No vayas a casa

Capítulo 24: Realidad

 

“Hubo una vez silencio.

El silencio es parte de la vida y la creación, es el origen de todo. Se dice que en un principio no había nada, solo silencio; un silencio eterno e infinito, tan largo como el horizonte, tan lejano como la última estrella en el firmamento. Pero en el principio de todo no había estrellas, porque todo no era más que un espacio vacío, de modo que el silencio era aún más grande, más inmenso e incomprensible.

No había nada.”

 

Ese cuento había sido, quizás, lo primero que hizo que supiera que las cosas no tenían por qué ser de la forma que habían sido hasta ese momento; se lo leyeron en el primer centro en que estuvo, cuando sus padres se deshicieron de él. Cuando lo abandonaron para siempre.

Pero el cuento tenía un hermoso significado, y de forma muy probable era lo primero bueno que conocía en esa oscuridad tras la partida de Vicente. Hacía tanto tiempo atrás ¿O era en realidad muy poco?

Para el sufrimiento vivido, era un tiempo muy largo, que se extendía más y más a cada segundo, mientras que para el paso de los días en su busca de más conocimiento y poder, parecía pasar muy poco ¿Cuánto era necesario saber para lograr hacer realidad su objetivo?

Tras el quiebre en la mente de Vicente, se sintió contento por haber solucionado el problema de una forma ingeniosa, pero lo cierto es que ayudarlo cono si se tratara de un consejero era agotador, y en apariencia no daba ningún resultado.

Un momento.

Se tardó un tiempo, pero entendió que lo que había hecho era lo indicado, que debía poner a su favor todo eso y volver a hacerlo, cuantas veces quisiera, hasta que los mismos hechos quedaran al descubierto. Mientras tanto, era necesario seguir con el mismo procedimiento, convenciéndolo poco a poco de que su voz no era algo ajeno, sino que parte de él.

“Lo lograste”.

Se sintió contento en su nuevo trabajo, y eso se lo debía a él. Fue como si, de pronto, gracias a estar en ese sitio, aunque sin terminar, pudiera ya tener en su poder las ventajas y beneficios del nuevo trabajo, mucho más que cuando tenía firmado el contrato; al fin tenía lo que se había propuesto, un trabajo nuevo, proyección gracias a un empresario ambicioso y con metas altas, y el sueldo que le permitiría ayudar a Iris a cumplir un anhelo, que al mismo tiempo sería un deseo cumplido para ambos.

“Ya lo tienes en tus manos”.

Pensándolo bien, esto era algo que debió haber pensado mucho antes. Benjamín ya tenía siete años, lo que significaba que en cinco más ya estaría a punto de entrar a secundaria, donde sería imprescindible tener para él todo lo necesario para que preparara el camino para los estudios superiores. Por supuesto que querría estudiar, él amaba los estudios, de seguro se interesaría por algo, y eso pasaría de forma paulatina, pero ellos como padres debían estar preparados. La primaria en la que estaba no era más que el primer paso, tendrían que buscar una secundaria apropiada, y pensar en otras posibilidades, entre ellas aumentar el fondo para sus estudios.

“Lo has conseguido”.

Por otro lado, Iris podría iniciar ya mismo su nuevo trabajo. Pensó que sería fabuloso que eso pasara, porque repercutía de forma inmediata en lo que pasaba con ella; sintió que ese leve instante de duda que se reflejó en el rostro de su esposa tenía que ver con sus aventuras extramaritales, con la sorpresa de verse obligada a dejar algo que era parte de su rutina.

“Ahora vas a empezar una nueva vida”.

Pero, al ver su entrega y su amor, al entender que él en realidad estaba dispuesto, que no solo se trataba de palabras, ella dejó todo lo demás de lado. De algún modo, Iris tomó la misma decisión que él poco antes, y existía en eso algo mucho más relevante, que en su caso se debía a ver los resultados del amor de ambos a lo largo de todo ese tiempo.

“Es tu triunfo”.

Si bien, en su caso, la realidad lo hizo estrellarse contra el peligro inminente, en el caso de su esposa, se trató de algo propiciado por los sentimientos; por verlo comprometido, dispuesto a correr un riesgo y jugar todo por ella, por su hijo y por lo de ambos. Él en verdad había logrado transmitir sus sentimientos, por lo que, a partir de ahora, no sería necesario depender de escapadas, ni siquiera de mirar a alguien más, porque juntos tendrían todo lo que necesitaban, tanto dentro del lecho como fuera de él.

“Lo conseguiste porque fuiste arriesgado”.

Todo era tan distinto solo unos días atrás; ni siquiera pasó una semana, y ya las cosas eran por completo diferentes.

“Lo conseguiste porque seguiste un presentimiento”.

Nada de eso habría pasado si no hubiera tenido ese infantil deseo de espiar en la pantalla del ordenador de Sergio. Resultaba casi cómico que, dado el caso, en ese instante habría estado golpeando la cabeza contra la pared al saber que quien creía su amigo se iba sin decir palabra, mientras que una oportunidad de trabajo excelente se escapaba sin saber por qué.

“Hiciste lo correcto”.

Incluso entró a hurtadillas en la empresa para averiguar lo necesario; aunque esto último quedaría sepultado para siempre como un secreto, en su interior, sentía que esa seguidilla de hechos eran lo que en realidad era el detonante de ese gran y positivo cambio.



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En el texto hay: misterio, paranormal, terror

Editado: 03.11.2020

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