No vayas a casa

Capítulo 22: Te busqué

 

Salió del centro tras una breve despedida, dejando el lugar sin mirar atrás; la mujer que lo atendió le dedicó una mirada benevolente, sonrió y le preguntó si iba a volver, a lo que él respondió que lo haría en algún momento, pronto.

—Le agradezco por su tiempo, estoy segura de que le ha hecho muy bien.

—Sí, yo también lo creo —replicó él con lentitud—, de hecho, estoy seguro de que me reconoció.

La mujer disimuló una mirada de incredulidad, pero guiada por el sentimiento que tenía con todos los internos, asintió levemente y respondió con naturalidad.

— Estuvo un largo rato ahí ¿Habló con él?

—Eso era lo más importante en todo esto —replicó de forma enigmática—. Necesitaba hablar con él, comunicarme de frente, sin disimular ni mentir.

—Comunicarse.

La expresión de ella no fue escéptica, pero se permitió la posibilidad de pedir algo de claridad sobre un asunto que en cualquier caso dejaba margen de especulación.

—¿Nunca se ha preguntado qué es lo que están pensando? Me refiero a que ellos son personas como nosotros, aunque estén inmovilizadas.

—Eso lo sabemos con claridad —replicó la mujer con calma—, tenemos la experiencia, el testimonio si quiere, de que ese estado muchas veces anula las capacidades del afectado, pero esto no siempre es así. Personas que han despertado de un coma pueden haber percibido mucho de lo que pasa a su alrededor.

—¿Y en este caso en especial?

—Creo que el caso de Jacobo no es más que la muestra de muchos otros casos como él.

—Debe estar muy solo, sin nadie de qué preocuparse, nadie con quien compartir sus penas y alegrías.

—Por desgracia —señaló ella—, la ciencia no ha avanzado lo suficiente aún como para permitirnos saber estas respuestas. Nos queda la tranquilidad de saber que aquí los cuidamos lo mejor que es posible, dándoles dignidad y un espacio que sea útil.

—Lo noté —dijo él—, hay una preocupación por cuidarlo, no es sólo tenerlo ahí como si fuera un mueble. Hay una pregunta que necesito hacerle antes de irme.

—Lo escucho.

—¿Es normal que alguien en su condición viva tanto tiempo? Me refiero a que las personas que sufren una parálisis total, con todo ese deterioro —dudó antes de seguir—, pensé qué no vivían mucho.

—No, no lo hacen —replicó ella con calma—. La mayor parte de las personas con inmovilidad total comienzan a experimentar fallos de sistema mucho antes de los treinta, pero su caso es algo diferente.

—¿Alguna razón en especial?

—Sería maravilloso poder saberlo —reflexionó la mujer—, pero lo cierto es que no hay un motivo especifico. A lo largo de los años, los exámenes han demostrado que más allá del deterioro propio de la enfermedad que lo dejó postrado, su cuerpo resiste muy bien el paso del tiempo.

—Tal vez tiene muchas ganas de vivir.

—Es posible.

 

2

 

—¿De qué estás hablando, hijo?

El niño se incorporó en la cama, Sentándose vuelto hacia ella, con los pies colgando. En su rostro había una inconfundible expresión de miedo, aunque también había confusión, una batalla que se libraba en su interior; sus ojos vagaban., erráticos de un punto a otro, como si de alguna forma temiese que ellos no fueran los únicos ahí. Ver esa expresión en el rostro de su hizo fue de un impacto atroz para ella.

—Hijo, quiero que me expliques de qué hablas.

—No quiero que te enfades conmigo.

Por un motivo que no supo identificar, Iris no pudo moverse del umbral de la puerta; debería avanzar unos cuantos pasos, pero no fue capaz de hacerlo ¿En qué clase de locura se había convertido su vida?

—No me voy a enfadar contigo, sólo quiero que me digas de qué se trata esto.

Su cuarto seguía siendo el mismo, con el tipo de iluminación que no admitía oscuridad total, y daba cierto realce a las figuras que estaban pegadas al techo; la luz permitía un descanso reparador, y en esas circunstancias, también ver todo con detalle. No había nada aterrador en ese cuarto, pero la expresión del niño le hizo entender que sucedía algo macabro a su alrededor.

—Cariño, tienes que decirle a mami.

¿Por qué se debatía tanto entre hablar y guardar silencio? Nunca había tenido problemas para expresarse, y de hecho su comportamiento ante distintos hechos siempre era directo, reflexivo y con opinión. Iris sonrió, sabiendo en el instante que eso no ocultaba por completo la verdad de sus convulsionados sentimientos.

—No quiero que venga.

—¿De quién estás hablando?

—Me dio miedo verlo.

¿Por qué resultaba tan difícil hacer la pregunta que estaba en su mente desde un principio? Sintió terror de que cualquiera de las ideas que en los últimos segundos hubiera pasado por su cabeza, no fuera nada en comparación con lo que en realidad estaba sucediendo.



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En el texto hay: misterio, paranormal, terror

Editado: 03.11.2020

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