No vayas a casa

Capítulo 23: No dije nada

 

Había estado tanto tiempo mirando, tanto tiempo cerca, pero no lo suficiente como para poder hacer algo efectivo; pero sucedió algo que le dijo cómo actuar, que el modo era mucho más sencillo de lo que él creía. Sí, tenía que atacar durante el sueño, pero necesitaba un arma, un método que resultara infalible.

La mente de Vicente dio un vuelco, y durante un segundo, que le pareció una eternidad, no fue capaz de pensar nada. Después de un tiempo increíblemente largo, notó que Iris lo miraba con expresión extrañada. Había estado desconectado durante un instante. ¡Oh por Dios! ¿Había dicho algo, alguna exclamación?

Su mente era vulnerable cuando estaba durmiendo, pero también lo era cuando estaba alterado, o nervioso por algo. Que su esposa descubriera las mentiras que le había dicho lo ponía muy mal, hacía que toda la felicidad que ella le provocaba se trastocara en tristeza. En un momento de dificultad era débil, incluso más que en el sueño. Estuvo tentado de entrar.

Los medios eran poco importantes, lo que de verdad tenía relevancia era lo que iba a hacer al respecto, y las posibilidades que se planteaban no eran para nada buenas; llamar a Renata era lo mismo que abrir la caja de Pandora, quizás incluso ella había armado toda esa treta esperando que él la llamara, consiguiendo así que fuera a rogarle por su silencio, a cambio del cual estaría atrapado de forma indefinida. Pero esa reunión no podía llegar a ocurrir.

La mente se volvía un caos, con una idea sobreponiéndose a la otra. Necesitaba calmarse, hacer algo, no hacer nada y solucionar todo, al mismo tiempo, mientras las suposiciones ganaban más y más lugar; quería evitar de cualquier modo que esa reunión se llevara a cabo, porque, aunque las mentiras eran suyas y era su culpa, no quería asumir las consecuencias, todo eso era demasiado perder para él. Su mayor debilidad era perder a la esposa y al hijo, a los dos seres que más amaba. Y la peor forma es que fuera por su culpa.

—¿Entonces tienes esa reunión con tu nueva clienta en la tarde?

—No, en la mañana, a las ocho treinta en mi oficina, reservé unos minutos antes de empezar el día.

¿Qué podía hacer para detenerlo? Su mente estaba en blanco, no conseguía idear algo que sirviera para que esa reunión no tuviera lugar, y que al mismo tiempo no pusiera sobre aviso a Iris de algo fuera de orden o a Renata de que estaba enterado del asunto. Ni una llamada o mensaje de ella, eso le decía que el plan era atacar desde un costado, pero nada más ¿Y si lo llamaba por teléfono mientras estaban en la reunión, haciendo alguna exigencia solapada mientras su esposa estaba al frente, con una bomba a punto de estallarle en las manos?

Se llevó las manos a la cabeza, con la mente por completo revuelta por los acontecimientos que estaba a punto de suceder.

“Esto no puede estar pasando. Tengo que detener esto, necesito que esa reunión no ocurra, sea como sea.”

Pero él no podía impedir esa reunión. Por mucho mal que le hicieran las consecuencias, había barreras en su forma de ser que se lo impedían, que evitaban que hiciera determinadas cosas. Lo mismo que antes, cuando se sentía culpable de haber deseado que le ocurriera un accidente a alguien que le ocurriera algo desafortunado. Sin embargo, la angustia no era por esa persona, sino porque lo hacía culpable de algo que lo convertía en una persona peor ante sus propios ojos.

¿Era en realidad tan sencillo, quedaba su vida expuesta de forma tan simple por una llamada telefónica, hecha por una mujer a la que no sólo no conocía bien, sino que además no llegaba a imaginar por completo? “Que pase algo” se dijo. “Que se retrase, que tenga un malestar físico, que le cursen una infracción de tránsito, que pase cualquier cosa que le impida llegar.”

Pero finalmente, todo no era más que un malentendido, y él salía indemne de esa situación. Todo no había sido más que un alcance de nombres, un error que de un momento a otro había estado ahogándolo como una soga invisible. Se recostó en el asiento, notando sólo en ese momento que estaba sudando frío, pero ahora respirando con la misma sensación de relajo que provocaba detenerse a descansar después de una carrera; todo era un error, y si en la mañana hubiese ingresado el nombre en el buscador, habría llegado al mismo resultado sin pasar por todo eso, por lo que el temor y la angustia habría sido un golpe momentáneo y quizás una advertencia, en vez de una agonía larga y patética.

Estuvo en riesgo, sintió el temor y se volvió vulnerable.

Tuvo nuevamente la tentación de intervenir, pero un hecho nuevo lo detuvo; o en vez de eso, cambió sus planes hacia otro rumbo.

Todavía no lo llamaban del centro en donde Dana estaba internada, pero tampoco había pasado tanto tiempo; de hecho, estaba sobre la hora en que se suponía que lo contactarían ¿Qué le estaría ocurriendo?

Ella era el nexo con el pasado, algo que había desechado porque, si bien tenía importancia, no era tan fuerte como la familia que tenía ahora. Pero quizás podría hacer una prueba.

¿Qué estará viendo Sergio en el ordenador?

Hizo que la pregunta surgiera de forma natural en su mente, producto del aburrimiento y la inactividad; hizo que se sintiera como un chiquillo, pensando con malicia acerca de las cosas que alguien más hacía en el ordenador. Pero la puerta de la oficina estaba cerrada, y no se escuchaba la alegre voz del hijo del dueño.



#1589 en Terror
#7663 en Thriller
#2994 en Suspenso

En el texto hay: misterio, paranormal, terror

Editado: 03.11.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.