No vayas a casa

Libro tres: En el túnel - Capítulo 26: Lo que yo quiera

 

Iris sintió que había pasado mucho tiempo ahí, de pie frente a Nadia, en el umbral de la puerta de su casa; se sintió cansada, vieja, como si a través de los últimos minutos hubiese perdido la vitalidad, y la juventud que hasta unos momentos antes tenía. Aún faltaban un par de años para cumplir los cuarenta, y sin embargo, su percepción de sí misma en esos momentos era la de una mujer mayor, cargada ya por suficientes años como para enfrentar esa situación.

Nadia no estaba cómoda a esos momentos, eso se notaba a simple vista; de todas formas, era por completo comprensible que lo estuviera, siendo ella el tipo de persona que era. Se trataba de una mujer de carácter fuerte, acostumbrada a enfrentar las más diversas emergencias de salud, siempre dispuesta a poner al servicio de quien lo necesitara sus amplios conocimientos, mano firme y voz segura; de pronto, sucedió algo que interpretaba como un accidente, y lo enfrentaba con su habitual ánimo, evitando entrar en pánico y analizando el caso con la frialdad necesaria. Luego, ocurría algo sorpresivo, junto con esa sorpresa venía también todo el cúmulo de sentimientos que antes no habían tenido lugar, por pensar y analizar las cosas con detenimiento. Apareció, sin duda, el mismo temor que debe haber experimentado al momento de ser atacada, y de inmediato, a la luz de los recuerdos recuperados, la confusión, la inseguridad, y por supuesto, la rabia. ¿Cuántos sentimientos podía causar el descubrir que alguien en quien has confiado, que estuvo en tu casa y se preocupó por ti como un amigo, es en realidad alguien más peligroso de lo que jamás creíste? ¿Qué puede pasar por tu cabeza cuando alguien a quien ayudaste poco tiempo antes, y a quien estás tratando de ayudar, se vuelve en tu contra como movido por una fuerza sobrehumana? Pero Nadia no lo interpretaría fuera de los parámetros de la ciencia, que era su lugar de vida.

—Iris.

—Yo —se sintió débil, pero no se movió del sitio en el que estaba; la expresión de Nadia no era posible de interpretar en esos momentos, o acaso su impacto era demasiado grande para llegar hasta el significado—. Nadia, te juro que no sé qué decir, no sé lo que está sucediendo…

Volvió a quedarse sin palabras, y este nuevo acceso nervioso, sutil pero tan característico para alguien que ejercía la medicina, hizo tambalear la fuerte autodefensa que la otra mujer había preparado para sí misma; pero no cedió.

—Escucha, Iris, como te dije, eres mi amiga y jamás quisiera que pasaras por esta situación. Pero estoy demasiado involucrada, no puedo… —hizo una pausa muy breve, suficiente para controlarse—. No puedo estar aquí. Tomé el auto y vine a decirte esto porque creo que es lo correcto, pero no puedo quedarme.

—¿Qué vas a hacer?

—Lo siento, pero tengo que dar aviso a las autoridades.

La policía. Iris sintió una nueva oleada de pánico, al imaginar que la policía se llevaría a Vicente; su vista se desplazó hacia un punto tras Nadia, en donde estaba su automóvil, un City car de color gris pálido. Pero no había alguien más en el vehículo.

—¿Viniste sola?

—No es algo de lo que sorprenderse, me encuentro en perfecto estado —aclaró la otra—. Sebastián aún no sabe nada de esto, enloquecería si se lo contara, pero como te dije antes, Vicente es ahora una persona peligrosa, tanto para sí mismo como para quien sea fue esté cerca.

—No sé qué es lo que voy a hacer —murmuró con voz ahogada, sin tener más fuerzas—, es como si todo se hubiera convertido en un infierno y no sé cómo salir de él.

—Por desgracia, no puedo ayudarte —sentenció la mujer en voz baja—. Tendrás que enfrentar esta situación tú sola, y te recomiendo que seas fuerte y pienses de forma fría; no debes olvidar que Vicente es alguien peligroso, si pudo atacarme, también puede ponerte en peligro, o a Benjamín. 

Escuchar el nombre de su hizo la hizo dar un respingo, y estuvo a punto de decir, casi de forma automática, que no era posible, que Vicente nunca haría algo malo en contra de su propio hijo. Pero el recuerdo tan reciente del pequeño en su cuarto, asustado como jamás lo había visto, pidiéndole con todas sus fuerzas que lo mantuviera a salvo, hizo que callara su voz. Definitivamente no estaba pensando con claridad, y lo supo cuando se escuchó a sí misma diciendo algo que no tenía ningún sustento.

—Nadia, por favor perdónalo, estoy segura de que él jamás habría querido hacer algo como eso.

—Si estuviera en sus cabales, yo concordaría contigo, pero no es así.

—¿Podrías? ¿Podrías al menos…? Sé que es demasiado, pero… Si sólo pudieras darme unas horas para encontrarlo, para evitar que la policía…

Nada la hizo callar con un gesto de la mano, muy similar al que habría hecho para hacer que un niño guardara silencio; estaba dando lo máximo de sí misma para mantener la calma, y al mismo tiempo para evitar que ella cayera aún más profundo.

—Iris, si supieras cómo encontrar a Vicente, ya lo habrías hecho, no te hagas esto. Escucha, lo mejor que puedes hacer ahora es ocuparte de Benjamín. Tal vez convenga que pase unos días fuera.

—Sí, había pensado en eso ayer por la noche.

—Es lo mejor en este caso.

Hizo ademán de irse, pero decidió decir algo más.

—Iris, escucha, espero que hagas lo correcto.



#1588 en Terror
#7661 en Thriller
#2993 en Suspenso

En el texto hay: misterio, paranormal, terror

Editado: 03.11.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.