar fue mejorando, y supo que había sido creada una grieta, un espacio que le permitió acceder a lo que había en el exterior, aunque fuera de forma remota: esa distancia se volvió entonces un motor, la inspiración para continuar. Resultaba extraño, porque empezó a aprender cómo eran los sonidos, pero este mismo conocimiento era triste, ya que le decía que no pertenecía a ese lugar, que no tenía la experiencia ni los medios para llegar ahí.

Pero tenía tiempo.

 

1

 

Sebastián era un hombre de 35 años, de contextura maciza y actitud algo nerviosa, que se vio aumentada por su evidente angustia al momento de llegar a la urgencia; llevaba una tenida deportiva con una vieja campera de mezclilla encima, detalle de vestuario que, aunque podría pasar desapercibido, para ellos resultaba muy importante, debido a que él usaba esa prenda sólo cuando iba al campo. De seguro el estrés estaba haciendo mella en su estado de ánimo.

—¿Les dan dicho algo, saben cómo está?

Iris se adelantó al verlo entrar en la urgencia y le dio un afectuoso abrazo, que el hombre aceptó con la sencillez de un niño; se trataba de un hombre simple, amante de su casa y esposa, que no quería otra cosa que ser feliz con ella, y hacer lo posible porque ella también lo fuera.

—Aún no sabemos nada, llegamos hace menos de diez minutos.

—Entiendo.

—Tal vez deberíamos ir a la sala de espera, no está lejos y puedes beber algo.

Tenía los ojos inyectados en sangre; de seguro había estado llorando, pero en ese momento se controlaba lo suficiente como para poder hablar con claridad, a pesar de la nota de tensión constante en su voz.

—¿Cómo fue? Dime lo que pasó, necesito que me cuentes todo.

Sólo habían pasado diez minutos desde que ellos llegaron, por lo que las noticias al respecto eran nulas. Vicente lo hizo sentarse a un costado del pasillo en una de las incómodas y duras sillas blancas empotradas en la pared.

—Decidimos salir a ver si podíamos hacer algo —explicó con calma—, yo salí en primer lugar; pensamos que tú ibas a tener que estar en casa por cualquier cosa, de forma que podríamos ser de ayuda si hacíamos preguntas en las estaciones de servicio o en las tiendas de atención nocturna, por si alguien la había visto.

Sebastián lo miraba con total atención, casi como si de las palabras que estaba escuchando dependiera una parte importante de lo que estaba en juego en ese momento.

—¿Dónde la encontraste? ¿cómo estaba?

Vicente apoyó una mano en su hombro, mirándolo fijo a los ojos.

—Lo primero es que tienes que estar tranquilo.

—Sí, lo sé.

Vicente se dio un instante para dar énfasis a lo que acababa de decir, luego habló con tranquilidad.

—Estaba en el parque urbano que está cerca de su casa; puedo suponer que recibió un golpe, o tal vez se desmayó, pero no tenía ninguna herida visible. Nada.

Recalcó la última palabra; no pretendía hablar de manera directa acerca de una agresión sexual, pero era evidente que era una opción, y que Sebastián querría saber de eso. La compungida expresión del hombre se relajó un poco.

—¿Hablaron con el doctor a cargo?

—Aún le están haciendo exámenes, para saber exactamente qué fue lo que ocurrió —replicó Iris—, de momento tenemos que esperar.

Vicente asintió, muy serio.

—Tranquillo, te vamos a apoyar.

—Muchas gracias Vicente, Iris. Gracias de verdad.

Los tres quedaron un momento en silencio; Iris iba a decir algo, pero Vicente le hizo un gesto sutil y ella lo captó en seguida, comprendiendo que, de momento, había que esperar en vez de insistir en sacarlo de ahí. Además, ese era el lugar en el que quería estar.

—No entiendo lo que pasó —dijo de pronto el hombre—, ayer, anoche fui a comprar algo y Nadia estaba leyendo un poco, siempre le gusta estudiar alguna cosa; no estaba vestida para salir, no iba a ir a ninguna parte así que cuando volví y no la encontré, pensé...—su voz se volvió un susurro durante un momento, pero recuperó las fuerzas para continuar— pensé que había ido a la tienda, es decir, sé que no tenía sentido porque yo salí a eso, lo que quiero decir es, no había ningún motivo para preocuparse ¿O no? No es como que uno salga de pronto y eso sea motivo para llamar a la policía, pero cuando pasó el rato yo... No lo sé, de pronto dije que eso no era normal, quizá ella salió a caminar, pero nunca sale sin el móvil porque, porque puede pasar algo o llamarla un paciente y ella siempre quiere ayudar en lo que pueda.



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En el texto hay: misterio, paranormal, terror

Editado: 03.11.2020

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